Es una de las jóvenes voces de la poesía actual que sobrevivirá al paso del tiempo. Hacer una puesta semejante puede resultar arriesgado o polémico ya que, en materia de escritura, en materia artística, es difícil anticiparse al paso del tiempo y de las miradas, siempre subjetivas, de la crítica y el público.
Sin embargo, el arte también posee objetividad. Objetividad que asume el sinónimo de talento, persistencia, memoria y vibración. Quienes recibieron con sorpresa la noticia de que Antonio Herrada se había alzado con la Mención Única del Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén, en su más reciente edición, tal vez se han perdido a uno de los poetas cuyo testimonio, en los caminos de lo creativo, vale la pena escuchar y sentir.
¿Crees que hay una necesidad de definir qué es la poesía en los tiempos que corren (o en cualquier otro tiempo)?
Una definición siempre presupone una frontera. Una marca que delimita el esto sí y aquello no. Creo que a veces hace más daño definir. Lo mejor de los avances siempre ha sucedido en los márgenes. Si me arriesgara a esbozar un concepto empezaría cada línea con la palabra NO. (Criterios de forma): NO hay que escribir en rima, NO hay que escribir en versos, NO hay que evadir las formas narrativas, NO hay que evadir la rima, NO hay que evadir los versos, NO hay que escribir con moldes narrativos… y así un largo etcétera. (Criterios de contenido): NO quiero extenderme en esto, pero me gustaría proponer un concepto físico, la resonancia, y hacia allí que camine el texto, que la poesía NO sea un rebaño de temas que sale a pastar todas las mañanas, sino que cualquier asunto humano provoque una vibración, una igualdad de frecuencias que hagan al texto y lector oscilar.
La poesía es una materia, asociada muchas veces a la palabra escrita, pero que claramente se transmuta y asume cuerpo no solo en muchas manifestaciones artísticas, sino también en la vida cotidiana. En términos canónicos está la tradición, la historia de la literatura, las escuelas, los estilos. Sobre eso volvemos, negamos o asentimos. Y nos ponemos en diálogo con personas que ni siquiera conocimos, y de las cuales a veces nos separan siglos. Otra muestra más de la teoría de las vibraciones. Si me pidieran una definición, me arriesgaría a esa frontera difusa, y que la libertad expresiva tenga la última palabra.
¿Cómo transcurren tus procesos creativos?
Hay dos etapas. La primera es una etapa permanente, es la búsqueda, la lectura, el estar atento a todo lo que el ojo del poeta ve en su día a día. Muchas veces esa mirada está condicionada por el proyecto que escribo en esos momentos, aunque no desatiende otras imágenes no relacionadas con esto pero que pudieran formar parte de algo futuro. Por eso digo que soy poeta a tiempo completo.
Una película, un libro, una noticia, un resultado científico, una canción, el paisaje que observo cuando me traslado por la ciudad, una frase dicha al aire, cualquier cosa que me provoque una mínima vibración. Muchas veces acompaño estas experiencias de notas. Y esas notas son la materia prima de la segunda etapa. A veces paso meses sin revisarlas y cuando lo hago encuentro poemas completos. Soy un escritor de notas y a veces hago poemas.
Cuando maduran, surgen los libros. Me gusta hallar relaciones infinitas y la idea del proyecto de libro. En esto contradigo la posición de Hemingway, y aunque a veces la musa me agarra escribiendo, nunca comienzo un texto como una invocación.
Esta segunda etapa lleva el corrientazo de la escritura y un larguísimo proceso de revisiones, donde trato que cada palabra tenga su justo lugar. Este modus operandi arriesga por la calidad antes que por la cantidad. Me permite disfrutar como un escolar sencillo y no como un asalariado. Y a veces se reconforta con lecturas como la de Pound, cuando dice que más vale legar una buena imagen que no un conjunto silencioso de obras voluminosas. No obstante, siempre queda el riesgo, la apuesta por la idea fallida, el tiempo dedicado a lo que no concretará en página impresa. Para eso solo queda el desprendimiento y el placer que provoca la contemplación.
Amén de las lecturas, ¿indispensables? para cualquier escritor, ¿de qué manera se forma un poeta hoy en día?
Hay que entrenar la sensibilidad como un atleta. La lectura sigue siendo la fuente nutricia fundamental, pero la poesía empieza en todas partes (Nogueras, ob.cit). Me gustaría que existiera un reglamento de estricto cumplimiento para todos los poetas o aspirantes: y que empezara con una orden de alejamiento. Nuestro gremio sigue siendo como un gueto, nadie sale y nadie entra.
Ojalá pudiéramos orientar una hora de conversación profunda por cada hora de lectura. Y una libreta donde reflejemos el tiempo dedicado al intercambio con otras artes y artistas. Además pudiéramos disponer de planes de internamiento en zonas naturales, práctica de deportes extremos, unas cuantas materias científicas, clases de baile, idiomas y filosofías orientales, y por qué no, el contacto con niños(as) y con comunidades en desventaja social.
