-
¿Cómo se construye una metáfora?
-
¿Cómo reconocer a su autor?
-
¿Peces vs hombres?
Dice Angélica Liddell que el arte es la expresión del sufrimiento que la polÃtica causa en los hombres. Tal vez sea la razón por la que ella insiste en llevar la metáfora a la carne.
Cuando aún el público saborea los efectos de la obra El Deseo (otro panfleto escénico), llegó un nuevo estreno del grupo. Una obra igual de polémica e irreverente: Y los peces salieron a combatir contra los hombres. Un montaje a partir del texto original de la dramaturga española Angélica Liddell. Era diciembre de 2016 y el Grupo de Experimentación Escénica LA CAJA NEGRA cerraba en el patio de la Casa del Joven Creador en Santiago de Cuba la última edición de un improvisado festival, Teatro de Otoño.
Esta vez nuestro espectáculo contó con el apoyo de la beca de creación El Reino de este Mundo que la AHS me otorgara en ese año. Un apoyo sin el cual no hubiéramos podido producir la obra. Es conocido que las becas de la AHS no solo dan apoyo económico, también moral.
Mi recorrido con Angélica Liddell y su teatro habÃa empezado meses atrás cuando en un taller, con la investigadora mexicana RocÃo Judith Galicia Velasco, me habÃan llegado sus textos y videos. La profe nos contó sobre su experiencia con el teatro de Angélica, de cómo la búsqueda del dolor en ella era una representación del dolor ajeno. Nos habló del absurdo y la enfermedad como elementos estético ineludible de sus performance. De cómo su creación escénica siempre es nueva ante la vista del espectador, el cual es retado de forma constante. Descubrir a Liddell fue un hallazgo para mÃ, uno que significó descifrar a toda su generación. Con ella abrà una puerta hacia un conocimiento que enriqueció mi visión del teatro y del arte.
Y los peces… es un texto contra la muerte. Su autora lo declara como una obra antisocial porque es un grito contra la mezquindad y el conservadurismo de las tendencias sociales del mundo contemporáneo. Un discurso sobre el anonimato, la pobreza, el racismo y los miles de personas que mueren ahogados tratando de cruzar el Estrecho de Gibraltar.
La maldad y la indiferencia humana ante el dolor ajeno crea espacios vacÃos y oscuros. Una tesis que asumà para interpretar aquel monólogo sobre la injusticia y la denuncia en su reconciliación con el arte.
- ¿Por qué hablar de Europa?
- ¿Qué tiene que ver Angélica Liddell con un grupo de jóvenes de Santiago de Cuba?
- ¿Denuncia?   Â
La obra analiza el fenómeno de la emigración y el racismo desde una perspectiva ofensiva/grotesca/rebelde. Nos pone frente al flagelo hasta descolocarnos, hasta morir de vergüenza.
- ¿Se pudiera tratar la misma situación con menos rabia?
El teatro cubano ha abordado en disÃmiles ocasiones estos temas desde una condición endógena. La emigración cubana forma parte de nuestro retrato histórico. Sin embargo, en ese entonces sentà que el arte cubano enfocaba la vista sobre el fenómeno desde el ojo insular, el ojo que se queda en esta orilla. Montar este texto representaba mostrarle al público la misma situación sufrida por otros en la distante Europa. El público tendrÃa la posibilidad de analizar los sucesos desde la frialdad que se genera cuando el dolor no es tuyo.
- ¿Puede no ser su dolor en un paÃs que ha perdido segmentos poblacionales tras el flujo migrante al norte?
Nuestro Caribe insular por las caracterÃsticas sociales y su posición geográfica es centro de esta catástrofe. Según el censo de 2000, en los Estados Unidos el 10% de la población era caribeña y situaba a Cuba con el porcentaje más alto entre los residentes: un 34%. ¿Puede el espectador enajenarse?
