Darcy Borrero Batista conjuga, en su hacer literario, poesía y periodismo narrativo. Es una joven voz que cuenta desde la hibridez y el mestizaje, desde lo coral de una generación que lucha por no definirse y la experiencia individual.
El radar de lo poético tiende hacia ella cierto puente textual que esta entrevista intentará, quién sabe si con éxito, (re)conocer. En todo caso, es una invitación para descubrir a la poeta más allá de los cuadros de la exposición —llamémosla así— del cotidiano artístico del patio.
¿Hasta qué punto influye o no el periodismo narrativo en tu mirada sobre lo real poético? ¿Sientes que hay conexiones, menos o más visibles, entre el periodismo y la poesía?
El periodismo desarrolla una habilidad que los especialistas gustan de llamar olfato, pero que a la larga a mí me sabe a sensibilidad. Hablamos de algo que probablemente se presente desde antes en las personas que no saben vivir de otra manera que no sea esta de andar como radar, preguntándolo todo, escuchando hasta el sonido de una hoja al desprenderse y caer sobre una cabeza.
Sin embargo, no es hasta que estudias Periodismo y te decantas por algo que se ha venido calificando como periodismo narrativo, que esas herramientas se instalan en tu dispositivo mental a lo Dan Sperberg y lo incorporas a tu rutina.
Prefiero no apellidar de productiva a esa rutina, aunque en periodismo se le llame así porque el periodismo que intento hacer aspiro a que se desmarque de lo productivo como se entiende tradicionalmente. Y es ahí donde aparece la poesía que llevo en mi manera de ver el mundo. Quizás porque entiendo el ejercicio escritural como un rictus que demanda amor y compromiso ilimitados. Yo estoy casada desde ya con la escritura, con el periodismo y con la poesía, que vienen a ser otro matrimonio del que participo como una voyeur irreverente a veces, en una especie de triángulo amoroso que prefiero ver como poliamor.
¿Cómo comienzas a interesarte y a escribir poesía?
Esto que voy a contar te involucra. El periodismo y la poesía, en mi caso, están ligados sin retorno. Digo que entré a la poesía por el periodismo, pero en realidad la mirada poética al parecer siempre estuvo sin que yo encontrara la manera de canalizarla. Fui como periodista a una lectura de poesía que tú moderabas y allí estaban las poetas Yosie Crespo, Jamila Medina, Zurelys López y Yanelys Encinosa. Yo debía entrevistar a Yosie, pero me quedé a escuchar la lectura. Fue como abrir los ojos.
Hasta ese momento mis contactos con la poesía, desde la lectura, eran esporádicos. Pero llegué esa noche a mi casa luego de la lectura y de la entrevista, abrí el documento de word para empezar a transcribir, y lo que salió fue un verso, luego otro, y llegó el amanecer mientras escribía algo que debían ser poemas. Que luego quise llamar poemas, que los viví y sentí como poemas. Así nació mi primer cuaderno.
Entonces háblame un poco sobre tu libro Mestiza (Jugando a escribir po-e-sí-a).
Como te decía anteriormente, nace del contacto con cuatro voces y tonos poéticos contemporáneos. Nace de mi encuentro con la mujer que se va, de Yosie; las sandalias socialistas de Zurelys en un país capitalista y un tanto medieval; el sexo de las lerdas y las lelas, las enanas de Jamila, por si las moscas de Yanelys.
Me quedé con un tono y una voz que empezó a dictarme durante un mes en el que escribí varios poemas por día. Es un libro que quiero muchísimo porque habla de mi, de mi entorno, y habla desde otras vidas también, desde las tantas mezclas que llevo: África, España, China, América precolombina.
Mestiza nace también como un juego, porque no quise otra forma de escribir que desde la frescura, lo lúdico, sin que por ello se divorciara del intelecto. Hay cierto darwinismo social en el libro, hay cuestionamiento de símbolos, hay reivindicaciones de tono feminista, protesta cívica, pero hay una sinceridad a la que quizás no vuelva a llegar nunca.
La identidad femenina, ¿tiene que ver de alguna manera con tu sujeto poético o vas hacia otras búsquedas? ¿Existe en tu poesía el concepto de “isla”? ¿De qué manera el país se manifiesta en tu trabajo?
En un primer momento tenía mucho que ver: mi poemario lleva, gramaticalmente hablando, título en femenino. Sin embargo, hay en él sujetos líricos que escapan a lo femenino, está la voz de un hombre en algunos poemas, en otros es la voz de una conciencia que pudiera llamarse femenina, o de un nosotros generacional.
