Crear para reexistir: El desafío de ser martiano

A pesar de la difícil circunstancia en la que se encuentra el mundo como consecuencia de la Covid 19, mayo se nos ha venido pletórico de creatividad y solidaridad. Son muchas las personas que, desde sus hogares, han descubierto y compartido talentos que solo emergen de la bondad del corazón. Fue también este mayo donde la juventud creadora decidió no dejar caer el estandarte del amor e hizo emerger, desde la virtualidad, al festival holguinero-universal de las juventudes. Es así que nos llega Martí multiplicado en el aniversario 125 de su siembra en Dos Ríos. Nos mira, no desde el pedestal, sino ceja con ceja y nos sigue diciendo: “Crear, es la palabra de pase de esta generación”.

En medio de todo, de lo maravilloso y lo real o de lo real maravilloso, una incógnita me hinca: ¿Constituye un desafío para la juventud creadora ser martiana hoy? Pienso que sí, pues serlo significa asumir una actitud ante la vida. Y es que Martí, el ser humano, nos desafía cotidianamente a asumir el yugo o la estrella que ilumina y mata. De todas las maneras posibles nos insiste en que el problema de la independencia no es tanto el cambio de estructuras, sino el cambio de espíritu. Es así que el llamado a la creación es el llamado a romper con la subjetividad colonial a través de la construcción de reexistencia.

No siempre alcanzamos a comprender las dimensiones que alcanza este desafío hoy, cuando el tigre acecha más cercano y se disimula en el arte que consumimos o creamos. Para quienes nos asumimos martianas(os) es enorme, pues significa repensarse, confrontarse y reinventarse constantemente. Implica la difícil tarea de rebelarse ante las imposiciones de una industria cultural cada vez más misógina, racista, clasista e inhumana; una industria que nos convoca a negar el carácter socio-transformador del arte y reduce el acto de crear a la reproducción homogeneizante de los patrones ético-estéticos de los “grandes centros de poder”.

La juventud creadora que elige la estrella por sobre el yugo tiene el enorme reto de ser coherente, o al menos, de luchar por serlo, no solo resistiendo a los numerosos embates del patriarcado y el imperialismo, sino –fundamentalmente–construyendo un universo simbólico que tenga el respeto a la diversidad y a la dignidad humana como Sur. La misión no es fácil y amenaza con ser cada vez más compleja. Para cumplirla siempre tendremos ese misterio que nos acompaña.

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