Recuerdo de adolescente salir corriendo desde el Varona, una secundaria insigne por aquel entonces, hasta el parque Calixto García y quedarme atrapada observando todo tipo de manifestaciones artísticas. La ciudad se inundaba de una poética que era imposible escapar. Así descubrí por primera vez las estatuas humanas. Yo era una adolescente enjuta que estudiaba piano, solfeo y teoría en el Conservatorio de Música de Holguín.
En una ocasión, me detuve en una esquina y se acercó un caballero alado y con un pincel, movimientos pausados dibujó una greca en mi espalda, me susurró al oído: “es la espalda más linda que he visto”. Y se marchó. Mis libros de partituras que llevaba bajo el brazo llamaron la atención y fueron arrebatados por una mujer bodypainting sentada frente a un piano que interpretó en un segundo Nocturne in C Minoir, de F. Chopin. Otra vez fui víctima del teatro bufo, cuando apurada por los corredores, volteo la mirada y tenía una fila de mimos imitando todos mis gestos. Llegando al parque de Las Flores nuestro querido Joaquín Osorio, Premio Nacional de Promoción Literaria, preguntaba con micrófono en mano a modo de rifa quién era la autora de María Toda, el autor de Abrirse las Constelaciones, entre otros, así fue como obtuve Jardín, de Dulce María Loynaz.
En años posteriores esperaba mayo con la ilusión de lo que pasaba en sus parques y calles. Fui creciendo esperando cada año por las Romerías. Cuando estudié en la Universidad de Oriente, mi casa se convirtió en una beca de romeros. Luego en Holguín en la universidad nos dijeron: este año las prácticas son en las Romerías. Todos nos quedamos boquiabiertos. Ya no tendríamos que escaparnos o salir apresuradamente del aula. Yo fui ubicada en el periódico La Luz, que por aquel entonces tenía una edición de lujo en este evento. Ahí comenzó mi verdadera pasión de romera.
Trabajar dentro de las Romerías proporciona otra perspectiva. Si bien es cierto que no da tiempo de disfrutar todo lo que quisieras, brinda la facilidad y la oportunidad de conocer figuras de talla mundial. Así fue como logré entrevistar para mi tesis a Luis Alberto García, le estreché mi mano a Andy Montañez, bailé con William Vivanco, abracé a la Dra. María Dolores Ortiz, almorcé con Guido López Gavilán, canté al lado de Haydée Milanés en una noche bohemia, porque si algo tiene de favorable las Romerías de Mayo es que nos volvemos una gran familia, no importa quién seas, ni cuán conocido o afamado, ahí en ese espacio, todo el mundo es un cubano.
A todos nos pasa, guardamos placeres para ese esperado momento, cada uno espera esa semana para disfrutar al máximo sus pasiones y eso, de algún modo es poesía.
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Sé de quienes no salen del evento Memoria Nuestra y preparan sus trabajos todo un año, con la pasión del recuerdo, para no perder las raíces.
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Sé de quienes a última hora se deciden por presentar su corto en La Cámara Azul, y ahí están esas metáforas visuales cargadas de sensibilidad y cercanía espiritual.
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Sé de quienes no intentan estar encima de la torre pero Babel los ha dado a conocer, por la habilidad en el pincel, cuando describen la realidad con trazos, cuando el color exacto llena tu vida.
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Sé de quienes llegan por un abrazo y se van convocados a escribir porque esta isla es un verso.
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Sé de quienes asisten a un espacio de trova, pero sucumben al bajo de un rockmero.
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Sé que la ama de casa no pudo llegar temprano a su hogar porque una danza callejera la intersectó y le quitó los bolsos de compra, la cartera y la dejó entre risas en la puerta de su casa, y ella nunca olvidará que la Gigantería pudiera postergar la cocción de sus frijoles.
Sé y sabemos que el arte salva, que es propio de los artistas tener alternativas, porque el arte es optimismo. No esparaba menos de todos los que de algún modo contribuimos para que cada año el hacha suba a la cima de la ciudad, para que llueva, quizás estas romerías digitales tengan la fuerza necesaria para entrar en la sensibilidad de cada uno y desde el móvil, con la alegría de recibir arte en casa, nos libremos de la contaminación, para saber esperar y cuidar el mañana. Hay mucho todavía por hacer, hay muchos caminos que descubrir, tenemos limitaciones concretas, pero el arte es libre como nuestros pensamientos y esto definitivamente nos hará sanar y crecer.
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