Los últimos episodios de las redes sociales, semanas atrás, nos mostraron otra polémica sobre el ejercicio de la crÃtica cultural en Cuba. Pero tranquilo lector, no me sumaré a esta batalla entre tirios y troyanosque amenaza en convertirse en notas necrológicas para la recepción de las crÃticas en programas televisivos. Al respecto, el razonamiento que inquieta este análisis se dirige a reflexionar sobre los problemas y cualidades del crÃtico cultural por la urgencia de la reflexión colectiva.Â
Lo criticable es resultado de la cultura. Por su parte,el especialista con su crÃtica es una estructura humana que pretende explicar fenómenos y señalar sucesos, convirtiéndolo en posible termómetro del pensamiento. Por tanto, es el nexo insoluble y potable entre el emisor y receptor de la cultura. Aunque su intromisión siempre atrae recelos o estorbos.
El crÃtico es un sujeto con poder, tiene la facilidad de catapultar o destruir con sus opiniones. Es un personaje conflictivo por naturaleza; tan amado como vilipendiado. Su profesión es un camino laberÃntico y lleno de cisma. En Cuba los espacios de gestación y formación de crÃtica cultural no son tan amplios, este es el primer problemaa enfrentar.
Desde la academia existen varias profesiones afines al oficio y con elementos teóricos cercanos a la crÃtica cultural. Cada cierto tiempo, como los fenómenos astrológicos, se dan cursos de posgrados o especialización. Pero, no contamos con espacios dedicados sistemáticamente al azaroso camino de profesionalizar la crÃtica cultural.
Existen diversas especializaciones como la crÃtica literaria, teatral, cinematográfica, audiovisual, musical, etc. A la vez, estas especialidades crean condiciones particulares, por ejemplo en la música o los audiovisuales, donde existen múltiples géneros y subgéneros. Tal situación demanda conceptos y manejos de códigos especÃficos. Entonces, es habitual que no alcancen los especialistas para cubrir las demandas culturales reales y las ideales o que el crÃtico se diluya en un torrencial de trabajos y no capte la esencia de contenido.
En la actualidad existe un staff de crÃticos en Cuba con un trabajo consagrado en el juiciode diversas aristas resaltando la crÃtica musical, audiovisual y literaria. Estos cuentan con presencia fija en los medios estatales de difusión masiva. Pero los que no entren en “este staffâ€, quedan subestimados por un público que legitima esencialmente a través del empoderamiento mediático de la radio y la televisión. Y cuando un experto no mediatizado o emergente cuestiona algún tema controvertido para la sociedad, acto seguido viene el registro del currÃculum, como si importara máslos papeles en pretéritos, que las ideas que expone.Â
Al respecto el crÃtico también debe asumir un sistema axiológico muy diferente a los demás gajes del oficio del arte y la cultura. Entre los valores a ostentar debe primar la sinceridad, la responsabilidad, la honestidad intelectual y la valentÃa. El Apóstol de la independencia cubana, en desmedida lucidez intelectual, gigante en ejercer el juicio literario, caracterizó también en este aspecto. Este molde martiano deslinda un paradigma ideal:
Por supuesto que el crÃtico ha de ser hombre de peso, capaz de fallar contra sà propio, y obligado a hablarnos, como todo hombre digno de tener una pluma, sin una sola palabra más de las que necesita para expresar su pensamiento, ni dos imágenes por una, ni una imagen donde no concurran la claridad de la idea; pero de eso a ponerse echarse por el mundo a arriar banderas, y a negar so capa de crÃticas cuanta hermosura se ve, no deja de haber distancia. Criticar no es censurar, sino ejercitar el criterio.[i]
El crÃtico debe alcanzar el mérito en su trabajo. Parafraseando a un joven intelectual, el oficio demanda de virtudes trágicas. Muchas veces una crÃtica profesional gravita a lopersonal y viceversa. Entonces el oficio del criterio supone una dirección vertical con la polémica y de sufrir consecuencias lascivas al oficio e, incluso, la condena al ostracismo social.
De los mayores problemas que asume el crÃtico es: ¿cómo manejar a las pasiones propias y en el ejercicio de la crÃtica? La mayorÃa de los manuales esgrimen en este apartado, el llamado “objetivismoâ€, la condición “inhumana†de no expresar su “humilde opiniónâ€, como si el autor fuera un amasijo sin sentimientos. Muchas veces se acusa de motivos personales una crÃtica y acaso: ¿no lo hay en toda obra humana?
La tendencia de no mezclar emociones personales en la crÃtica a veces es disfuncional para comprender la realidad de nuestro paÃs. Nuestra condición humana nos ha moldeado de circunstancia diferente, donde lo emocional tiene un peso decisivo para desarrollar la realidad y lograr la empatÃa con el receptor. Es evidente, se ha malinterpretado el esencial lÃmite de lo objetivo de ciertas verdades o conocimientos y se ha codificado en un inoportuno recetarios de dogmas y apotegmas.
La libertad artÃstica y creativa brinda ciertas licencias y comodidades. Frecuentemente, han existido desacuerdos y disonancias de una crÃticahacia determinado fenómeno, como resulta sistemático. Entonces al crÃtico le surge por antonomasia de sus detractores, su alter ego nefasto: el criticón.
El criticón, también bautizado como hipercrÃtico u otros calificativos no dignos de mencionar, es por lo habitual el personaje insidioso de crÃticas con tendencias negativas, detallistas y no propositivas. Pero a veces es la etiqueta para desvirtuar o simplificar con oportunismo los comentarios acertados.
Lo más efectivo para comprender a un crÃtico es elevar la actual cultura del criterio, a pesar de una visible anemia que atraviesa la crÃtica en estos momentos. La crÃtica, el crÃtico y lo criticable es como un triángulo amoroso complicado, a veces funciona bien, a veces no.
La trÃada está mediada por relaciones y conflictos de criterios, poder y aspiraciones que son imposibles de disolver. Por tanto, las dos cualidades más fuertes de un crÃtico deben ser su conocimiento y razonamiento. Y la capacidad de la autocrÃtica tiene que aspirar a la sentencia martiana de ser capaz de fallar contra sà mismo de aquel que se encuentra solo en su propio laberinto.
[i]José MartÃ: “CrÃticos de Chicagosâ€, en Obras Completas, tomo 13, Centro de Estudios Martianos, colección digital, La Habana, 2007, pág. 462.
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