La conexión daba bateo, y del bueno. Dijeron que era de 10 megas, pero con esa lentitud parecÃa que la habÃan diluido, como el cloro, al 0,1 por ciento. Se quiso utilizar la webcam de la laptop propia que llevó Yadiel Duran, el presidente de la Asociación Hermanos SaÃz AHS en la provincia, pero parecÃamos un video de esos donde pixelan los rostros de aquellos que no quieren que los identifiquen, pero esta vez de cuerpo entero. Al final una productora prestó su I Phone con 4G para poder filmar.
Ese viernes 3 de abril se harÃa una transmisión on line donde la AHS ofrecerÃa lo mejor del arte joven provincia por provincia. Matanzas no se podÃa quedar a la saga. En este momento donde el arte toma una importancia insospechada porque, aunque el cuerpo esté en cuarentena, la mente y el espÃritu deben ser más libre que nunca. Y, aquÃ, somos el segundo territorio con más infestados, aunque tengamos una quinta parte de la población de La Habana.
Por ello los trovadores Lien RodrÃguez, Carlo Fidel Taboada y Javier Sánchez junto con los poetas Luis Enrique Mirambert y Adrián Zurbano y este narrador se reunieron para ofrecerle a la audiencia fragmentos de su obra. Cada uno desde su poética particular, algunas pesimistas pero que funcionan como sicologÃa inversa, otros donde resalta el EROS como el anverso a la desesperación de estos tiempos virulentos.
Todo se hizo contrarreloj. La transmisión por StreamingCuba acababa a las 4 de la tarde y nosotros comenzamos a las 3:50 P.M. No terminaba un poema y ya el I Phone apuntaba a un músico. No sabÃamos si se entendÃa lo que decÃamos. Hubo una orden que los escritores leyeran con nasobucos y temÃamos que los textos sonaran como los gemidos de un perro pateado; pero habÃa que dar el ejemplo. Ya éramos una aglomeración de personas por tanto no tener las mascarillas puestas serÃa llevarle la contraria a decenas de spots publicitarios y al sentido común.
Todo acabó. Tres horas de espera para algunos; para otros que estaban en la Dirección de Cultura desde las 9 de la mañana, más de siete. Entonces a desarmar el tinglado: quitar la lona con el Ãcono de la AHS, la bandera de Cuba y volver a la casa de uno: los trovadores a endurecerse más la punta de los dedos al practicar con las guitarras, los escritores al solitario oficio de vaciarse encima de la hoja en blanco o, ambos sencillamente, a esperar que todo pase y podamos decir que fuimos la generación, los sobrevivientes, del Covid-19.
A uno le entran sus dudas acerca de la pertinencia de esta iniciativa. No todos tienen acceso a Internet. No todos tienen una conexión que les permita abrir YouTube o reproducir un video en Facebook en alguna de las cien páginas que se compartió. No a todos les interesa un grupo de artistas desconocidos, o solo conocidos en un pequeño cÃrculo conformado por otros artistas o snobs o culturosos o seudointelectuales.
Sin embargo, alguien, aunque sea por error, porque los algoritmos de la red privilegian las transmisiones en vivo y Facebook le envió una notificación a esos amigos que no son amigos, aunque una pestaña en tu biografÃa digital te lo asegure y el aburrimiento lo empujó a quedarse 10, observó a un grupo de jóvenes con cara de cumpleaños o, por lo menos, lo que se podÃa adivinar tras el nasobuco en un intento de llevarles un mensaje de decirle: Resiste, mi vida, que estamos on line.
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