Pocos eventos en Holguín –una de las ciudades cubanas con una dinámica cultura más activa– logran el nivel de participación popular que el Festival de Humor para Jóvenes Satiricón.
Desde mucho antes de las presentaciones, las entradas están agotadas, pero aun así las personas van por aquello de que quizás a último momento puedan entrar y reírse un poco. Y así lo hacen, incluso de pie, al final del pasillo y las lunetas, para no perderse la carcajada.
El Satiricón –así a secas, como la gente lo llama– ha logrado posicionarse y ser esperado cada año, como se esperan las Romerías de Mayo o la Feria Internacional de Artesanía Iberoarte, pero con la peculiaridad de que a todos les gusta reírse de buena gana.
Es cierto, podría decirse, que el humor las tiene todas para ganar frente a otras manifestaciones menos populares, pero lo que hace atractivo al Satiricón, evento que realizó del 23 de febrero al 1 de abril su VII edición, es la selección, la curaduría digamos, que lo hace representativo de lo mejor de esta manifestación cuya vanguardia se agrupa en el Centro Promotor del Humor, dirigido por el actor Kike Quiñones. Incluso Kike lo ha dicho varias veces: el Satiricón funciona como un espacio de confluencias de las diferentes maneras de trabajar la creación humorística en el país.
Esta edición, dedicada al aniversario 15 del grupo Etcétera, a los 25 del dúo Caricare, integrado por Onelio Escalona y Mireya Abreu, y al desempeño femenino en el humor cubano, fue ejemplo de la popularidad de este evento que atrae a toda la familia, auspiciado por la Asociación Hermanos Saíz y el Consejo Provincial de las Artes Escénicas con el objetivo de promover una manifestación tan seria como el humor inteligente.
En la escena…
El Teatro Eddy Suñol –cuyo aniversario 80 celebró el pasado año con una amplia jornada de programación– fue el principal escenario del evento: la sala principal Raúl Camayd, de dos pisos, y la Sala Alberto Dávalos, acogieron las presentaciones del Satiricón.
Pagola la paga, Kike Quiñones, Carlos Gonzalvo (el profesor Mentepollo), Etcétera, Rigoberto Ferrera, El Portazo, Caricare, el ventrílocuo Narciso Alfonso, La oveja negra y La leña del humor vienen protagonizando desde hace varias ediciones las noches del Eddy Suñol, salvo Narciso Alfonso, Rigoberto Ferrara, por primera vez en el Satiricón, y El Portazo.
Hubo de todo un poco en esta semana humorística en Holguín: espectáculos totalmente nuevos, otros con momentos ya conocidos, sátira, crítica social, parodias… Rigoberto presentó Rigoterapia, donde combina la música en vivo –él al piano como todo un showman– y varios sketch, que lo reafirman como un humorista hábil, capaz de hilvanar como pocos un discurso mordaz –que son varios al mismo tiempo– y sacarnos sonoras carcajadas con temas de nuestra más apremiante cotidianidad. El Portazo, colectivo matancero dirigido por Pedro Franco, presentó El recitalito. No puedo, tengo ensayo, puesta que abordamos con más detenimiento en este mismo sitio.
La oveja negra puso Burogracias; La leña del humor junto a Kike Quiñones presentó Hay que ser pacientes, y Etcétera, anfitrión de la cita, obsequió Contentos empeñados y estrenó aquí, pues ya lo había hecho en La Habana, su espectáculo Bienreídos a mis 15.
Caricare en clave de 25
Si 20 años no es nada, 25 tampoco, parecen decirnos los “muchachos” de Caricare con el mismo ímpetu con que se lanzaron en vuelo kamikaze a la escena hace ya esa cantidad de años. Sí, en vuelo suicida, porque para hacer humor en Cuba –donde es cosa tan seria y al mismo tiempo tan cotidiana, y donde el humorista sufre y goza con los mismos problemas y alegrías de todos– hay que tener literalmente las pilas puestas y recargables. Y porque el humorista en Cuba es una especie de gurú, un líder de opinión.
En ese cuarto de siglo, además de sumar años al calendario, han engordado un poco, y aplatanado en Holguín, pero también han crecido como profesionales del humor, recibido numerosos premios por su trabajo y hasta alguna que otra gira a pueblos hermanos; porque si de algo están seguros Mireya Abreu y Onelio Escalona es que el humor, además de hacernos reír a quijada suelta y olvidar las penas, nos hace mejores personas.
Para ello apuestan por la sátira social y la parodia, apoyándose en lo mejor de la tradición humorística nacional, de la que beben constantemente, y también de la foránea. Su humor subvierte los clichés del género y se encamina hacia un manejo más inteligente de códigos universales, que el espectador enterado puede comprender con soltura. Y quien no los domine, aun así se divierte con las peripecias de Mireyita y Onelio.
Sus recientes presentaciones en el VII Festival de Humor para Jóvenes Satiricón demuestran que Caricare sigue tan losado e innovador como en los primeros años de fundado. Y lo más importante, el grupo tiene un público que los sigue y agradece sus funciones. No se han cansado, la cotidianidad no los venció, pues Caricare se ha aprovechado de ella –aunque sea difícil hacerlo– para crear nuevos monólogos y sketch.
En espectáculo Chirrín Chirrán, dedicado al actor William Delgado, nos hacen partícipes de un encuentro entre una chimenea y una cigüeña que desean realizar una cooperativa no agropecuaria, lo que les permite trabajar la sátira social; los funerales y las costumbres y peculiaridades de su práctica en Cuba; el ventrílocuo Alexis y su muñeco Mogollón, texto que Eduardo del Llano escribió para el grupo Nos y otros y que Caricare llevó a escena recientemente; una canción protagonizada por peculiares pingüinos; la relación entre un martillo y una puntilla o la despedida de duelo de un “jefe integral”, el entrañable Lalo… En la noche estuvieron acompañados también por el ingenioso ventrílocuo Narciso, “el mejor malabarista del mundo”, y sus peculiares muñecos, presencia que se agradece pues amplía el diapasón de posibilidades del humor.
El que ríe último…
El humor cubano ahora mismo –el Satiricón así lo demuestra– no deja de ser irónico y cortante con cuestiones sociales y hasta políticas de la realidad nacional e internacional, pero al mismo tiempo sigue cargando con varios de sus estereotipos y chichés.
Lo viene haciendo desde siempre, podríamos pensar. Recordándonos que no hay mejor manera de mirar la realidad –mírese la tradición vernácula, la caricatura, el folclore campesino y programas como Alegrías de sobremesa, La tremenda Corte, Detrás de la fachada y el actual Vivir del cuento– a través del prisma de una sonrisa
Si los abandonara –cuestión difícil pues parten de nuestra identidad y de ese choteo cotidiano que nos hace reírnos hasta de nosotros mismos, descrito incluso en la literatura del siglo XIX, un poco antes de que fuera caracterizado por el necesario Jorge Mañach–, quizás no recibiría tantos aplausos como cuando nos reímos del “otro”, el “diferente”. Aunque “el otro” seamos nosotros mismos, estos chistes siguen siendo hilarantes, a pesar de que nos reconozcamos como objeto de burla y pasto de humoristas.
De todo esto –la realidad social y sus idas y venidas, la burocracia, las religiones, la sexualidad, el racismo, la política, el lindo y el feo– se apertrechan nuestros humoristas. Las personas se reconocen en ello y por qué no, también se ríen de sí mismos.
Por tanto, para bien del género y disfrute de todos, el Satiricón seguirá llenando las salas y reafirmándose como uno de los eventos más esperados y aplaudidos en Holguín.
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