Evelyn Queipo: “Escritora es lo que quiero ser”

Evelyn Queipo Balbuena, madre de los libros Pies en el cielo, manos en la tierra; Oros nuevos: El Viejo Continente; y La máquina de recuerdos, es sin dudas una de las escritoras jóvenes con voz más clara y fuerte en el panorama literario nacional.

Desde su Camagüey natal, conquista premios y gana adeptos, por el dominio de las técnicas y el alma de sus relatos y poemas, especies de seres vivos que enamoran desde la singularidad de las historias y aspectos formales.

Ella reconoce que sus textos tienen mucho de sus experiencias, sueños y desesperanzas, momentos de alegría y tristezas o simplemente de la cotidianidad, enriquecida siempre por la capacidad de ver más allá de lo aparente, sentirlo y reflejarlo con letras, todo lo cual intenta enseñar también en talleres literarios.

Ganadora de lauros, como el César Galeano (2008), Emilio Ballagas (2010), Luis Rogelio Nogueras (2012), la beca El girasol sediento (2014) y el Celestino (2017), esta carismática muchacha asegura que es imposible separar lo que somos de nuestra creación. “Toda gran obra trata un tema humano y ofrece una visión sobre él. No importa si hablas de tu vida personal, de tus anécdotas, cotidianidad, o escribes de los que te rodean. El autor está siempre en sus textos.

“Estoy toda en mi obra. Ahí va mi universo lectivo, van mis maestros, mi familia, mis amigos, va mi Patria y mi Matria, va todo lo que me ha hecho un ser humano con valores y principios. Ellos han podido darme lo que Sócrates aconsejaba dar a los hijos: “Todo lo que no puedan perder en una tormenta”. Y no veo riesgo alguno en ofrecer lo que soy a través de lo que escribo. En el peor de los casos conseguiría aborrecimiento, odio, desconfianza, vergüenza… ¿Ya ves cómo seguimos hablando de temas humanos?”, expresa quien siempre parece muy sincera.

Indudablemente tu literatura es para disfrutar y pensar sobre la realidad, a veces reinventada por ti o mirada con un catalejo diferente. Sale así naturalmente o responde a un propósito.

¿Qué es lo natural? ¿Lo espontáneo, lo empírico, lo que hacemos sin pensar en las consecuencias…? No lo creo. ¿Verdad que no? Descartemos entonces esas categorías. Hay escritores que no le dan tantas vueltas de tuerca al asunto literario y pueden escribir de forma muy natural, con una belleza y un sentido de la responsabilidad admirables. Yo no, muy pocas veces me sale algo bien a la primera. Soy de las que tengo que pulir. Por eso no creo que tenga un talento, más bien algo de oficio. Sin embargo, eso no me corresponde decirlo a mí, ¿verdad? Siempre tengo propósitos, me cuido de tenerlos.

“Si escribiera solo para distraerme no le daría a leer mis textos a nadie, porque ya habría cumplido mi objetivo: la diversión. Escribo porque la verdadera diversión viene cuando la literatura choca con la gente y la cambia. Cambia su modo de ver las cosas. Quiero pensar que lo que escribo contribuye a que otros piensen y reflexionen. Ese es mi Propósito inicial”, título de uno de los 15 cuentos de La máquina de recuerdos, Premio Celestino 2017.

A quienes conocemos tu narrativa nos duele que la hayas abandonado un poco por la poesía. ¿Se debe a una decisión personal o consideras que vives uno de esos períodos de silencio en prosa, el cual puede terminar en cualquier momento?

“No puedo responderte con una verdadera conciencia de mis palabras. Ayer mismo escribí un cuento relativamente largo, pero eso no pasaba hace rato. Y eso, creo, responde a las dinámicas de la vida moderna. Tenemos una sensación tremenda de que el tiempo se nos fuga. No nos alcanza para leer, escribir o hacer todo lo que queremos. Entonces escribo textos breves: minicuentos o poemas. Son construcciones que puedo iniciar y terminar en el día. Un cuento implica trabajo de muchos días, y una novela, ni te cuento. Si el tiempo no se me fugara por el agujero negro de la modernidad, entonces… ¿Te imaginas que me diera por cantar en vez de escribir? Déjame decirte que yo no canto nada mal”.

Evelyn es ganadora de lauros, como el César Galeano (2008), Emilio Ballagas (2010), Luis Rogelio Nogueras (2012), la beca El girasol sediento (2014) y el Celestino (2017). Foto: Alberto Santos Casas.