Mirar la emigración cubana desde la perspectiva del migrante africano que es excluido de la utopÃa (llegar a las costas europeas) también es hablar de los cadáveres en el Golfo de México. Es hablar de un viaje que no termina al cruzar el mar, para muchos esa es la parte del trayecto más fácil (prueba y error). Luchar y sobreponerse al complejo proceso de incorporación a una sociedad que rechazan al migrante (y asume ese rechazo como una actitud natural) es tal vez lo menos representado por el teatro. Y los peces… es un texto con el que se puede amplificar la barbarie en contra de la vida y el desarrollo equitativo en las poblaciones más pobres. ¿El Estrecho de Gibraltar posee la misma fiebre que el mar Caribe? Â
Tras la investigación del tema no fue difÃcil encontrar los nexos con la realidad migratoria de Cuba. Con mi biografÃa y la historia de vida de mis actores. Historias colectivas de una Cuba en alta mar.
El texto me condujo a la construcción de un espectáculo cruel, uno que hizo honor a las lÃneas ideotemáticas de Angélica y que mostró nuestra postura ante la tragedia. Manejamos elementos performáticos (como sistema simbólico) y otros que se caracterizaban por nuestras búsquedas antropológicas del tema. Ambos caminos definieron las exploraciones actorales y estéticas. Confluyeron en un mismo escenario: personajes, actores, máscaras absurdas e individuos que nunca habÃan practicado el arte de las tablas.
Me planteé un escenario total. Un espacio donde el público estuviera organizado dentro de la escena, acompañando los movimientos/acciones/posturas de los actores. Después nos servimos de la arquitectura del lugar para nutrir la puesta de niveles e imágenes diversas. QuerÃa rodear al espectador, convertirlo en el centro de todo. Imaginé un estadio de futbol y convertà al público en las porterÃas. Todo lo demás era escenario. Â
Desde una azotea un individuo se mantiene indiferente a la tragedia escénica, que no es más que la tragedia de la vida. Es el mismo que abre el espectáculo dando por micrófono un mensaje del director. Mensaje que lee mal, sin importarle su trabajo. Hombre común que sube las escaleras, se quita la ropa y vive una noche tropical mientras escucha la radio y fuma. ¿Cuál es el mensaje: lo que dice o lo que hace?
Una perra ladra (Totó). Dorita sabe que el mago de Oz no tiene más poderes que sus mentiras. Dorita busca su perra pero ya no está, se ha ido con el Pescador: un viejo que descubre que los peces empiezan a tener ojos de hombre. Un viejo que alerta sobre la necesidad de darle armas a los pescadores porque un dÃa los peces saldrán del mar a combatir contra ellos, contra nosotros.
Sumergido en la locura, el viejo pescador nos culpa de esas muertes. Nos culpa de la desigualdad. Tras sus palabras está la advertencia. El espectador decide/compara/cuestiona. Dorita canta Somewhere over the rainbow, los niños se han convertido en cadáveres ante sus pies.
En sentido general los personajes parecen disfrutar el sufrimient,o pero los actores no. Una contradicción que hace al público disfrutar la comicidad y excentricidad de los personajes hasta que descubre que está asistiendo a un tratado sobre el dolor, a un funeral revisitado por los componentes escénicos.
La Puta (interpretada por cinco actores), el Pescador, La Niña Dorita, El hombre sobre el mundo (performer sobre la azotea), Totó (una perrita graciosa capaz de cambiar de dueño) y el Náufrago (individuo que muta la nacionalidad). Figuras todas que hacen de la carne metáfora y martirio.Â
Al igual que Angélica Liddell en el montaje de su texto, trata de criticar su sistema sociopolÃtico; nuestro montaje puso en duda las razones de la emigración cubana sin aludir a ella. Le mostró al espectador el sufrimiento ajeno, la catástrofe del otro, la ignominia de los sistemas sociales que son incapaces de resolver la situación, la agonÃa, la frustración, la fragmentación familiar y el sueño ingenuo. ¿A dónde dirigir mi crÃtica?
El uso del audiovisual con un marcado interés estético nos ayudó a graficar nuestras ideas a través de imágenes reales e inhumanas. Era una muestra documental con su propia dramaturgia dentro del espectáculo. Lo que se proyectaba tenÃa una intención a nivel de puesta en escena pero estaba tejido de tal manera que hubiera funcionado por sà solo.
