A pesar de los discursos articulados y las brechas otorgadas en situaciones de confrontación entre cultores y representantes de instituciones culturales, así como medios difusores, en el oriente cubano el rap siempre fue –y ¿aún es?– un extraño. La idea que se asume y exporta en torno a los elementos que conforman la identidad cultural del territorio no comprende siquiera la mención del género.
Aun cuando por procesos diferenciados, expresiones como el rap, el jazz y el casi invisible rock conviven en la escena local, ninguno logra su integración a las construcciones que se tienen de “lo santiaguero”. En todo caso, representan intereses de grupos sociales identificados con uno u otro, sin que ello implique legitimación alguna.
El rap, como exponente de la cultura del hip hop, tras su llegada, asimilación y reestructuración músico-textual en la isla bien puede contarse entre esos ya para nada novedosos y diversos rostros de lo identitario cubano en constante conformación.
La modalidad –o modalidades– cubanas, refleja las situaciones específicas de una porción de la sociedad actual y el modo en que generaciones de cubanos las vivencia e interpreta. Sin embargo, si el golpe seco de la palabra ha implicado el sentido de resistencia, no menos resistente ha sido cierto entorno social e institucional al momento de otorgarle espacios dentro del concierto de expresiones actuales.
Aunque los inicios del hip hop en Santiago de Cuba guardan puntos de contacto con el resto del país, su devenir ha sido fluctuante, más allá de los niveles lírico-musicales, en los planos de su creación, promoción y espacios de consumo.
Con el Microphone
Cuando parecía que el rap iba a integrarse al concierto santiaguero no era más que un espejismo. Rebobino.
Los MC llevaban años dando batalla por todo el país, como eclosión cultural, convencimiento y moda compartieron trayecto. El curso determinó quiénes se asentarían o no, mientras otros lograron a través de una presunta postura “contestaria” un modo de vida.
En La Habana surgieron los festivales y después la Agencia Cubana de Rap, puntos sobre los que no tengo nada que aportar. Por estos lares, no sin menos beligerancia y catapultado por el auge nacional, varios de sus exponentes se integraron al ámbito institucional.
El sistema de casas de cultura tuvo la encomienda de sostener los primeros diálogos conciliatorios con los raperos, lo cual incluyó una especie de tutela o apadrinamiento, es decir, “superación musical”; dicho proceso también incluía clases de literatura que incidieran en la elaboración textual de las creaciones raperas.
Estos métodos no estuvieron exentos de crítica en cuanto a lo atinado o no de su aplicación con respecto a las características propias y naturales de la denominada lírica urbana. Si por un lado los decisores culturales lo consideraron un proceso necesario, algunos que se iniciaban y sus seguidores valoraban esta salida como una forma de violentar la esencia callejera de dicha forma cantable.
Con posterioridad, la AHS integró a sus cultores más representativos, aquellos que habían logrado ubicarse en una especie de vanguardia cimentada en la madurez de su obra, el reconocimiento y prestigio entre ellos mismos y el público, hasta la creación-producción discográfica alternativa. En este escenario, los MC pudieron desarrollar su trabajo dentro y fuera de la Casa de los jóvenes artistas. Mutantes resultan los enclaves periféricos donde por años estos hacedores de la música han realizado su performance.
Además de la Casa del Joven Creador, otro sitio emblemático de la Asociación Hermanos Saíz donde su protagonismo alcanza mayor significación se sitúa en la escalinata del Museo Emilio Bacardí, uno de los enclaves de mayor recurrencia en la representación de la imagen urbanística santiaguera.
Esta intersección entre las calles Aguilera y Carnicería ha atestiguado la participación de los raperos junto a artistas de otras manifestaciones. Los estereotipos asignados al modo sonoro-expresivo se difuminan ante los ojos de los propios censores.
Peñas como Kabildazo, Sonido Urbano y espacios desde el Centro Cultural Africano tuvieron el sello de una efervescencia creadora como exponente de la Asociación en Santiago de Cuba. Durante estos años eventos de efímera existencia trataron de expandir la lírica rapera, no obstante, ninguno logró permanencia y trascendencia a niveles sociales más allá de la misma comunidad hip hopa.
Sonido Urbano aconteció a partir de febrero del 2009 y aproximadamente hasta el 2013. En sus inicios tuvo lugar los jueves alternos de cada mes en la Casa del Caribe, liderado por la agrupación TNT Rezistencia y algunas voces en el contexto de la oriental ciudad. Con posterioridad se trasladó hacia el CIROA y esporádicamente a otras locaciones. Además de la expresión cantable y las disímiles manifestaciones del hip hop, involucró a artistas de la plástica, la danza y el teatro, en un proyecto que buscó promover tendencias artísticas desfavorecidas por los medios de comunicación.