¿Poeta o narradora? ¿Cautivada por el público infantil, por el adulto o por ambos?

“Ni una ni otra. Yo quiero ser escritora. Desde niña quería serlo y eso no va a cambiar ahora que soy adulta. El escritor implica ambos oficios, implica otros que se derivan de la escritura. Soy radialista, porque también escribo guiones, pero he escrito géneros periodísticos: crónicas, reseñas, comentarios. También palabras de catálogos, décimas por encargo, muchos textos por encargo. Y quiero escribir teatro, ensayo, caligramas… Nunca importa para quién escribo, salvo para hablarle con su lenguaje, con las palabras y las necesidades propias del público a quien va dirigido, porque hay que pensar en un lector ideal para tener noción de cómo vas a hablarle y qué vas a decirle. No se escribe igual para niños que para jóvenes, aunque estén muy cercanos unos de otros. ¿Poeta o narradora? Poco importa lo que soy ahora. Lo importante es lo que quiero ser en el futuro. Y yo… Yo quiero ser escritora”.

¿Cuánto te ayuda en el ejercicio escritural tu formación académica como graduada de Letras?

“Invertí muchas madrugadas estudiando Literatura, Semántica, Narratología, me gustaba ser buena alumna. Sin embargo, no era buena en Análisis Poético, así que en esa me esforzaba el doble. ¡El colmo fuera que toda esa inversión de tiempo y salud, tan lejos de mi casa y de los míos (porque estudié en Santiago), la hubiese echado a la basura! Claro que mi formación es vital. Pero uno no se puede quedar con lo que aprende en la escuela. Mi formación académica me dio el ABC, el resto lo busco cada día”.

¿Cuán difícil es ser escritora en la Cuba de hoy, más desde Camagüey, a cientos de kilómetros de la capital?

“Trato de no pensar en el fatalismo geográfico, porque no me quiero mudar a ningún sitio. Estoy bien en Camagüey, que es donde está mi familia. Pero por supuesto que las mejores oportunidades no están precisamente en una ciudad de provincia. Las grandes editoriales e instituciones culturales, los grandes y más importantes eventos no están ni ocurren en las provincias. La nuestra, para colmo, no está definida si pertenece al oriente o al centro del país. Esa incertidumbre también es fatal. Pero nunca me quejo en voz alta, pues cuando voy a los municipios, es evidente que se puede estar peor.

“Ser escritora es más que un oficio, es también una condición humana. Conozco gente en los talleres literarios, en los municipios, que escriben a la sombra. De vicio. Como si no pudieran contenerse. Verdaderos grafómanos. Poco les interesa si les publican o no, si los invitarán a una lectura tan siquiera. Igual escriben. Tremendo eso, ¿verdad? Por eso creo que ser escritor es también una condición humana.

“Algunos lo hacen con más calidad que otros, claro está. Y cuando establezco nexos comparativos, me doy cuenta que en la capital, como tú has preferido llamarle, gente con menos oficio y condición, triunfa más rápido, o simplemente triunfa. Entonces, para que no me queden dudas a mí, de mí misma, trato de mostrar siempre lo mejor que tengo. Si no triunfo, por lo menos sé que habré perdido con lo mejor que fui capaz de hacer”.

Algunos consideran que la literatura cubana no vive un buen momento. ¿Comparan a los autores actuales con otras generaciones como las de Nicolás Guillén, Carpentier, Lezama y Cabrera Infante? ¿Qué piensas?

“Tu juventud no me hace desestimar la agudeza de tus preguntas y la selección de autores que acabas de hacer. Así que prepárate, que la pregunta puede ser un boomerang. Veo que no mencionas ninguna mujer, podría acusarte de discriminación de género. (RISAS) El mundo en sentido general, no vive un buen momento, y la literatura no está ajena a factores de los más diversos tipos. Por ejemplo, económico. Excepto Nicolás Guillén, mencionas escritores que pertenecieron a la burguesía acomodada de este país. Gente que, sin negar su talento, podía colocar su obra en una revista financiada por ellos o sus amigos, y hacerla circular en los centros de poder del arte.

