Belina RodrÃguez Peguero (Pinar del RÃo, 1994)
UN HOMBRE UNA Ciudad
I
La ciudad se recuesta a la penÃnsula,
intenta dormir sobre una roca
mientras escucha una nana de agua,
esculpe la palabra de los peces.
Acurrucada a la orilla
no permite que sus ojos se abran.
II
Escapó de la ciudad
escapando de sà mismo,
de la raÃz que unÃa sus pies a su cabeza.
Corrió tanto que la llanura era un juego de cuerdas.
Se alimentó de esparto
para llegar a un camino sin kilometraje.
Temer a uno mismo es olvidar.
Escapar es olvidar.
Llegar a un destino sin origen es haber olvidado.
Buscó la fe en sus bolsillos,
la habÃa perdido en algún lugar.
III
Soñaba con Cartagena,
los campos donde hacÃa el amor con las flores
y las flores parÃan más flores desde su esperma.
Nutrido del jardÃn al borde del castillo
crecÃa desde adentro
y reemplazaba cada órgano con un ladrillo.
Crecer cerca de lo lejano
ayuda a olvidar las distancias.
La manecilla siguió su curso junto al sol
oxidando la puerta gigante que tapaba su pecho.
Los sueños mantuvieron las estaciones
hasta que cada paso de cada dÃa se endureció.
Soñó de nuevo con los campos
donde las flores nacÃan marchitas.  Â
IV
La ciudad despertó
revitalizada y hambrienta.
 El agua la salpicó tanto que terminó limpia.
Llena de fe miró a lo lejos
donde yacÃa un hombre de piedra que no pudo recordar.
Las ciudades también olvidan.  Â
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