«Esta mujer cubana, tan bella, tan heroica, tan abnegada, flor para amar, estrella para mirar, coraza para resistir.»  Â
José MartÃ.
Cinco letras dibujan tu nombre, cinco letras que dibujan tu silueta camino perseverante de tu sueño virtuoso y tu fe inquebrantable en la equidad de género, en la utilidad de la virtud. Cinco letras dibujan tu nombre, más que flor, más que madre, más que hijas, más que esposas.
Para departir y escribir de esta criatura hermosa, fecunda como la tierra negra de nuestros campos, que provoca y engendra la maravilla del nacimiento y la vida, tenemos que esbozar en un papel el instinto apasionado lo que es ser mujer y, sobre todo, una mujer cubana. Quizás un poeta navegarÃa en su mar de poemas buscando el verso perfecto, meritorio, para describir a una medida exacta de pies a cabeza y del alma al corazón el significado eterno de la mujer como un ente social, como compañera, revolucionaria, amante y guÃa eterna de nuestros tiempos.
Nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz proyectarÃa con su prosa auténtica de cubanÃa, de reafirmación amorosa y de igualdad, el valor genuino de la mujer cubana cuando expresara:
«Las mujeres constituyen un verdadero ejército al servicio de la Revolución (…) La mujer es una Revolución dentro de la Revolución (…) Cuando en un pueblo pelean los hombres y pueden pelear las mujeres, estos pueblos son invencibles, y la mujer de este pueblo es invencible.»
La mujer cubana partÃcipe necesaria de nuestras luchas independentistas arroja una guÃa eterna por más de 61 años y pone de manifiesto con hechos lo que expresara nuestro Fidel referente a las mujeres cubanas. Demostrado a partir de las luchas de independencia contra la metrópoli española y norteamericana que tenÃa sometido al archipiélago cubano aún yugo colonial e imperialista.
La bayamesa Rosa Castellanos Castellanos serÃa unas de las primeras mujeres que demostrarÃa su valor, su entrega, vocación, por un bien común, por la Patria en la contienda independentista de 1868 a 1878. Las mayores virtudes de esta mujer serÃan expuestas en su humanismo, su buen humor y su sentido de la disciplina, pues existe constancia de que siempre estaba jaraneando con los enfermos, mientras que mandaba, ordenaba e infundÃa respeto entre todos. Esta mujer negra y esclava que siguió el camino de la independencia de la dignidad y el decoro alcanzó los grados de capitana del Ejército Libertador participando activamente en las cargas al machete.
Mariana Grajales serÃa otras de las mujeres cubanas que dejarÃa una huella e impronta en la Historia de Cuba. La madre de los Maceos fue un sÃmbolo del valor y la generosidad de la mujer cubana, aguerrida combatiente que inculcó a todos sus hijos los ideales de independencia y lucha contra el dominio español que le acarreó muchos amigos y admiradores como fue José MartÃ.
El Apóstol expresó:
«¿Qué habÃa en esta mujer, qué epopeya y misterio habÃa en esa humilde mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella como de la raÃz del alma con serenidad de hijo, y como de entrañable efecto? Asà queda en la historia, sonriendo al acabar su vida, rodeada de los varones que pelearon por su paÃs, criando a sus nietos para que peleen.»
Mariana Grajales demostrarÃa con sus acciones que la mujer puede ser útil en las labores revolucionarias, patrióticas, combativas, sin perder la ternura vocacional de ser madre, esposa y guÃa de familia. Pero serÃa Ana Betancourt de Mora quien se adelantarÃa a su tiempo cuando pedirÃa a los independentistas la emancipación de la mujer en busca de sus derechos. Carlos Manuel de Céspedes expresarÃa que la historia habrÃa de reconocer el hecho de que una cubana se habÃa anticipado a su siglo pidiendo la emancipación de la mujer.
Emancipación y derechos que no tendrÃan frutos hasta el Triunfo de la Revolución cubana el 1 de enero de 1959, en el cual fueron partÃcipes varias mujeres como Melba Hernández, Haydee SantamarÃa, MarÃa Antonia Figueroa, Celia Sánchez Mandule y Vilma EspÃn, entre otras que forjaron el camino de una Revolución que se construyó para los pobres, los humildes y, en especial, para las mujeres. Las féminas en el mejor de los casos era un objeto decorativo, la sociedad asumÃa una actitud y un comportamiento de prepotencia y superioridad de los hombres frente a las mujeres, recluidas fundamentalmente en el ámbito doméstico.
El patriarcado se expresaba con igual crudeza de manera visible. A la luz del dÃa se manifestaban insultos, los gritos, las amenazas, las violaciones y el asesinato. En la zona invisible se oprimÃa a la mujer con el desprecio, el chantaje emocional, el lenguaje sexista, el humor sexista, la publicidad sexista, con mujeres escasas de ropa para incitar el consumo de un producto.
Estas condiciones de desigualdad propiciaron la vocación de justicia y de amor de las mujeres para unirse a la lucha revolucionaria liderada por Fidel contra la dictadura batistiana y defendieron en las lomas y la clandestinidad el proyecto social que promovÃa el reconocimiento de la dimensión de clases, raza y género.
En 1962 el Comandante en Jefe afirmó que se proponÃa crear una sociedad distinta, de organizar un mundo mejor para todos los seres humanos; las mujeres tienen intereses muy grandes en ese esfuerzo, porque, entre otras cosas, es un sector que el mundo capitalista en que vivÃamos estaba discriminada. Y, en el mundo que estamos construyendo es necesario que desaparezca todo vestigio de discriminación de la mujer.
Palabras que se fueron cumpliendo paulatinamente, con acciones, medidas, leyes, que concibieron una vida de decoro, de dignidad y oportunidades iguales al de los hombres. Entre las medidas que se adoptaron fue la campaña de alfabetización que permitió a las mujeres de los sectores menos favorecidos de la sociedad beneficiarse de este progreso social; otras de las medidas fue la creación de cÃrculos infantiles destinados a las madres para el acceso a la formación, al trabajo y participar en la vida económica del paÃs. La emancipación de la mujer no habrÃa sido posible sin el nacimiento de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) bajo el liderazgo de Vilma EspÃn, como expresión del tratamiento particular, dentro de lo general, que se le brindó al tema de la mujer.   Â
Sin la FMC habrÃa sido imposible la construcción de la nueva sociedad, la elevación del nivel educacional, cultural y polÃtico de las mujeres. Hoy, 60 años después, la mujer cubana integra el 46 por ciento del sector estatal y el 17 del no estatal. De los 612 diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su VIII Legislatura, 229 son mujeres para el 49 por ciento.
La Revolución enalteció a las cubanas ante sà mismas y la sociedad. A la Revolución, a Fidel, a Vilma y a la Federación de Mujeres Cubanas, las mujeres deben lo que son, mujeres preparadas dignas, decididas, revolucionarias y guÃas insoslayables de nuestro tiempo.
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