Ya sabía que el joven Alejandro Hernández Álvarez daría de qué hablar en el mundo de la fotografía. A inicios de año nuestro Portal del Arte Joven Cubano publicaba Los colores del blanco y negro, texto que destacó cómo sus 14 retratos develaron Sendero a Ciudad Esmeralda, una muestra auténtica y profunda en la que sus fotografías venían cargadas de un toque humano, sensible y lleno de esperanza ante el paso potente del Huracán Irma, catástrofe que quiso arrebatar hasta la alegría a los habitantes de esa urbe camagüeyana.
Esta vez, El precio de la Angustia, del miembro de la AHS en esta ciudad, roza la muy espinosa arista de la violencia de género, a través de los entresijos de la angustia que se encarna en el alma de las mujeres mutiladas por la costumbre y la educación patriarcal y falo-céntrica a las que han estado sometidas desde su nacimiento.
El joven en sus muy deliciosas –por la expresividad que trasmite– y dolorosas imágenes logra, en su discurso coherente y en desarrollo, una nueva visualidad, opuesta por completo a lo que hasta ahora venía haciendo el novel artista: lejos quedarían los flashes de la espontaneidad.
Actualmente se alza con una obra preparada, posada, pero con el mérito genuino de convencer, seducir al público, para convertirlo en protagonista de su mensaje: ¡Dí NO a la violencia femenina! ¡No permitas ser una víctima de este flagelo mundial!
No es casual que la escritora y ensayista agramontina Mariela Pérez-Castro, la curadura de la muestra, refleje su sentir: “El artista salta de la rutina del marco, el cristal y el expositor adosado al muro para sostenerse del aire y el espacio, en un juego de laberinto donde el público deberá orientarse asido al hilo físico que enlaza las obras y al hilo hipotético de su propia experiencia personal y construye su universo a partir de materiales alternativos: cartón, papel estraza, sogas; elementos que forman parte del mundo femenino”.
O sea, las mismas sogas donde tender la ropa, el papel con el cual se empaqueta la basura, el cartón que asume formas de recipientes donde se guarda todo, y velas que han ardido para iluminar las crisis y la reconciliación luego del abuso.
En la Galería Larios, del Consejo Provincial de las Artes Plásticas, el joven Alejandro se las agencia y cuelga más o menos o por generalidad, a la altura del pecho las instantáneas, que logran un perfecto close up al cuerpo femenino, para hacerlas más visuales, más estremecedoras a la vista del ojo, el cual participa casi que atrapado en el diálogo doloroso, pero sincero, entre el contenido de las instantáneas y los secretos de una amiga –como confesó el autor– trabajadora, una madre, una esposa, una hija, novia, amante…
El color acompaña la muestra: el negro, que amordaza y muerde, y también un rayo de luz que semeja la esperanza, a pesar de la desdicha.
La mirada de la modelo –una Eva en sintonía con nuestros tiempos de inclusión, mujer negra y joven, tal cual nuestra identidad caribeña y africana por naturaleza–, a pesar de su encarnado agotamiento, nos revela que la opción no es rendirse, porque siempre se puede alcanzar la libertad. Basta con decir “NO”.
También triunfa esta muestra porque logró el empleo de textos poéticos cedidos especial y generosamente por las mejores voces del terruño, completan y sirven de soporte al discurso que proponen estas imágenes. Igual se agradece la composición musical de Adrián Cansino, que en igualdad con la prosa, logra implicarse sin agresión en un verdad que circunda y está latente en nuestra sociedad.
Las imágenes mostradas por Alejandro devuelven el grito de ayuda, que piden y necesitan esa masa de mujeres silenciadas por un entorno machista. Su valor, el mayor de todos, radica en hacer suyo una problemática que merece la denuncia y el actuar de todos.
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