En ese sentido, había cierta intensidad del yo mujer en ese libro, pero no estaba únicamente ese yo. Un poeta santiaguero me dijo que le gustaban mis poemas porque no parecían escritos por una mujer, es decir, lo que se construye como literatura escrita por mujeres, lo que la sociedad entiende que escriben o deben escribir las mujeres.
Más adelante, en un segundo conjunto de poemas, sentí que estaba escribiendo como una mujer, una mujer-isla, pero a la vez mujer-continente, y empecé a cuestionarme eso. Me preguntaba entonces si era necesaria esa marca genérica, si debía escribir desde el yo femenino, si no debía desprenderme de esa segregación a veces involuntaria.
Decidí apostar por la espontaneidad más que por la lógica calculada de la conceptualización artística. Que el yo salga directo al oído, sin filtros tonales. Esto se conecta con el concepto que manejo de la isla imbricada con la mujer y con el país, a lo que tampoco me gusta ponerle filtros, sino que dejo a la voz discurrir. Me gusta pensar que en algunos momentos soy la isla y en otros me siento continente, me siento generación, grupo, circunstancia.
¿Qué aprecias de novedoso o repetitivo en la literatura que se hace hoy en día en Cuba, sobre todo la vinculada al arte joven? ¿Cuáles son nuestras cualidades y hándicaps?
Creo que estamos en un momento de aprendizaje y concientización en algunos espacios de lo que podemos hacer juntos los más jóvenes, como generación emergente, Lxs eMergentes, y aprovecho para nombrarla a mi modo.
Llegó un punto en que lo que se escribía —a mi juicio y desde lo que he leído— era repetitivo. Hace poco escribí que yo era un verso en una anáfora nacional y esa era una imagen retórica para discursar sobre la literatura de jóvenes autores y sobre el país en sí mismo.
No obstante, en el grupo de escritores del que me siento parte por afinidades personales y por decisión también personal, emergen voces que se diferencian mucho entre sí y eso es muy sano. Por otra parte, percibo que en este panorama hay escritores que no se limitan a un género, viajan por el discurso sin acomodarse en un molde, entran y salen de los géneros también en busca de nuevas maneras de decir lo que ya está dicho (nada nuevo bajo el sol). Que compartamos espacios, lecturas, preocupaciones, aun sin pensarnos como generación, es ya una fortaleza. No me gusta juzgar. El tiempo siempre dice la última palabra: lo exaltado sin sentido, cae; lo verdaderamente bueno, trasciende.
¿Cómo calificarías los vínculos literarios entre los escritores de una generación que lucha por no ser considerada ni definida como tal?
Lo que veo ahora mismo es diversidad aunque 10 personas se lean a un mismo autor y lo vomiten luego como los conejitos de Cortázar; es un proceso por el que hay que atravesar, es grotesco, difícil, pero a la larga cada quien se percata de que no podemos ser un conjunto uniformado y busca su voz.
Un poeta sin voz propia es una línea en una cebra. Hay quienes vuelven a una tradición neoclásica, más o menos romántica con una apropiación más o menos singular; hay quienes se separan del canon en busca de interpretaciones poéticas para este siglo de redes. A todos los une una línea: la maldita circunstancia, el sol recalcitrante de los 12 agostos que estamos viviendo…
Por otra parte, en cuanto a vínculos más personales, de esporádicos van pasando a ser vínculos sostenidos. Lo veo in crescendo: un grupo de whatsapp por aquí, una exposición por allá, una lectura, una acción poética, un encuentro, hasta un abrazo. Siempre hay vínculos.
¿Qué aporta el periodismo a tu visión poética? ¿Y qué cubre, en material de experiencias, que la poesía no?
El periodismo me aporta el diálogo, el contacto directo con los demás y eso se vierte luego en mi poesía. Mis sujetos poéticos muchas veces vienen de encuentros con personas que he entrevistado o con las que me he encontrado en equis caminos. A veces pienso que he reescrito algo que antes estuvo en mis papeles, en mis agendas de trabajo. Me sucede mucho.
He sentido alguna vez que una historia no me da para un reportaje porque no hice las preguntas que hubiera querido y era porque estaba pensando la escena o el personaje desde la poesía. Un poema que le dediqué a una mendiga tiene de eso; aunque luego vino la crónica, que es el género puente, fronterizo con mi poesía.
Claro, en materia de experiencias hay un espectro que le es sagrado al periodismo: lo que me aporta la conversación, el placer de investigar, la frustración cuando no puedo llegar a lo que creo es la verdad en un trabajo periodístico. En poesía, en todo caso, la frustración —que es una experiencia que valoro porque resulta esencial tratar de saltar sobre ella— se da en un contexto íntimo, entre las palabras, las ideas y las voces.