La programación de la Plaza Cultural Aguilera –ubicada en el centro citadino–, por ejemplo, en determinados momentos acogió presentaciones de aficionados a la manifestación. Surgieron espacios como Kafé Alternativo, cuyas estrategias apelaron a una mayor flexibilidad y coexistencia entre la llamada música electrónica, el funk, trova, reggae, jazz, rock y hip hop, a lo que se sumó la proyección audiovisual.
Uno de los eventos de mayor perdurabilidad fue el Bonus Track. La jornada buscó aglutinar a voces del territorio y otras zonas del país junto a la participación de artistas de la plástica cuyas obras sostienen discursos comunes, como son los casos Oandris Tejeiro (Joa), Gilberto Martínez y Alejandro Lescay. La agenda incluyó el espacio teórico y las presentaciones musicales dentro de la propia sede.
En el caso del espacio teórico se reiteraron las mismas insatisfacciones, como la ausencia de representantes de la institucionalidad cultural y medios de comunicación convocados a los debates. En determinados momentos afloró la carencia de un hilo conductor de las ideas, por lo que el debate persistió en la manifestación de la frustración de índole diversa de los cultores presentes, sin que en realidad llegaran a vislumbrarse alternativas a las mismas. Cierto desdén por la teoría privilegió el carácter asambleísta por encima del pensamiento crítico.
Mayor renuencia a la convivencia con el rap observaron los catálogos de los Centros Provinciales de la Música, hoy Empresas Comercializadoras. De forma específica en Santiago de Cuba este tema de la “profesionalización” es la resultante de procesos donde las políticas de decisión aún atraviesan por tabúes e indefiniciones que trascienden lo territorial. La actual Empresa Comercializadora de la Música Miguel Matamoros ha acogido en diversas etapas como parte del catálogo de Música Popular a formaciones como Habano Rap, Contraste, TNT Rezistencia, Sentimiento Rapero, Golpe Seko, Cimarrón y Las Positivas. Vale acotar que la mayoría contaba con una larga trayectoria dentro del género rap a su ingreso a este catálogo.
Los momentos hasta aquí referidos y otros que pueda obviar de forma no intencional, no fraguaron más allá de la comunidad rapera la noción de qué es el rap y quiénes sus cultores. Enclaves como la Plaza Juvenil Ferreiro, la Pista Pacho Alonso o el Área del parqueo del Estadio –espacios asignados–, a la postre resultaron de escasa visibilidad.
Fuera de las demarcaciones de la AHS el rap no cuenta en Santiago con una jornada, festival, encuentro o cualquier denominación similar como sí el son, la trova, los coros y ahora el jazz. Las mesas teóricas o esporádicos debates en algún que otro espacio no constituyen momentos trascendentales para pensarlo.
No obstante, a los “contras” algunos integrantes de la colectividad rapera en Santiago de Cuba, en ocasiones, se han visto bajo el influjo de una psicología grupal que apela al discurso de la victimización como modo de autoexclusión.
Aunque sus protagonistas no han contado con el “apoyo necesario” –frase socorrida en estos ámbitos–, no siempre aprovechan todas las posibilidades. Puedo citar el interés que manifestó hace algunos años el Centro de Promoción Literaria José Soler Puig, por la presentación de dos de los números de la revista Movimiento para el cierre de la programación de verano de entonces, lo cual no se concretó por el diálogo impreciso con líderes en aquel momento de la escena rapera, a quienes se les solicitó colaboración. Dichos números fueron presentados en la sede de la Asociación Hermanos Saíz como parte de una jornada, una vez más dentro de los mismos límites.
A mi entender, el ámbito santiaguero no muestra en este momento las más favorables condiciones en cuanto a espacios y promoción, intercambio con el público y socialización, pero lo cierto es que el rap, aunque en contexto difícil, respira.
Relevante es el premio obtenido por los de Golpe Seko con el CD Golpe Seko Brothers, en la Feria Cubadisco 2017. Sin embargo, esta noticia no trascendió más allá de una nota publicada en la página cultural del semanario Sierra Maestra.
Desde la Asociación, los gallos siguen dando pelea y emergen nuevos eventos que aún deben encauzar objetivos y lograr sostenibilidad en el tiempo.
El rap deberá contar con las mismas posibilidades que otros géneros, para comportarse a la altura de esa gran mesa que es la cultura cubana.
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social.