Mundos insospechables que invitan

Idán Luis Ferrán ha mapeado la ciudad de sus experiencias, la ciudad de sus memorias. En la composición abstracta de la poesía —las calles del recuerdo— construye mundos insospechables que invitan. Esta entrevista busca un acercamiento con este joven creador ariguanabense que confía en que el arte es, sin dudas, materia trascendente.

¿Cómo llegas al mundo de las artes visuales?

Desde niño siempre tuve una marcada inclinación por dibujar, por llevar casi siempre un pedacito de creyón en la mano, decía mi madre. Vigilaba sigiloso para no ser atrapado mientras garabateaba alguna pared que encontraba. Tenía una afición casi inconsciente por los murales. No corrí con la suerte de beber directamente del arte visual o del arte en general; crecí lejos de esos caminos y, por alguna extraña razón, cuando cumplí 16 años, ingresé a lo que fue una excelente escuelita de arte en mi localidad llamada «Eduardo Abela». A partir de ahí, empecé a encontrar la paz y a viajar finalmente por el sendero más indicado para mí, pues creo que no pudiera haber sido otra cosa en esta vida.

cortesía del entrevistado

¿Cómo defines la poética de tu visualidad?

Esta pregunta en particular está relacionada con el proceso de mi trabajo. Sería bueno saber de antemano que mi definición de la realidad esta inherentemente vinculada a mi visión como artista: la poética viene a mí horas antes de pintar algún cuadro. En este método que desarrollo conviven la subjetividad y el propio destino de la obra. Decía Cortázar: «La obra ya está hecha antes de hacerla», y en mi caso necesito inspiraciones que confluyen entre la familia, los amigos, gentes y lugares que me son importantes. Ahora, creo que el pintor también pinta lo que quiere ver, lo que desea apreciar después de limpiarse las manos manchadas, porque en su búsqueda visual no encuentra lo que anhela contemplar más tarde en lo real, en lo vivo o muerto que le rodea. Yo defino la poética de mi visualidad como algo enérgico, como mundos insospechables que invitan.

En tu producción, ¿cómo se entroncan la investigación y el proceso creativo?

La investigación es mi vida. No puedo acostarme a dormir sabiendo que necesito investigar algo, tengo la maldita —o bendita— manía del bichito inquieto, “sabelotodo”. Esto inevitablemente se relaciona con el proceso creativo, existe el entroncamiento entre los dos en el punto en que surge el milagro: la idea. Como dije antes, todos los procesos e investigaciones que necesito para hacer una obra vienen casi siempre tomados de la mano. Uno me dice qué hacer con el otro. Son como los estudios previos que hace cualquier escritor que arruga un trozo de papel y se dispone a ordeñar otro tintero. Ya después vienen los bocetos, las restauraciones de ideas, las reinversiones, los cambios, los rescates y los accidentes.

cortesía del entrevistado

Tu experiencia como artista, ¿cuánto te ha aportado a la hora de ejercer como maestro de niños y adolescentes en el Proyecto Cultural Casa Miqueli, en San Antonio de los Baños?

Tuve la oportunidad —más que eso, la dicha— de conocer a Raúl Bonachea Miqueli, director, fundador y promotor principal de este magnífico y ansiado centro artístico multidisciplinario para niños y adolescentes. Recuerdo que cuando no sabía pronunciar bien su nombre me hizo saber, por intermedio de un amigo en común, la idea de fundar este proyecto. Hacía ya algún tiempo que yo había impartido de manera muy conservadora un taller de pintura para niños en la ciudad, con fines de proyecto comunitario.

Desde ese entonces surgió en mí cierta vocación por el magisterio dirigido especialmente a los niños. De alguna forma aquella experiencia me marcó, y finalmente me he reencontrado otra vez como profesor del taller de pintura de la Academia Casa Miqueli de San Antonio de los Baños.

El aporte ha sido tanto que creo no hay mejor regalo. No paro de aprender, de tal forma que planifico una clase para enseñarles los colores primarios, secundarios y complementarios, y termino aprendiendo de los niños. Ellos tienen esa capacidad de enseñarle a uno, incluso sin planificarlo. El premio es que se descubren cosas que quedan para toda la vida y yo, como «el profe», tomo nota, y formo parte de ese hermoso y longevo sentimiento.

