«Cuando escribo tengo los senos abiertos y canto las tinieblas de su edad»

Confieso que la quiero. Diana Castaños es una criatura especial. Tan especial que otras calificaciones serían redundantes. He seguido su literatura desde el primer día en que tuve el placer de leer uno de sus textos. Escribe desde el riesgo y desde su verdad. Es una viajera, una nómada del arte, y sus libros parten desde esa realidad que no es una, sino plural, sencilla y hermosa.

Cortesía de la entrevistada

¿Te consideras una escritora que demora sus procesos creativos? ¿Cuál es la perfecta manera de concebir un libro?

No tengo una sola manera de crear. Es un proceso que viene desde muchas partes y constantemente. Y de vez en vez desaparece también (lo cual está bien y acepto como venga). Llevo mucho tiempo con la literatura entre los huesos y sé que ella siempre regresa. La manera perfecta de concebir un libro por estos días no es la que ha sido para mí y, estoy bastante segura, no es la manera que será: cambio mucho, a veces caóticamente.

Pero mi respuesta es esta: con Riesgo… uno que vaya desde cómo vivo mi vida personal a lo que, finalmente, se pone sobre la página en blanco. El infierno es despertarme un día sabiendo la persona en la que pude haberme convertido y nunca llegué a ser.

Ahora tomo todos los riesgos del mundo: confío en extraños; estudio los nuevos requisitos para escalar el Everest y el Annapurna; invierto mi dinero en disulfuro de molibdeno (porque es más eficiente que el grafeno para convertir agua salada en agua potable). Y amo, por primera vez, con mucha fuerza, a todo lo vivo. (Y tomo como asiento el canto de los pájaros; y cuando caigo, lo hago como el viento sobre la luz).

Después de pasar 30 días de meditación en voto de silencio en una de las islas de Las Maldivas —que sufrieron falta de agua potable a mediados de este año—, poco importa si cumplo o no lo que se espera de una cubana fuera de Cuba: si escribo sobre las putas de La Habana, o si le arreglo o no un poco los detalles imaginativos de la historia que nos contó la Revolución. Poco importa sobre qué, siempre que escriba desde la certeza que todo en la vida es impermanente.

El único riesgo es el riesgo de no hacer nada.

¿Existe el libro ideal? ¿Existe la utopía creativa? ¿Cuál sería la tuya?

El libro que escribes, el que sea, es el ideal. No hay nada que lograr excepto ser lo que eres, en este momento. Nada es para ser entendido o logrado. Lo que hay, es para ser escrito. Por alguien. De vez en vez.

Como escritora, ¿cuál es tu apuesta más arriesgada?, ¿qué buscas contar?

No hay necesidad de hacer apuestas porque no hay necesidad de llegar a ningún punto. La literatura es una manera de expresar lo que soy, una forma de vivir. Como amar a tus padres, como mirarte el cuerpo desnudo frente al espejo, también desnudo. La literatura es lo que es. Ya está en el punto en que tiene que estar en este momento de mi vida, en este momento de la vida de todos. No hay nada que lograr excepto ser. Uno cuenta lo que necesita en ese momento. Lo que sea que se cuente es lo que había necesidad de ser plasmado.

¿Crees que la paciencia y la voluntad están infravaloradas en nuestra profesión?

La vida lleva paciencia y lleva voluntad. No separo la literatura de la vida. Para mí son la misma cosa.

A tu criterio, ¿qué es lo esencial que un escritor debe poseer?

Un escritor se caracteriza por tener una necesidad imperiosa, que viene desde todas partes y hacia todas partes va, de usar la literatura como medio de expresión.

¿La literatura es un proceso sagrado o profano, o quizás una mezcla de ambos?

La literatura es lo que el escritor defina que sea, si es que le interesa definirla. Y lo que el lector que la está leyendo sienta, asuma, piense que sea. Si es que le interesa sentirla, asumirla, pensarla.

No sé qué tan cercana o alejada esté mi literatura de los templos de Dios o de los hombres. Sé que cuando escribo tengo los senos abiertos y canto las tinieblas de su edad. Y soy hermosa como un cielo bajo una paloma.

CORTESÍA DEL ENTREVISTADA

¿Se publica demasiado en los tiempos que vivimos?

Si lo comparas con otros tiempos, seguro. Pero no tengo quejas del mundo en que vivimos. No digo que sea perfecto, ni el mejor de los mundos posibles, como diría Leibniz. Pero es parte de la Gran Pintura, parte de lo que ES —o está siendo— en estos tiempos. Y no hay nada que juzgar al respecto.

En el gremio literario existen, como en todo gremio, polémicas. ¿Cuánto crees que aporta el debate al crecimiento de los autores, y al reconocimiento de sus trabas y sus valores?