“¿Cuántas personas tú conoces hoy que se leen a Lezama? Y lo puedes extender a Carpentier, que me encanta, pero pocos lo leen. Hay quienes lo leen y no lo entienden. Cabrera Infante es más potable. Gracioso si se quiere, de un talento excepcional para jugar con el idioma. Y yo me pregunto ¿qué se tiene en cuenta para legitimar una obra? ¿Se tiene en cuenta la opinión de las masas lectivas? Y me lo pregunto justamente yo, que debía tener clara la respuesta.

“Soy licenciada en Letras y me hago esas preguntas. ¿Te imaginas las que se hacen el resto de los lectores? A Guillén, cuidadosamente, lo he sacado de este grupo. No solo por ser pobre, negro y del interior del país (fíjate que Carpentier y Lezama son de La Habana. Y Cabrera Infante se mudó a la capital siendo un chico). Pero no me negarás que hasta los niños recitan fragmentos de Guillén. Sale a la calle y pregunta. Te vas a sorprender como me sorprendo yo.

“Una vez me encontré un argentino que me recitó tres poemas de Guillén. Yo a duras penas le pude decir una sextilla del Martín Fierro. Y en Guillén no solo hay poesía de vuelo popular. No por nada es nuestro Poeta Nacional. Pero volvamos al factor económico con esta canción de Silvio:

“Tener no es signo de malvado

 y no tener tampoco es prueba

de que acompañe la virtud.

Pero el que nace bien parado,

en procurarse lo que anhela

no tiene que invertir salud.”

Con esto quiero decir que los escritores cubanos de hoy, en su gran mayoría, no gozan de los privilegios que los escritores de otras épocas. Ni los de otras épocas, tenían los privilegios que tenemos nosotros hoy. Por tanto, habría que ser muy cuidadosos en la comparación. Ponte a pensar en nuestros premios Cervantes: Carpentier, Infante, Dulce María… Esa gente vivió fuera de Cuba largos períodos. Nada más y nada menos que en Europa, la meca de la legitimación del arte. Europa no ha perdido ese liderazgo que posee desde hace siglos. En cambio, Onelio no lo tiene. Y ¡caramba! ¡qué tremenda es su obra! Si hay un autor cubano al que me he leído completo y completo he disfrutado, ese es Onelio Jorge Cardoso. Un guajiro, pobre, de poca instrucción, vendedor ambulante, maestro rural.

“Como verás, puede haber tantas opiniones como personas. Lo que se considera “lo mejor de la literatura cubana”, no necesariamente es lo que tú o yo consideremos lo mejor. No le permitamos a nadie que introduzca ideas de ese tipo en nuestra mente. Hay cánones, que tampoco establecimos nosotros, pero los hay. No se puede ir contra molinos de viento, porque tampoco son cánones por gusto. Hubo detrás de esa colocación paradigmática, estudios profundos y cabales. Ahora, siempre tenemos la posibilidad de elegir entre los cánones y entre el marasmo. Y lo que “algunos” consideran sobre la literatura actual, es importante saberlo, pero no es un criterio definitivo. En el peor de los casos, dejemos que cada cual se haga su propio juicio. El tiempo dirá después”.

¿De qué depende el éxito y la legitimación literaria?, ¿Solamente de la calidad de la obra y la promoción?

“Tiene tantas aristas como espinas. Si aprendí bien en las clases universitarias, te podría abrumar hablando de categorías estéticas, teoría de la recepción, teoría del arte… Pero en la misma medida en que uno aprende, debe desaprender después, para llegar a un criterio personal. Quiero poner algunas reflexiones sobre el tapete. Lo primero, para hablar de legitimación literaria y éxito, es que se conozca la obra. ¿Recuerdas cuando hablamos de grafómanos que escriben a la sombra de un municipio alejado? Nadie conoce sus obras, por tanto, nadie podrá legitimarlas.

“Luego, “la legitimación depende en primer lugar de la colocación estratégica de tu obra”. Vayamos a la calidad. ¿Qué es calidad literaria? ¿Originalidad formal, estilística, que a veces lo único que logra es incomunicación con el lector? ¿Calidad es imitación de cánones establecidos por otros autores? ¿La calidad la mide un premio literario que designan escritores de mayor o menor prestigio, de mayor o menor conocimiento? Tú sabes que hay escritores exitosos que no saben un pelo de literatura.