Después de estas sesiones, la sensibilidad del poeta tendrá buenos músculos. NO me gusta la imagen del bardo ensimismado. Prefiero el camino del conocimiento profundo de toda obra humana. Por ese camino quiero llegar a la poesía.
Algunos de mis entrevistados me han hablado de la existencia de una supuesta crisis de lo poético en el pensamiento de la nación cubana, ¿opinas de igual manera?
Si la crisis consistiera en que el peso de la poesía en los círculos artísticos, políticos y mediáticos de la nación ha disminuido, pudiera estar de acuerdo. La poesía se ha retirado un poco del imaginario del cubano. El pensamiento (como cuerpo creado desde instancias de poder) ya no la tiene tan en cuenta. Pero esto no tiene nada que ver con la calidad de la poesía. Pocas veces se ha escrito tanta poesía y tanta poesía sobre Cuba. Esa parte del pensamiento que también es marginal tiene una salud increíble, es rebelde, heterodoxa, criolla. Claro que no podremos esperar un coro.
El propio sistema cultural ha hecho que crezcan exponencialmente los poetas publicados, las editoriales, los concursos. Y el propio sistema es un atentado contra la calidad de la poesía. Porque la poesía es una industria de la exclusividad, no de la reproducción continua.
Claro que no es el objetivo del sistema, está hecho para todo lo contrario, para crear incentivos y dar apoyo, pero a veces los resultados no acompañan. Lo podemos ver en los cientos de libros que se publican cada año. Si al escritor y al lector no les molestan estas escrituras desechables, pues no habrá contradicciones, esperaremos cada año los nuevos libros como se esperan las nuevas versiones de los celulares.
Pero si por el contrario están buscando un producto único, habrá que cambiar las estrategias. Pienso en un pequeñísimo grupo de poetas contemporáneos cuyas obras valen para negar esa crisis. Habrá que abrirles más espacio, llevar sus obras a otros circuitos, argumentar sus valores. Sacarlas del gueto.
¿Creamos poesía en Cuba con miradas únicamente regionales y signadas a un momento en específico o se busca lo universal? ¿Es ese “lo nuestro”, de alguna manera, sinónimo de “lo universal”?
Esta contradicción entre lo universal y lo local me da siempre algo de risa. ¿No estaban escribiendo los griegos sobre sus dioses, sus hazañas y sus problemas cotidianos? ¿No estaba Guillén hablando de lo que nos define en el imaginario del mundo? El verdadero desafío está en evitar la repetición, en aportarle algo nuevo a lo que tantos han dicho. La clave está en el olfato que debe tener el escritor para identificar la universalidad de un tema local o en cuántas sensibilidades pueden abarcarse desde la íntima realidad de un solo hombre. A veces desespera no solo que sean los mismos temas sino que no hay nuevas formas de tratarlos. Y eso sí es la huella de una crisis creativa.
Eres codirector del proyecto Coliseo Poético. Háblame un poco de esta experiencia.
Pudiera hablar de esta experiencia como de un embrión. Surgió de una manera muy inesperada, en una conversación, intentando simplemente hacer una lectura de poesía de forma diferente. Y ha cambiado mucho. De participantes, de espacios y de patrocinadores. Invariable se ha mantenido Osmel Almaguer, el otro poeta culpable, y quizás algo del espíritu. Ha intentado, sobre todo después de la segunda edición, unir varios temas de interés del ámbito poético nacional: los mundos virtuales (todo, excepto el día de la competición, sucede a través de Internet), una buena remuneración económica (los premios por la lectura de varios poemas superaron en cuantía lo que cualquier premio que se otorga en la mayoría de los concursos nacionales), el resurgir del interés por la lectura del poema en público, la adrenalina de todo concurso en vivo, la participación del público en las decisiones y no solo del jurado, y en cierta medida la democratización y diversificación de la forma de jerarquización literaria más extendida en el panorama literario actual: los concursos.
Después nos enteramos que en el mundo proliferan muchas acciones de este tipo, bajo reglas más o menos parecidas, y hay varios circuitos importantes de slam poéticos, aunque nuestra propuesta gladiadora nos gusta pensarla con nuestros propios intereses.
Solo hemos realizados dos ediciones, la última tuvo también un público considerable (diría que unas diez veces o más de las personas que normalmente participan en una lectura de poesía), y además activo en cada decisión que tomaba. Tuvo mucho apoyo y resistencia sobre todo de poetas. Algunos nos pensaron guerreristas o pretenciosos tejedores del canon. Cosa que nos dio mucha risa, y que obviamente es un síntoma del purismo inútil que aún persiste. Claro que es una obra en perfección. Múltiples causas han retrasado la realización de la tercera edición, pero la idea no ha muerto.
