PRE-MORTEN: una forma de vida

Ven, mi caballo, a que te encinche: quieren

Que no con garbo natural el coso

Al sabio impulso corras de la vida,

Sino que el paso de la pista aprendas,

Y la lengua del látigo, y sumiso

Des a la silla el arrogante lomo: _

Ven mi caballo: dicen que en el pecho

Lo que es cierto, no es cierto: (…)

                                         (“Académica”)

Versos libres. José Martí.

 

No peco del instinto apologético de las reseñas literarias si digo que en el sistema editorial cubano hacen falta más libros como Pre-Morten, de Yasmani Rodríguez Alfaro. Como buena alumna que desechó hace tiempo el aprendizaje reproductivo por el pensamiento, daré, como en las pruebas de la escuela mi Argumente su respuesta.

Pre-Morten apuesta en su concepto escritural por una suerte de amalgama estilística e hibridez genérica que trasluce una irreverencia tal vez, incluso, no pensada, hacia los esquematismos formales que tradicionalmente han marcado las pautas de los géneros literarios.

Tal vez esto ocurra en parte por no ser su autor un académico ceñido a normas fijas y técnicas o herramientas forzosas, no ciñe su obra, su obra es galope vital de criatura encabritada e inquisitiva, sin conocer la cincha. Así, este libro que en su cubierta se presenta como una obra de cuentos, es remojado, como un lienzo, como una fotografía de rollo, en el agua oleosa de otros géneros e incluso de otros discursos. Pre-Morten pasa por la poesía, y no pasa, se amalgama con ella ofreciendo en su mezcla una concepción de luz.

No son vanas las referencias al discurso pictórico pues Yasmani, comparte también esta forma de expresión, y en el libro se nota. Pre-Morten delata al pintor en su interior, y es una búsqueda de colores, una pintura al fresco, un óleo pensado para la palabra y una palabra pensada para el óleo.

Esta “ingenuidad” formal, que otrora sería vista, de manera incorrecta, como un desacierto, es permitida en este libro, y lo más importante en aspectos prácticos, es validada por un sistema editorial, como un paso evolutivo en la formación de ideología y caracteres literarios que competen a las editoriales, y esta ingenuidad pura pero no simple, es uno de los principales aciertos del libro.

El miedo a la palabra subversión, nos ha hecho no usarla, abandonarla a su suerte como otros tantos conceptos automatizados, encarcelados injustamente en la cárcel de los vocablos condenados por falsas interpretaciones humanas. Como toda buena literatura es esta una obra subversiva. Subversiva en tanto no es plana, en tanto nos muestra una versión otra de la realidad, elevando así su calidad artística, haciéndonos repensar el mundo, revolviendo lo pre-hecho, y lo pre-dicho, los constructos y los esquemas.

El sujeto narrativo, llega por momentos a resultar perturbador en su discurso, pareciendo inluso, en ocasiones, por el modo de direccionar el lenguaje y la atmósfera que revela: un sujeto desviado psicológicamente, pero esta no es sino otra etiqueta, y las etiquetas son algo que precisamente este libro trata de desterrar. El sujeto narrativo es, eso sí, diferente, un ser fuera de lo común, cuya singularidad no es motivo de tortura o complejo para él, sino que la grita a los cuatro vientos con orgullo, la planta como un estandarte sabiendo su peculiar personalidad, una fortaleza, en lo que resulta una defensa de lo personal, por encima de lo masivo, de lo amoldado, clonado o canónico.

Esta obra literaria se divide en dos partes: Ikebanas y Sombras patológicas. La primera, como su etimología remite (“Flor viviente”, denominando el arte japonés de arreglo floral), más permeada por un registro estilístico tendiente a lo legendario, a lo mágico, menos agresivo, incluso semejante al discurso infanto-juvenil. La segunda, más tendiente a un lenguaje cercano en ocasiones al realismo sucio, pero formando ambas un entramado estilístico coherente y orgánico.

Con un lenguaje sencillo pero complejo, paradoja solo entendible al desentrañar las páginas del libro, una mezcla macabra, mágica, ancestral y divina, cromática e insular, melancólica y entrañable, y a la vez combinada con elementos tecnológicos o científicos, puede mezclarnos la fantasía, la magia con la ciencia, en una simbiosis particular y única.

Estos cuentos, formalmente hablando, son breves, breves en su planteamiento formal, más su evocación es un ciclo en el que cada cuento nos devela una arista más de la atmósfera interior de este ser, o de las expresiones e ideas que de él parten.

Iconoclasta en su sentido expresivo, Pre-Morten arremete contra cánones establecidos e implantados, contra la estupidez y los absurdos humanos. Es por lo tanto una obra hecha para aquellos que no gusten de los barrotes y las orejeras, que apuesta por una constante búsqueda de libertad de las celdas en las que el mundo nos ha condenado a permanecer.

Por lo tanto, si te gusta tu rutina mental, tu monotonía emocional, si te gusta el mundo tal y como te han dicho que es y te gusta que te digan además la manera en la que debes ver el mundo, no te leas Pre-Morten, sigue “adelante”, levántate cada día, lávate los dientes, y sal para el trabajo, almuerza, regresa del trabajo, emite dos o tres frases hechas como qué que cansado estás o menciona nuevamente la incompetencia de tu jefe y duerme, duerme el sueño sin sueños de cada día, no te leas Pre-Morten porque puede causarle un revoltijo de pensamientos y emociones a tu cerebro para el cual tu abulia e indiferencia aún no están preparadas, porque Pre-Morten es un libro que apuesta por los sueños. “Poeta antes que todo, amo lo bello”, dijo Gertrudis Gómez de Avellaneda, y es esa la principal función del arte: El goce estético. Pre-Morten es antes que todo un libro bello.

Es un libro complejo, inquietante, que frustra como decíamos antes el eterno intento de domesticación del hombre, no remite ni permite esquemas. Su lenguaje es fresco a ratos, amargo también otras veces, incluso triste y doloroso y no es simple en lo que evoca. Es un libro hecho de imágenes y atmósferas, aunque hay también narrativa, que en ocasiones resulta hilarante, valiéndose de recursos como la ironía y el sarcasmo, en su constante busqueda por desenmascarar la estupidez humana y su crítica mordaz en ocasiones, que entraña una búsqueda mayor, la de intentar cambiar o revertir aquello que critica sin resultar tendencioso.

A veces el narrador no se comporta de manera respetuosa con el lector, porque no es su interés adular egos, sino remover el pensamiento y la ternura, desterrar egoísmos. Por eso puede espetarte sin tapujos lo que piensa en ocasiones, su inconformidad con el mundo, porque no le interesa lo que piensen de él. Este es un libro interesante, parece simple a primera vista, pero esta simpleza es solo un engaño, algo superficial para llevarte a los verdaderos abismos que sondea, y este es también un acierto del libro. Pero sobre todo es Pre-Morten, desde su título, una lucha por lo merecido, a tiempo.

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