“Parece inconcebible que un poeta no sepa distinguir entre rima asonante y consonante, pero existen y no son pocos. Te hablan de poesía visual y experimental, pero desconocen olímpicamente los acentos, la métrica, la rima, las estrofas y composiciones, que es como decir: desconocen la tradición poética que les antecedió, o simplemente, funcionan gracias al empirismo. Yo no me fío del criterio de quien no conoce aspectos básicos de literatura. Son muchos los parámetros que miden calidad. Desde el conocimiento cabal de la lengua, sus leyes, principios y sus recursos, la originalidad creadora… hasta el tacto para poner todo eso en función de una buena idea. Y hay quien, sin estudiar tanto, lo logra.

“Ser exitoso, en cambio, no es sinónimo de tener obra con calidad o legitimada. Es tan solo un factor que te miden los relojes: cuando te mueres se te acaba el éxito. Lo único que queda, no para ti sino para la humanidad, es el legado de tu obra. Si hiciste con ella algo que podía hacer al hombre un mejor ser humano, duerme tranquilo. Con eso, basta”.

¿Qué piensas sobre el reflejo y “análisis” de la literatura cubana actual en los medios de comunicación? ¿Cómo podrían ayudar los propios creadores al análisis de sus contemporáneos?

Me ha alegrado mucho que el periódico Adelante de mi provincia, haya tenido la idea de publicar minicuentos en su última página. Empezamos este verano y cada sábado sale uno de distinto autor. Autores vivos, quiero decir. Camagüeyanos, quiero decir. Y eso lo hace un periódico de frecuencia semanal. Creo que los diarios podrían hacer lo mismo. Hay que trabajar pensando en las maneras de llegar a una mayor cantidad de lectores. Los diarios se adornarían mucho con un poema o un texto breve bien pensado.

Creo que sería la única forma de que muchos hagamos cola en un estanquillo. La radio no está mal, pero en Camagüey no hemos logrado lo mismo que con el periódico. Adelante además le da espacio a las editoriales Ácana y El Lugareño para promocionar la literatura. Con Radio Cadena Agramonte no hay entrada. Llevo meses queriendo que me dejen hacer propuestas y la respuesta es no, o eso lo vemos después. Radio Camagüey sí está abierta a todos los escritores. En la radio nacional yo veo bastante bien representada la literatura. Creo que aparte de Radio Reloj, Radio Enciclopedia y alguna muy específica, no hay emisora que no dedique un programa a la décima, al cuento y la novela. De la televisión no quiero hablar porque casi ni la veo. Pero reflejar la literatura en los medios es algo lograble. ¡Cómo no!

Es tan simple como que los medios la quieran publicar. La crítica en los medios es harina de otro costal. No vamos a resolverlo con planteamientos en las asambleas de la AHS, la Uneac y los congresos, porque no podemos obligar a los que pueden, a hacer la crítica. Un mayor pago no garantiza sinceridad ni calidad de la crítica. En literatura la crítica casi se resume a la reseña y al comentario. Pero igual yo no iba a leer mucha crítica ni aunque la hubiera. Siempre voy a preferir la obra literaria.

¿Cómo te defines como escritora y persona?

Escritora es lo que quiero ser. Como persona me admiro, así que mejor no me hagas esa pregunta. Podría caer en un arranque de inmodestia jajaja.

¿Cariño especial a algún libro o premio?

Siempre digo que el mejor libro es el que aún no he publicado. Y lo propio con los premios. Pero cariño… el cariño es otra cosa. Una madre de varios hijos nunca es consciente de que quiere a uno por encima de los otros. Casi siempre es al hijo pródigo al que quieren más. Los libros no pueden ser derrochadores como aquel hijo de la parábola de Jesús. Pero las madres siempre serán madres. Y como madre que soy de mis libros, me sucede igual: si siento cariño especial por uno, no soy consciente.

¿Principales sueños en el mundo creativo?

Calderón de la Barca dijo: “que todo en la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Desde que lo supe decidí no tener sueños en el mundo creativo, sino deseos y metas ¡Y no se las digo a nadie! Para que se den.

Desarme

La escritora fue detenida en el aeropuerto porque su equipaje era peligroso. La carga consistía en ropa, objetos personales y pequeños frascos de píldoras con sus poemas dentro.

En la aduana, pese a su tenaz resistencia, la escritora fue despojada de las cosas más imprescindibles. Solo le devolvieron la ropa y los frascos vacíos. Luego la mandaron, sin más, en el primer avión hacia su destino.