¿Crees que existen líneas/propuestas estéticas comunes dentro de las diversas voces que conforman la poesía de los nacidos en los años 90? ¿Hasta qué punto es infructuoso ya estudiar las poéticas de los creadores ateniéndose solo a la coincidencia temporal de haber nacido, o no, en una década?
Como NO me gustaría que nadie viniera a quitarme mi trabajo, creo que sería bueno dejarle estas preocupaciones a la crítica, y si no existe, pues a los creadores que quieran aventurarse. Como escritor aún no diviso esas líneas, o será que no logro insertarme en las que existen. Quizás desde fuera alguien pudiera venir a iluminarme y a cambiar mi opinión. Ya habrá tiempo.
Particularmente no me interesa el tema, más allá de lo que puedo descubrir leyendo a mis contemporáneos o intercambiando criterios. En ese sentido, cuando varios comulgan en intereses, la línea o el grupo emergerá solo. Lo que sí no puede perderse de vista es que para trazar líneas deben existir voces. Y una voz no es publicar libros o ganar varios premios. Hay que establecer la diferencia. Una voz es un sonido muy difícil de imitar.
Se ha hablado mucho de la poesía como lenguaje revolucionario, que por necesidad obliga a que se revolucionen pensamientos, estéticas e, incluso, criterios artísticos de una época. ¿Es esta la función, así sea adyacente, de la poesía? ¿Se percibe esto en nuestro cuerpo poético nacional?
Ojalá toda poesía fuera revolucionaria. Hace poco oí de una joven historiadora del arte que la poesía era la base de todo hecho artístico, como la ciencia básica que experimenta horas y horas en laboratorios para en el futuro desarrollar un producto. Hay sobrados ejemplos de lo que la poesía ha revolucionado, incluso como himno de transformaciones y luchas sociales.
Me gusta pensar la poesía como una forma elevadísima del pensamiento, como un acto del conocimiento. Incluso la más contemplativa. Pudiera hasta establecer una cadena de consecuencias, a mala poesía corresponderá mal arte, como al pobre desarrollo de un guion corresponde un mal cine. Asumo esta posición determinista. Pongo esta regla en mi tintero y recuerdo algunas voces. ¿Todavía tengo que hablarte del panorama nacional?
En la poesía, ¿es mesurable una relación con el lector? ¿Hasta qué punto un poeta debe escribir para dialogar con potenciales “otros”, e intentar ser comprendido por ellos?
La relación con el lector que eres es vital para el escritor que intentas ser. No se trata de complacer a nadie. Pero tampoco puede perderse de vista la función fundamental: el poema es un medio de comunicación. Hay que definir los públicos a los que quisiéramos conquistar, o al menos escribir pensando en el lector ideal, que es el modelo de uno mismo. Todo lo que traicione esto (escribir para concursos, para el mercado, para sacar un libro tras otro…) va a tener un rápido final, feliz para los que prefieren la Literatura (en mayúsculas quiero decir).
Me consta que eres un autor que madura sus libros con extrema paciencia. ¿Por qué?
Voy a ponerte un ejemplo doméstico. En poesía me gusta el ritual de revisar obras completas. Analizar el volumen. Hace poco me percaté que la poesía de un poeta ¿local? que respeto, Delfín Prats, tenía unas 200 páginas. Ya he escrito esa cantidad en poemas. Acabo de pasar mis 27 años, lo que limita totalmente la posibilidad de ingresar en el club de las leyendas. Podríamos preguntar a muchos lectores y recordarán más versos de Delfín que los de muchos Premios Nacionales de Literatura. Esto tomando en cuenta que ni es un poeta mediático ni ha escrito como Buesa para el “gran público”. Algo dice esto de su poesía.
Autores han muerto muy jóvenes con considerables (en cantidad y calidad) de páginas escritas, hay otros que acumulan grandes volúmenes en sus largas vidas. Están los Rimbaud y los Nicanor Parra. Estos ejemplos me sirven para enunciar que el fin último de la poesía es dejar un testimonio, una huella que nos trascienda. Un ensayo de lo que sería la vida después de la muerte. Claro que la paciencia no es la clave. Es apenas una estrategia para intentar hacer las cosas lo más sedimentado posible.
A veces lo mejor de la producción se da en una corta estación de escritura. Y a veces el tiempo permite entregar obras reposadas. Ya he dicho que soy poeta a tiempo completo, soy un remunerado de la vida académica y científica, a veces escribo.
Paso mil veces más tiempo editando mis textos que poniéndolos en hojas. Cuando uno aprende a desprenderse de florituras la paciencia es apenas la evidencia de que el texto es lo que vale, la búsqueda, la escritura, la poesía es lo que vale. Ya para entonces, la vida propia del poema, separada de la emoción del poeta, habrá empezado esa lucha por quedarse.
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