¿Sobre qué te interesa escribir, a primera vista, y luego de manera más profunda?
Me interesa escribir sobre cómo se mueve una sociedad, cómo se mueven mis dedos en el teclado de esa sociedad. Me interesa lo inmediato y lo cotidiano y lo moderno aunque también me interesa mucho volver sobre los rastros que deja una Historia nacional poco contada, amueblada con libros de texto que no son todo lo profundos que quisiéramos.
Me interesan mis ancestros. Me interesa contarlo todo, padezco de gula ante la escritura y la investigación, y siento que violo tiempos cuando escribo aceleradamente e investigo para varios reportajes de manera simultánea. Me interesan los espacios, escribir desde cada entorno por el que paso, yo trotamundos… y si me dejas aquí sale un poema.
¿De qué manera transcurren tus procesos creativos y cómo piensas la arquitectura de un libro de poesía?
Eso ha variado. Mis mejores horas son las de la madrugada. A esas horas se me ocurren ideas que me parecen la octava maravilla y luego tengo que analizarlas. Un libro es a fin de cuentas un concepto. Lo que hila Mestiza es la sinceridad de una postura cívica frente a un orden de cosas. Lo que hila a Lxs eMergentes es una búsqueda de lo que somos, ahora, en un tiempo y espacio compartido, un conjunto de personas que no salen de una producción en serie (¡menos mal!).
En otros géneros, los libros se me dibujan con más claridad: en testimonio, los imagino en cuanto a forma desde que empiezo aunque siempre es sorprendente el contenido porque son los recuerdos y vivencias de otros. El proceso creativo siempre es agónico mientras se busca el modo, pero es a la vez de lo que más disfruto en la vida.
Has incursionado también en la narrativa. Me interesaría saber si consideras que aquellos escritores que cultivan pluralidad de géneros tienen ante sí mayores posibilidades de asociación que otros que se decantan por un solo género.
Probablemente sí, abrirse a un nuevo género es explorar un universo de posibilidades asociativas, como sucede con los idiomas. El lenguaje creo que se expande, demanda más respuestas creativas si quien escribe no desea acomodarse.
El concepto de la literatura parece muchas veces disociado de la idea de la comercialización, ¿es esto un evento favorable o negativo a largo plazo?
El escritor es escritor y lo suyo es escribir, pero vivimos una época de posibilidades reales de interacción y socialización con quienes no están en nuestro entorno físico inmediato. Hay que escribir y hacerlo con sensibilidad y pasión, pero también hay que socializar y entender que en estos tiempos somos tan buenos como amplia pueda ser nuestra red.
Red de amigos, de contactos, de editores, de lectores. Hay que insertarse en las plataformas disponibles. Solo que eso es decisión de cada cual y habrá quienes prefieran el ritual íntimo de la literatura y la vida no publicitada. A largo plazo, creo que es preciso que el proceso creativo esté enlazado con la comercialización. En Periodismo, cuando haces la tesis y esta deriva a libro, debes anticiparte y saber para quién, cuál es tu público meta. Esto no tiene por qué cercenar la espontaneidad de la obra.
Cuba tiene ante sí el reto de insertar su literatura a escala global; reto que, hasta ahora, solo han cumplido algunas puntuales voces. ¿Qué deficiencias acompañan al proceso actual de “dar a luz” un libro en nuestros predios? ¿Cómo podría ser cambiada o transformada esta realidad? ¿Cuánto de conformismo nos queda por desterrar de nuestras concepciones literarias y promocionales?
Nos falta a veces perseverancia; y otras, nos falta ser inconformes. Si creemos que el espectro de publicación se reduce a la isla; que para insertarse en un capítulo de la Historia literaria cubana hay que hacer una carrera de circuito David-Pinos Nuevos-Calendario; con el siguiente La Gaceta-CASA-Guillén-Carpentier, que es el circuito 2.0, estamos ante un problema de enfoque.
Realmente sucede que esas son vías para publicar, las más seguras. Todos quieren en el momento cumbre el Premio Nacional de Literatura, pero el compromiso tiene que ser con los lectores, no con el lucro social y ególatra de los premios.
La aspiración, creo, debe ser en todo caso multiplicar lectores. No me refiero a escribir bestsellers, pero sí trazarnos estrategias para la promoción, distribución, etc. No es agradable para nadie que su libro, después de publicado, pase meses sin llegar a las librerías. Nos falta llegar a los públicos. Y a veces nos falta llegar al papel por procesos dilatados. Nos falta movimiento. ¿Qué podemos hacer?, intervenciones del espacio público, lecturas en las calles o lugares populosos. Lo que no podemos es detenernos. Los jóvenes tienen que publicar. Las editoriales tienen que mirarlos.
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