¿Asumes la abstracción como una forma de reflejar los mapas visuales de tus experiencias o como un lenguaje de posibilidades ilimitadas?

La asumo de las dos formas, y que la primera pregunta sería el pretexto para seleccionar la manera en que se dice, el famoso cómo. Sin duda alguna hay posibilidades ilimitadas en la creación de mis cuadros abstractos, el solo hecho de que escoja este lenguaje para manifestarme y comunicarme, extralimita toda frontera y a la vez vence a la censura.

La abstracción es uno de los mejores derroteros para decir, sin olvidar que —detrás de todo esto que explico— también subyace una expresión exacerbada del individuo a partir de su propia validación: puedo reflejar no solo mapas o planos urbanísticos, sino toda una inmensidad de mundos y misterios.

En buena parte de tu trabajo, la abstracción se asume como la imagen que define mapas aéreos de tus propias geografías en la memoria. ¿De qué manera comienzas a trazar estos recorridos?

De cierta forma ya hice un pequeño argumento antes, a manera de introducción de los procesos y de mis experiencias. Ahora me gustaría responder esta pregunta a modo de relato:

                                              A ojo de pájaro

cortesía del entrevistado

En el meticuloso desorden de un saloncillo estrecho puede surgir la magia de los altos vientos y de las entrañas vivas de la tierra; en el salón más pequeño de un edificio como cualquier otro, la magia surge siempre —como el diamante del carbón oscuro— hasta en el sitio más común y vulgar que hayamos visto: la magia surge siempre que esté el mago, con su ancestral oficio de aparecer y desaparecer las cosas, con su olvidado oficio de las fantasías de niño. Sabe hacernos ver un conejo en una nube, y una forma en donde no la esperábamos, como la de la reina de corazones entre los bastos de la baraja española, todo por arte de magia. El mago hace ver por su espíritu de niño, y hace niños a los demás cuando les muestra la imagen de lo que ve. Es mago el obrero que muestra con entusiasmo e ilusión cómo la máquina hace una cuchara, porque sabe ver la magia que hay en ello, así como es mago todo aquel que conoce que existe magia en su trabajo y sabe mirarlo con ojo de niño en un juego. La magia verdadera, la de los altos vientos y las entrañas vivas de la tierra, nace en cualquier sitio donde esté la inocencia, incluso en el salón más estrecho y con balcón de un edificio como otro cualquiera; donde un mago enjuto, delgado y de sonrisa temblorosa, se asoma a su balcón y mira, lánguido, y ve el espíritu de nuestras calles, y las pinta como en un mapa, en un lienzo geográfico, vistas desde arriba en una noche difusa. Porque como en difusa noche se anda por nuestras calles, y todo es oscuro y borroso recuerdo de la luz que en algún momento fue, y todo es ruina y nostalgia que nos hace ver el mago, porque es sincero, y no puede más que mostrarnos lo que de veras ve, sin lugar a engaño alguno.

¿Hasta qué punto, en la abstracción, consigues revelar un estado de la memoria, de tus ánimos y tus propias reflexiones?

Es sumamente importante, al menos en esta etapa de mi obra abstracta, el reflejo de una ciudad vista desde arriba. Siempre me pregunté cómo se vería mi gente y cómo me vería yo —hormiguitas en este pedazo de tierra que nos vio nacer y crecer. Fue una necesidad, casi física, de homenajear la villa con este lenguaje abstracto.

La parte difícil fue reconstruir algunos planos de los lugares más representativos del pueblo, esos que habitan en mi corazón, pues yo quería, como bien dices, pintar memorias, sucesos, gentes, y no tenía planos de las zonas ni ningún aparato viable como recurso para alcanzar una foto tan alta del barrio.

Recuerdo que una vez me subí en el cuartel «Roberto Valdés Santos», que se encuentra en una loma y que supuestamente es el sitio de más altitud del pueblo. Desde allí tampoco pude obtener lo que quería. Entonces hallé una fórmula de imaginarlo, mirando desde abajo y calculando cómo se vería desde arriba. Para ello también recreé a escala varios bocetos y estudios de campo visual. Ya tenía el terreno, ahora faltaban los entes y las emociones que convivirían en el cuadro. Para ello ideé una tabla de color de la tez de la piel de personas con un papel protagonista, y obtuve así una paleta llena de colores de distintas gamas de pieles que iban a ser plasmadas a manera de manchas (sueltas, caminantes y fugaces) en el formato y plano escogidos. Entonces mis propios ánimos y reflexiones se fueron empinando como papalotes, satisfechos poco a poco.