Parte de la música y los efectos sonoros eran creados en vivo. La música terminó siendo una actriz capaz de hacer música y de monologar por los niños que no llegaron a la otra orilla, donde sus padres depositaban sus esperanzas. Entonces se exponÃan cifras reales de ahogados, cifras de hombres anónimos que desaparecieron como si nunca hubieran venido al mundo.
El artista performer desnudo sobre la azotea fuma/lee/se enajena mientras observa la obra de teatro y juega a manipular una gran pantalla en la que se proyecta el sinsentido de vivir sin más recurso que la pobreza. ¿Ese performer será la imagen del cubano? ¿En qué se diferencia con el espectador presente?
La obra abrió un paréntesis sobre la enajenación de quienes observan y no toman postura sobre el asunto. Los personajes no dejan de hacer referencia al Señor Puta, individuo sobre el cual cae toda culpa. ¿Pero si existe un culpable porque señalar al público? ¿Quién es el Señor Puta?
Tras la resignificación de los elementos escénicos el público empieza a dialogar con el entorno. Empieza a preguntarse qué hace allÃ, juzgado y sentenciado. Los artificios muestran historias e ideas que ya no parecen falsas y teatrales. La montaña de juguetes de Dorita no es de ella realmente, representa a cada niño ahogado. Es parte de un altar a la memoria de los cientos de infantes olvidados en el mar, una imagen que nos dice: la muerte de cada niño es un castigo por nuestros pecados y enajenación. Dorita no encontrará más a Totó, volverá a su casa como una mujer cuya virginidad fue arrebatada por la desigualdad social y el asco a la muerte.   Â
Sobre el final de la obra se escucha la canción Balsero, del cantautor cubano Amaury Gutiérrez. El náufrago saca una bandera, fue lo único que pudo rescatar de su infausta travesÃa. Tas ese gesto se confirma todo: la obra va de nosotros. Angélica Liddell en boca de los actores suena a santiaguera, a otra cubanita que sobrevivió al Mariel. Al tÃo que no veo hace ocho años y a los otros integrantes de mi árbol genealógico que solo veo por Facebook. Liddell no fue un pretexto porque cada palabra escrita y dicha habla de nosotros. Al terminar la canción los actores aún permanecen en escena, condenados a no irse jamás, a no romper la última imagen, son parte del altar de Dorita, son los peces combatiendo la ficción.
Y los peces… evidenció una postura polÃtica/creativa/y teatral coherente con la problemática de los que integraron la puesta: José Alfredo Peña Ortiz, Diego Alexander Torres Olivares, Ahmed Ramos Lescay, Adrián David Bonilla ChÃa, Raudelis Torres Maceira, Maibel del RÃo Salazar, Amanda Gonzales Ortiz, Frank Lahera O’Callaghan, Lucy (la perrita), Alexis Martà Veranes y Laura González RodrÃguez. Todos asumieron y transformaron el monólogo de una española en un reclamo personal y emotivo.
El espectáculo solo tuvo ocho funciones, una de ellas en la edición IX del Festival de Teatro Joven HolguÃn 2017. Esta última no pudo mostrar ni un 10% de todo el trabajo. La escenografÃa y la utilerÃa nunca llegaron al festival e improvisamos una lectura performática muy alejada de nuestras intenciones.
Tal vez algún dÃa vuelva sobre el texto y sobre un proyecto de puesta que debió tener mayor circulación y diálogo con el público. Y los peces… significó para nosotros, como grupo, la posibilidad de reafirmar nuestro compromiso con un teatro renovador y activo. Asà caminamos sobre las aguas que han transitado hombres-peces, hombres sin identidad que esperan el milagro de volver a tierra. No importa sus ojos de pescado ni sus escamas, no quieren ser olvidados.Â
El Grupo de Experimentación Escénica LA CAJA NEGRA no cree que la miseria sea anterior a la vida de los hombres. Anterior al naufragio. No cree que la miseria sea la eternidad. Esa es nuestra postura ante la bestia triunfante. ¡Empieza la función Señor Puta! ¡Empiezan los milagros!
DÃgame: Delante de este pescado con ojos de hombre, ¿no tiene miedo?
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social.