Se desconoce si el contenido originario de esos envases es en verdad peligroso, pero a esos poemas los conozco tan bien como a la palma de mi mano.
Los de la aduana, con certeza, no saben qué es poesía. Pero saben, sin dudas, dónde está el peligro.

II

Duermo en mi cama de roca
Mi sueño dulce y profundo:
Rosa una abeja mi boca
Y crece en mi cuerpo el mundo.

 

José Martí

Para anclar mi prosa, vivo.
Vivo para que mi verso
No semeje un mar disperso
Ni un inútil sustantivo.
Detesto el arte de archivo
Y la palabra barroca.
Nadie piense que estoy loca;
Pues en ello va mi vida.
Lo sé bien, y aunque advertida
Duermo en mi cama de roca.

Aro y cultivo una tierra
Estéril: la poesía
“¿Para qué sirve?” —diría
El hombre que va la guerra.
Mi verso crece y se aferra
A su abismo de inframundo.
Mas si el titán moribundo
Lo llamara en su partir;
Presto va y le hace dormir
Mi sueño dulce y profundo.

Yo sueño que el río es oro
Aunque siempre sea río.
Que morir no causa frío,
La memoria es un tesoro.
Es por eso que no lloro
Cuando la muerte se avoca.
Esa flor que se coloca
Sobre la tumba de un beso
Se torna miel y exprofeso
Rosa una abeja mi boca.

Y si mi verso sirviera
Para dar vida en la muerte,
Para convertir lo inerte
En abono de pradera
No querría más quimera:
Con la palabra, fecundo.
Detén el sol un segundo
Dispara ya el arcabuz:
Muere, poema, en la cruz
Y crece en mi cuerpo el mundo.

Poesía para niños y niñas

Evelyn cautivada por el público infantil. Foto: Alberto Santos Casas.

Mercancías raras

Por las calles, pregonando

va despacio el vendedor

y sus mercancías raras

anuncia de buen humor:

—Recetas para la suerte,

sosiego para el dolor.

Vendo gotitas de celos

que a la pasión dan color.

Traigo abrazos instantáneos

para el frío y el calor.

Cucuruchos de sorpresas

y ternuras. ¡Soy fiador!

Salgo urgente a la ventana

y lo llamo con temor.

Se detiene a mi llamado

y me dice en un clamor:

—Cómprame tú, caserita,

este sueño, por favor.

Está hecho con semillas

de un manantial surtidor

—¿Qué quiere la caserita?

¿Besos en rama o en flor?

¿Risas sueltas? ¿En racimo?

En ristras salen mejor.

¿Cómo digo al pregonero

que solo quiero su amor?

Él me mira, no adivina,

su frente perla el sudor:

—¡Cucuruchos de ternura!

¿Nadie compra? ¡Soy fiadooor!

 

Nocturnal

Cuando todos se recogen

sale la Luna y despierta

al grillo que tras la puerta

no se animaba a cantar.

Le da un susto a la tatagua

que roncaba en la cortina,

y a la rana que en la tina

veía al inmenso mar.

Un gato desde el alero

recibe a gusto la Luna,

un sijú rompe su ayuna

y ahora que se ha ido el Sol

han florecido Azucena,

Jazmín y Galán de noche

y sin corbata, en su coche

recita don Caracol.

Un murciélago se asoma

a la cunita del niño

le hace dos muecas y un guiño

que asustan al querubín.

“No llores —dice la madre—,

la noche también es bella.

Y si no mira esa estrella

que ha encallado en el jardín”

 

Pregón de frutas cubanas

Zapote, anoncillo, anón.

Tamarindos de mi granja

con frutabomba, naranja,

piña, níspero y melón.

Guanábana, marañón,

guayabas y mandarinas.

Chirimoyas, peras chinas.

Coco, ciruela, caimito,

canistel y platanito

y el mango de Filipinas

El grito de Eduardo

Hay un hombre con los codos apoyados en el pretil de un puente, observa el agua temblorosa. Temblorosa tal vez de frío, o por las gabarras navegantes, tal vez debido al movimiento de los peces clarias en el fondo. Eso depende. Si se trata de los fiordos de Noruega, sería por el frío; si fuera el Sena, entonces se podría culpar a las gabarras; y si se tratara de un río cubano, probablemente serían clarias nadando. Pero lo más importante no es eso, sino el hombre.
Ahora mira el paisaje; sin embargo, eso también depende. Sobre el puente de Ekeberg podría estar mirando el crepúsculo nórdico de Oslo, sobre el Sena, pudiera tratarse de un típico amanecer en la Rouen y desde el puente de La Caridad, pudiera ser cualquiera de las dos cosas, en Camagüey es muy difícil saberlo, a menos que se sepa con exactitud dónde están el este y el oeste. Pero eso no es lo más importante, porque como dije antes hay un hombre, el cual parece angustiado, melancólico, no sé, desde donde estoy no lo puedo definir. A varios pasos de él hay dos personas que se alejan. Tal vez conocidos suyos, o tal vez no, eso no importa.