¿Cómo valoras la salud de las artes visuales jóvenes en la Cuba de hoy? ¿Existen suficientes oportunidades para que el talento sea reconocido o aún faltan espacios?

cortesía del entrevistado

Aún faltan espacios. Por ejemplo, sin ir tan lejos, aquí mismo en mi localidad no existe un salón dedicado al arte abstracto, y considero que eso es una pena, pues tales inquietudes palpitan entre varios colegas pintores de nuestra comunidad.

De igual forma considero que sí existen espacios muy oportunos para impulsar y difundir el arte de los jóvenes creadores cubanos de hoy, como la AHS, entre otras instituciones; pero tampoco creo que sean suficientes las oportunidades ni los recursos. Sé que la palabra recursos no se encuentra en la pregunta; pero también se hace indispensable hablar de ella, dado que sin pinceles, pinturas, lienzos, papel, marquetería, etc., no se confecciona la obra deseada, y en este tema sí es verdad que las artes visuales están enfermas, más que en la cuestión de los espacios y las oportunidades. Hay mucha escasez de materiales en el país. Es lo que puedo decir a partir de mi propia experiencia.

En tu obra también trabajas la figuración. En ella, el cuerpo humano ejerce una fuerza de imán, pero a manera de un cuerpo otro, híbrido, metafórico, donde el hombre se transforma en ave y donde se cuestionan los cánones sociales de los femenino y lo masculino. ¿Qué exploraciones te conducen a esa senda?

El primer impulso está en que identifico a los cuerpos humanos como una materia que, con una solapa, salvaguarda o encarcela un alma o un espíritu diferente en cada uno de nosotros. Lo que hago es que manipulo dicha materia a mi antojo y la fusiono con otro ser, en este caso con las psittacidaes: familia de loros que carecen de dimorfismo sexual. Uso esa lógica conceptual para discursar a partir de nuevos seres que nacen en un contexto social. Hace mucho tiempo iba por la calle y miré a una mujer caminando que no era una mujer, pero tampoco era un hombre. ¿Qué era ese (o esa) no mujer/no hombre?, me pregunté. Ahora propongo nuevos seres en pos de una nueva especie humanoide. Simplemente propongo.

cortesía del entrevistado

¿Sientes que en tu obra existe el erotismo, ya sea el de los cuerpos o el provocado por la intervención de los espacios mentales a los cuales haces referencia en tus obras abstractas?

El erotismo también es «energía» y creo que está marcada para mí, más que para muchos, en la parte abstracta de mi trabajo. La obra, cuando nace, se construye de cierta manera independiente en varios puntos y aspectos, deja de ser inocente y se relaciona más allá del propio creador, se convierte en amor deseoso y puro. La obra deja de ser solamente de alguien para enamorar a muchos más, e incluso ir a la cama con otros. ¿Acaso no hay erotismo en estas líneas?

En la evolución de la poética de tu visualidad, ¿qué te interesaría descubrir?, ¿cuáles serán tus próximos caminos?

Mis próximos caminos seguramente serán los que aún no conozco, pues todavía no los tránsito. El coterráneo y maestro Silvio Rodríguez parafraseaba así: «Mi canción favorita es la que escribiré mañana». Esa idea empática me hace pensar que mi tránsito o camino será el que necesite para continuar la búsqueda, esa travesía que respiraré en un momento futuro e incierto.

Por ahora sé pocas cosas sobre él: ¿por qué pinto?, a veces creo que esa pregunta latirá en mí muchos años, y que funcionará también como un motor con todo su mecanismo intacto, el cual no me deja parar de crear o de, al menos, intentarlo.

En cuanto a lo que me interesa descubrir o redescubrir, solo podría hablar de mis deseos inmediatos, de lo que persigo muchas veces sin un éxito del ciento por ciento: las «ENERGÍAS» que subyacen en la propia pieza, en su entorno, o en la relación obra-espectador. Claro que tengo ambiciones, ¿quién no? Me gustaría descubrir muchas cosas; pero me gusta más ser consecuente con ciertos principios del pensar que me hacen feliz.

cortesía del entrevistado

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