El Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, concluido este 30 de junio, volvió a demostrar el compromiso, conciencia crítica y profundidad reflexiva de la vanguardia intelectual cubana.
Nos atrevemos a resaltar que también confirmó la altura de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, actual presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, como hombre de pensamiento y arte, como político con una claridad meridiana y sensibilidad de luz hacia la creación.
Al escucharlo era inevitable recordar Palabras a los intelectuales, consideraciones del líder revolucionario Fidel Castro, que sirvieron de conclusiones a tres intensas jornadas de intercambios con escritores, artistas y otros integrantes de la intelectualidad del país en la Biblioteca Nacional, en La Habana, exactamente 58 años antes.
Este domingo de 2019, en la sala tres del Palacio de Convenciones de La Habana, se escucharon varios aplausos, frases de apoyo y una expresión muy particular: “¡Segunda parte!”, “¡Segunda parte!”…
Varios de los escritores y artistas presentes lo comentaron luego en los pasillos: esta fue la continuidad de aquella intervención de Fidel, plataforma de la política cultural del país. Verdaderamente Díaz-Canel denunció y analizó con mucho valor, precisión y exactitud los problemas y retos fundamentales relacionados con la cultura en la actualidad, pero sobre todo destacó la necesidad del trabajo y la construcción en conjunto para enfrentar los nuevos desafíos.
La lectura de ambos documentos, el de 1961 y el de 2019, revela puntos de contacto en el enfoque de las ideas, concepción socialista e interés en impulsar el desarrollo cultural de la nación, a favor de los autores y el pueblo, situando al ser humano en el centro de los sueños.
Y el análisis más reciente es efectivamente continuidad, porque incluye valoraciones sobre el funcionamiento del sistema de instituciones, confeccionado, precisamente, luego de aquel discurso de Fidel, y porque en esencia mantiene los mismos objetivos, pero en contextos diferentes.
Algunos de los intelectuales presentes hace 58 años también se encontraban en la ocasión más reciente, incluido Miguel Barnet, quien entregó la presidencia de la Uneac al joven Luis Morlote, quien se desempeñaba como Primer Vicepresidente de esa organización.
APUNTES PARA RECORDAR
A los más jóvenes nos han llegado algunas escenas aisladas de aquel encuentro de Fidel y los creadores, gracias a narraciones orales y textos de algunos de los participantes, pero indiscutiblemente lo mejor es sumergirnos en el documento, en todas sus ideas, sin repeticiones ni aprehensiones simples de oraciones.
El 16, 23 y 30 de aquel junio de 1961 referentes de la cultura cubana, como Nicolás Guillén, Alfredo Guevara, Lisandro Otero, Roberto Fernández Retamar, Lezama Lima, Alejo Carpentier, Virgilio Piñera, Graziella Pogolotti y el mencionado Barnet, quien apenas tenía 21 años de edad, dialogaron con el hombre vestido de uniforme verdeolivo, el barbudo llegado de la Sierra Maestra, el mismo que guió a los rebeldes hacia el triunfo sobre un ejército muy superior, pero que también era un ser humano de pensamiento elevado y sensibilidad artístico-literaria.
Estuvieron presentes, además, otros como Osvaldo Dorticós, Raúl Roa, Carlos Rafael Rodríguez y Armando Hart.
En su artículo Cuando se abrieron las ventanas de la imaginación, Otero expresa que Dorticós pronunció las palabras introductorias al debate, cuando manifestó que la cultura, con todos sus cauces y matices, debía servir al pueblo, una idea reiterada después por Fidel, y ahora por Díaz-Canel.
Todo sucedía en situaciones muy complejas. Ya había ocurrido la invasión de mercenarios por Playa Girón, bandas armadas operaban en montañas del país asesinando campesinos y maestros de la campaña de alfabetización, reinaba una hostilidad muy clara de Estados Unidos hacia Cuba y también inconformidades internas de quienes en el pasado poseían la mayor cantidad de los recursos, abusaban del pueblo y no compartían la declaración del carácter socialista de la Revolución…
La razón aparente del encuentro fue la prohibición del documental PM (Pasado Meridiano) por la dirección del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, pero verdaderamente la disyuntiva solo reafirmó la necesidad de un intercambio de opiniones y visiones acerca de la creación y la función de la cultura en el nuevo panorama.
