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El verano empezó caliente. Aumento salarial, el tren chino recorriendo el país, problemas de combustibles y record de temperatura. Entre estos y otros tantos avatares cotidianos, los cubanos se sumergen y nadan en su realidad. Las dinámicas actuales tan vertiginosas en verano aumentan en velocidad de fotones.
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Entre tantas ventajas y desventajas que existen para disfrutar el verano siempre hay una menos frecuentada: la lectura. A pesar de que el Ministerio de Cultura, el Instituto Cubano del Libro y la Literatura, y otras instituciones tienen un amplio sistema de opciones vinculadas al disfrute del libro y la literatura, como las llamadas Lecturas de Veranos y los espacios tradicionales de encuentro con los escritores en todas las provincias… sin embargo la realidad es otra.
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Un dilema progresivo que aqueja hoy a nuestra sociedad es la debilitada presencia de hábitos de lecturas. El conflicto es muy profundo y aunque existen varios análisis sobre el tema, nunca caduca hacer un aviso sobre el asunto. El problema no se limita solamente a la escasez de público en actividades o que sean habituales las mismas personas del “mundillo literario” que al decir de un amigo poeta: se “cocinan en su misma salsa”. Los que están inmersos en la Cuba profunda y diversa pueden constatar que actualmente se está leyendo poco y los jóvenes menos. Hoy en día a escala global se ha evidenciado la depresión de las huestes literarias en todos los sectores.
Los que entendemos el amor a los libros más allá de un hábito, comprendemos cuan peligroso es el asunto. La lectura no es una simple forma de distracción o un hobby. Ha sido milenariamente la principal herramienta de transmisión y adquisición del conocimiento humano. Es un baluarte y esencial camino para conquistar referentes culturales, mejorar nuestro lenguaje y la ortografía. Dentro de la literatura se ha testimoniado y convergido los principales valores humanos de todos los tiempos. Estas son razones suficientes para que entre el calor, la playa, la monotemática programación televisiva, el Facebook (y su aplicación de ponerte ancianito), el reggaetón y la timba, entre todo esto, hacerle un espacio a la literatura y en especial a la de calidad.
Del otro lado del espejo, el lector, ese fin y medio de cada libro, ha cambiado radicalmente, así como las nuevas condiciones que imponen este siglo de las tecnologías en espiral vertiginosa. Brevemente podemos reconocer aspectos esenciales que afectan la salud literaria de esta Isla:
La situación originada por el Período Especial: comprimió durante casi una década las capacidades editoriales y sus tiradas, debido sobre todo a la escasez de insumos. Los títulos procedentes de cualquier género literario, se vendían o intercambiaban con el fin de convertirse en cucuruchos para maní, servilletas para frituras… Parte de estas condiciones han sobrevivido a la actualidad, el anuncio a principios del 2019 de la reducción de la entrada de papel al país no solo ha afectado la prensa escrita, sino que también tendrá su repercusión en la ediciones impresas y en los proyectos en proceso.
Existe un déficit en la enseñanza de la literatura como parte de los planes de estudios. Me aventuro con una incógnita: ¿Qué leen mayoritariamente nuestros jóvenes? La información de una línea de champú para cabellos secos y dañados, una factura de teléfono, los anuncios de conciertos de su cantante favorito, la carta menú de una pizzería, la página deportiva de los periódicos, el muro de Facebook o Instagram, los SMS enviados o los mensajes a la bandeja de correos…Mejor dejo esta parte inconclusa…
También existe una batalla entre el libro convencional y las modernas tecnologías por conquistar los espacios de ocio del hombre de nuestro tiempo. El uso de las redes sociales dominan a nuestros jóvenes, las series extranjeras fascinan como el flautista de Hamlet. Según apuntan los estudios (y la lógica) más recientes sobre el futuro del libro y la lectura, el lector del siglo XXI lo hará y lo está haciendo desde un dispositivo electrónico, computadoras, tabletas, teléfonos móviles o e-readers. Aunque Cuba no es un país de alto alcance tecnológico la avalancha es evidente y los consumos tecnológicos han desplazado a la lectura velozmente. Cierto que el aumento y emigración acelerada a las lecturas digitales es positiva, sin embargo me percato con mis estudiantes que la literatura clásica y cubana no ha sido una temática favorecida y si la literatura comercial, tómese de ejemplo que “Cincuenta Sombras de Grey” o “El Secreto” sean libros preferidos de mucho de mis pupilos.