No sé cuánto aporta un debate al crecimiento de los autores. Habría que ver el debate, y el autor. Habría que ver cada caso en específico. Y supongo que cada persona tendría su propia visión sobre si el debate le aportó o no. Y qué le aportó.

La verdad es que no pienso mucho en este tema. En otras palabras: no sé cuánto —ni qué— me ha aportado el debate sobre mi literatura.

¿Cómo se encuentra una voz propia para contar? ¿Es una búsqueda de toda una vida o llega un momento que, por necesidad, oficio y circunstancia, se cimienta ya un estilo?

… cuando eres la voz. Si tienes que encontrar la voz, si tienes que sentarte durante horas con la mirada en la página en blanco, o raspar ideas de la cabeza, o robarle ideas a otro, o si quieres cimentar un estilo, o tener el oficio de escritor, o cualquier otra ignorancia relacionada con el ego, entonces no tiene sentido. Puede que salgan incluso textos relativamente buenos, pero no tiene sentido.

Solo tiene sentido escribir cuando no puedes hacer otra cosa. La historia, las letras, salen rugiendo de adentro tuyo. Salen disparadas, las escupes y caen sobre tu mano. Y tu mano teclea o dibuja las palabras (en dependencia de qué edad tengas y en qué siglo te muevas). Solo tiene sentido escribir cuando sabes que si no escribes, te suicidas, te tiras del décimo piso del edificio con diez pisos más cercano. Cuando sabes que dentro tienes algo —un trauma, un desgarre, un lobo comiéndote las entrañas— y, o escribes o te consumes. Entonces eres la voz.

No hay nada que encontrar. Si tienes que encontrar algo, entonces no lo eres.

¿Piensas que existe en la actualidad una crisis de la literatura?

Uno ve lo que quiere ver.

¿Los propios escritores, leen?

Habría que preguntarles a los propios escritores. Yo leo. Ahora mismo casi exclusivamente en inglés.

¿Qué limita nuestras miradas como escritores y la mirada de nuestra literatura?

Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, decía Wittgenstein.

The Price of Being Young

Algunos de tus libros han cruzado ya la frontera de las publicaciones nacionales, ¿qué esperas de este cruce?

Más lectores, por supuesto. Mi principal sueño en la vida sigue siendo el mismo de cuando era pequeña: que un niño (no importa qué edad tenga, entre 9 y 99 años está bien) sea más feliz porque leyó uno de mis libros. Aunque sea por un instante. Aunque no me lo diga nunca.

¿Cuánto del periodismo narrativo está presente en el resto de tu creación?

Dado que soy una escritora que se graduó de periodismo, el periodismo narrativo es el género que fluye más vehementemente de mí.

Ahora que vivo cada mes en un país distinto, todos los géneros que escribo —poesía, narrativa, periodismo literario— tienen parte de esa pluralidad de religiones y modos de vida de los últimos 15 países que he visitado. De alguna manera, las personas, paisajes y animales que he conocido cohabitan pacíficamente dentro de mí, como el mar cuando la luna se mira ahogarse, o como el mar que ha mordido todas las playas.

Mientras más países y culturas visite y habite, más soy ese mar que se desborda y cae en el vacío en los tiempos de abundancia.

En tu reseña biográfica hay una línea que me ha llamado mucho la atención. La cito: “Desde diciembre de 2018 vive en un país distinto cada mes.” ¿Cuánto ha cambiado tu visión como ser humano creador, esa posibilidad de estar en contacto con otros saberes, culturas y geografías?

¡Oh, me ha cambiado tanto!

En Qatar, mujeres musulmanes se compadecieron de mí porque mi clítoris está intacto.

En Japón, apliqué para un asiento en la primera nave que llevará artistas a visitar La Luna, en el 2023.

En Nueva Zelanda ayudé, como voluntaria, en el nacimiento de dos osos pandas rojos.

Estuve mar adentro (perdida y sin rumbo) por dos semanas en las costas de Australia, mientras aprendía a navegar una goleta.

En Nepal estudié los nuevos requisitos para escalar Annapurna, montaña del Himalaya.

En la India enfrenté mis sancaras en un centro de meditación vipassana.

En Indonesia ayudé a restablecer el equilibrio del sistema de los arrecifes coralinos de la islita de un kilómetro de diámetro de Gili Air, con lo que (después supe) fue dinero que los indonesios lograron gracias a la venta de hongos alucinógenos a turistas europeos.

En Europa hice inversiones en la Bolsa, con una suerte tremenda.

En Perú hice una peregrinación (caminé, literalmente, tres días) para visitar Machu Pichu.

Estudié alemán en Serbia; depuré mi francés en Marruecos.

Apliqué para el proceso de congelación de óvulos en Rusia, porque los deseos de ser madre me han nacido, pero no lo seré todavía: tengo antes muchos países a los que viajar, y mucho que escribir, incansablemente.

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