Invitación a un ritual

El ritual de las cabezas perpetuas (Ediciones La Luz, 2018) es un texto que bebe de la tradición epistolar y de los cánones de la novela del siglo XIX. Algo de esto, cierto influjo en el lenguaje, en la recreación meticulosa de los acontecimientos y en el develado paulatino de las capas y capas que componen a sus personajes, se nota aquí y allá. Pero esto no debe convertirse en motivo de reticencia que impida el arribo del lector a las páginas del libro, sino que más bien sirve como una recreación, lúdica hasta cierto punto, que demuestra el trabajo bien servido de un autor que se preocupa no solo por la construcción lógica de su universo y de sus leyes particulares, sino también por la verosimilitud histórica y por el mapeo constante de la identidad de aquellos seres que pueblan el imaginario del texto.

Un aparte merecen la utilización y el estudio de las capas profundas del lenguaje. Evelio Traba no se concentra únicamente en recrear la Historia a través de los detalles superficiales que podrían entenderse como la punta del iceberg, sino en ir a lo profundo, al cuerpo de hielo de la creación donde el lenguaje juega el papel más importante: el de la verosimilitud literaria.

El autor busca —y consigue en amplia medida— que el discurso de sus personajes se integre al discurso de la época, y esta carga pesada —que el lector contemporáneo y adaptado a otras formas de contar percibirá— no puede pasar como materia que se ignore. No es este un texto ligero ni sencillo, al menos a priori, y no hablo del simple acontecimiento dramático que la narrativa devela y oculta de manera paulatina; sino de cómo el lenguaje enriquece las fibras profundas de la reconstrucción histórica.

Si el lector llega a estas páginas podrá encontrar una mirada particular sobre los acontecimientos que tienen como trasfondo a la Revolución Francesa y su posterior debacle. Pero el texto no es simplemente un manuscrito histórico, un juego de recreaciones que se desenvuelve con tino y acierto, sino que ha de verse esto como un recurso, un decorado para la escena, un hilo que se extiende desde la mente simbólica del autor a la mente real de quien lee. La caducidad de los cuerpos, las ansias de conocimiento, el poder que trae la inmortalidad —así sea a costos elevados, costos en sangre y en ética, costos rayados en la piel de la Historia— son los temas fundamentales de este libro cuya influencia mayor quizás pueda encontrarse en Thomas Mann y en el hálito faustiano que Goethe nos legó en la más singular y reconocida entre sus piezas dramáticas.

Ha de advertirse que El ritual de las cabezas perpetuas no es un pastiche ni una relectura de las dos obras mencionadas anteriormente. Todo lo contrario. Evelio Traba posee esa singularidad narrativa que quizás pocos autores jóvenes pueden exhibir con tanto oficio; una singularidad que hace de este libro, más que una lectura agradable, una necesaria.

El ritual es un ciclo donde lo inmortal y lo perpetuo se convierten, más que en deseos humanos, en obsesiones. En estas obsesiones se encuentran todas las ansias que han puesto en movimiento los motores trascendentes de nuestro pensamiento y nuestra ética.

¿Es la muerte nuestro único camino?, ¿existen otras veredas que nos alejen de la aniquilación?, se pregunta Evelio Traba y en las respuestas a estas incógnitas es que se alza un texto que bebe de la tradición fantástica y la imbrica coherentemente con el discurso histórico. Es una novela, sin dudas, escrita desde la técnica, desde el conocimiento intrínseco de un momento en el mapa del mundo; es un texto cimentado en personajes sólidos, llenos de contradicciones, consumaciones, dudas y contaminación, si bien termina por primar en ellos un criterio que los separa en dos franjas desiguales: luz y sombra, bien y mal que, en resumen, pueden verse como dos caras de una misma moneda literaria.

En materia escritural, este es un texto que no supera a La Concordia, aquella inolvidable novela que demostró el oficio y el rigor de Evelio Traba. Quizás se trate de una pura impresión subjetiva: la de la lectora que no ha logrado desprenderse del buen sabor de la obra cerrada. El ritual de las cabezas perpetuas, sin aspirar a los vuelos de la novela que le antecede, ofrece sin embargo otra mirada, otro ángulo de la realidad, un fragmento más del talento de un autor que apuesta por la renovación de sus lenguajes y sus maneras de hacer.

Un ritual no es posible sin la existencia de aquel que conduce el espectáculo de los comulgantes. Evelio Traba ha demostrado ser más que capaz de llevar el báculo y el signo de la escritura en sus manos. Esto, más que baza de triunfo, merece elogio y respeto. El ritual de las cabezas perpetuas no es uno de los tantos libros que acunan y cimientan un limbo creativo donde todo está bien y mal en una misma proporción, ya que hay demasiado de igual o parecido entre las creaciones de autores diferentes. Este es un texto que apuesta por lo individual y lo diverso, por la identidad propia y no por la copia o la clonación de fáciles patrones de éxito.

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