Este hombre puede llamarse Eduardo, de hecho ese es un nombre muy típico en Camagüey, tanto como Edouard en Rouen o Edvard en Oslo. En cualquier caso está ahí, con los codos apoyados en la baranda del puente y eso es lo que importa.

Eduardo pensaría en su esposa y sus hijos, en cómo llegar a casa y decirles No pude conseguir carne para la comida, comeremos solo arroz y frijoles. Seguramente ayer habría dicho eso y anteayer también, y serían esas las mismas palabras de mañana y pasado mañana. Las mismas desde el comienzo de estos tiempos difíciles, de estos días de mala suerte, donde muy poco puede conseguirse. Eduardo estaría muy angustiado sobre el puente.

Edouard podría no tener mujer ni hijos, podría estar enfermo y muriendo. Cada tarde, desde las lentas gabarras del Sena, los rostros juveniles de los paseantes le devolverían, en el espejo de sus ojos, su imagen envejecida y mustia. Pero no tendría nada más en el mundo sino su reflejo, la melancolía de los años perdidos, la desesperación, la angustia.

Edvard podría ser un pintor y padecer de crisis nerviosas, como muchos otros artistas. Seguro se habría detenido sobre el puente al escuchar voces: la de su madre fallecida, la de su hermana también muerta, voces que lo atormentarían, desesperantes, angustiantes, así como una vez a Van Gogh. Sin embargo, estas historias son solo especulaciones; no conozco a este hombre y no sé por qué está angustiado. Lo único que realmente hay es un hombre con los codos apoyados en el pretil de un puente. Todo lo demás depende de lo demás.

El hombre se vuelve y se lleva las manos a la cara. Sus ojos son la expresión del miedo, del pánico. Lanza un grito, tan estridente que rompe la barrera del sonido. El paisaje comienza a distorsionarse: enormes lenguas de fuego abrasan el cielo y lo tornan rojo como la sangre, las aguas se congelan, las gabarras se parten. El hombre se vuelve andrógino, pierde el cabello y todo se deforma, como si las ondas sonoras del grito repercutieran sobre el paisaje, sobre el hombre, sobre todo menos sobre mí, que estoy fuera. Pero eso depende. ¿Cómo sabe uno dónde está situado si nadie te lo dice? ¿Cómo saber cuándo estoy fuera de un cuadro y cuando no?, ¿qué tomar como referencia? Sin embargo, eso no importa, ni siquiera ya el hombre importa, sino el grito. Un grito de melancolía, miedo y angustia, que pudo ser debido a muchas cosas, a cualquier cosa. Nada lo mitiga, nada lo supera, hasta que por fin se calla y todo vuelve a la normalidad. Entonces el hombre da la espalda y se pierde al borde del cuadro.
Se hace tarde y en mi ciudad también está anocheciendo. En el camino a casa hay un puente sin baranda, sin hombre ni aguas temblorosas. Es un puente muy simple, demasiado simple; pero no importa, aún así no puedo resistir y me pongo a pensar. Todo el mundo piensa en sus cosas cuando regresa a casa, cuando está anocheciendo; todo el mundo tiene cosas importantes en qué meditar. Coloco las manos a ambos lados del rostro y grito. El paisaje se altera, las ondas todo lo deforman, incluso a mí. Solo tú permaneces igual porque estás fuera. Pero eso también depende. ¿Cómo puedes saber dónde estás situado si nadie te lo dice? ¿Cómo sabes si estás fuera o dentro? ¿Qué te sirve como referencia?
Sin embargo, eso no es lo que realmente importa. Ni siquiera yo, porque ya habré desaparecido. Ahora se tratará de mi grito; camino a tu casa tal vez sientas los mismos deseos de repetirlo, tal vez no.

Todo depende.

Definitivamente, todo depende.

*

(Publicado originalmente en Cubadebate)

 

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