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¿Pero qué hacer? Me parece que no podemos llegar al extremo de valorar la lectura, al estilo dramático y análogo que nos presenta magistralmente Ray Bradbury, en su novela futurista y distópica, “Fahrenheit 451”, cuando el personaje de este clásico, un bombero obediente y burócrata que vive en una sociedad del “futuro” donde los libros se queman con desprecio. Empieza a leer cuando ve a una anciana desesperada e irreverente que decide quemarse junto con su “Quijote”, la “Guerra y paz”, la “Isla del tesoro” y su “Ilíada”, ante el imperativo de ver arder a su biblioteca prohibida.
Las nuevas dinámicas de la Sociedad lastran el tiempo para lecturas de disfrute. La acuciante situación económica nos devela. Si hay una zona que se debe intencionar con el aumento salarial son las librerías. Ya no puede ser una excusa que un libro represente el 5 % del salario de un maestra o un trabajador de cultura. Debemos invadir las redes sociales y las tecnologías de la información y comunicación para manejar códigos más atractivos para acercarnos al papel.
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Hay que renovar los recursos y discursos de los escritores para promocionar sus obras. Es imprescindible que todos los artistas e intelectuales se unan en favor de la literatura. Hace poco presenciaba la entrevista de unos pequeñines al famosísimo actor de Hollywood Benicio del Toro, en Gibara, uno le pidió un consejo para ser una gran actor y él dijo que lo primero es la lectura, por la importancia que tiene en toda persona. No podemos pensar que un artista plástico o un bailarín no necesitan de la lectura. También hay que regresar a aquellos tiempos que relata García Márquez cuando la adversidad lo llevó a un ponchero en La Habana y este le relató mejor que el autor la novela de Cien Años de Soledad.
Entre tanto calor y complejidades es cierto que la lectura es titánica. Puede ser que las lecturas en verano sean como un boxeador con anemia, pero sigue siendo el mejor camino para fomentar una actitud ante la vida y evitar el secuestro de la ignorancia. Lo que si podemos asegurar en subvertida realidad con lo que dice un tanque elevado que veo a diario desde mi casa es que ante estas temperaturas elevadas aunque usted no lo crea: “solo la lectura salva”.
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Bueno, no solo en Cuba se lee menos. Cierto eso de que lo que más es lo comercial pero, al menos eso fomenta la lectura. La cuestión y creo que podría el autor hacer un análisis para futuro trabajo, es; el desconocimiento que existe entre los jovenes cubanos de la colección nacional de escritores y poetas nacionales. Se fomenta muy poco la lectura, es verdad pero si a eso le agregas que lo poco que se hace no llega, no cala, no despierta, no atrae ¿que está pasando? ¿dónde esta el problema? . Por que un joven de el pre-universitario no sabe quién es nuestro Cuentero Mayor, no conocen a «Francisca», la intrepida mujer que escapa de la muerte. En fin, los problemas no estan lejos, hay que crear espacios, propiciar el intercambio, utilizar las redes sociales para promover la lectura y a los escritores. La Habana, los tiene, las provincias, tienen que crearlos y fomentarlos y los que estan creados, que les hagan promoción.
Magnífico comentario que muestra en pocas líneas algunos problemas que afronta el hábito de la lectura en Cuba. A lo que agregaría la preponderancia de los libros de ensayos vs clásicos de la literatura que ya se hace imposible encontrar en una librería