Si vemos hoy aquel audiovisual, de Sabá Cabrera, hermano del escritor Guillermo Cabrera Infante, con duración de apenas 14 minutos, que reflejaba la vida nocturna de bares habaneros, nos parecería casi increíble su efecto en aquel momento.
El propio Otero aseguró: “Si este documental se hubiese rodado en otro instante de la historia habría sido olvidado a la semana siguiente, pero nació en una hora de enfrentamiento de camarillas. La película pasó por televisión, pero fue vista con objeciones en el Instituto del Cine. La acusaban de escamotear la presencia de milicianos, de obreros, de maestros alfabetizadores en la imagen que se ofrecía del pueblo; quienes aparecían en las diversiones nocturnas eran marginales, lumpen. Mostrar una parte de la verdad, decían, era una forma de mentir sobre la realidad cubana”.
LAS LIBERTADES Y LA INCLUSIÓN, ELEMENTOS ESENCIALES DE LA REVOLUCIÓN
De Palabras a los intelectuales, muchos suelen mencionar solamente la frase “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”.
¿Qué significa esa expresión? ¿Acaso es recomendable mencionarla de manera individual? ¿Cuánto más dijo Fidel en aquella ocasión?
Recordamos el párrafo anterior y el que la contiene:
“La Revolución tiene que comprender esa realidad, y por lo tanto debe actuar de manera que todo ese sector de los artistas y de los intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la Revolución tienen un campo para trabajar y para crear; y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tiene oportunidad y tiene libertad para expresarse. Es decir, dentro de la Revolución.
“Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie —por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera—, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella. Creo que esto es bien claro”.
El líder aclaró que, incluso, quienes no fueran genuinamente revolucionarios podían trabajar, crear y expresarse dentro de la Revolución, pero a la vez ningún interés personal podía ser superior al de toda una nación y un proyecto que ya había fundado importantes instituciones para el desarrollo cultural.
Más adelante reforzó la idea de la inclusión:
“La Revolución no puede renunciar a que todos los hombres y mujeres honestos, sean o no escritores o artistas, marchen junto a ella; la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario. (…) La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios”.
Precisamos que varias de esas ideas recibieron el aplauso de los asistentes, un mensaje de apoyo y confianza, construido en las diferentes partes del diálogo, como también sucedió en la ocasión más reciente.
Fidel enfatizó en la libertad no solo artística, sino general:
“Permítanme decirles en primer lugar que la Revolución defiende la libertad, que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades, que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de alguno es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser”.
“La Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un patrimonio real del pueblo”.
Resaltamos la profunda sinceridad de quien en medio de muchas dificultades reafirmaba la importancia que le concedía a lo artístico y espiritual, por eso el afán de limar asperezas.
El propio Fidel manifestó:
“Es cierto que aquí se está discutiendo un problema que no es un problema sencillo. Es cierto que todos nosotros tenemos el deber de analizarlo cuidadosamente. Esto es una obligación tanto de ustedes como de nosotros. No es un problema sencillo, puesto que es un problema que se ha planteado muchas veces y se ha planteado en todas las revoluciones”.
Reconoció que los dirigentes de la Revolución no tenían la madurez intelectual. Y agregó: “En realidad, ¿qué sabemos nosotros? En realidad, nosotros todos estamos aprendiendo. En realidad, nosotros todos tenemos mucho que aprender”.
Habló también de sueños que se concretaron luego, como la creación de academias y la formación de instructores de teatro, música y danza que enseñaran en ciudades y zonas rurales, en escuelas y cooperativas.
Y añadió: “Mas la Revolución no pide sacrificios de genios creadores. Al contrario, la Revolución dice: pongan ese espíritu creador al servicio de esta obra…”
UN CONGRESO PARA PENSAR A CUBA DESDE LA CULTURA
Cómo quedó claro en este IX Congreso de la Uneac, Palabras a los intelectuales es, indiscutiblemente, un texto con vida, pero la Cuba de hoy necesita escribir su política cultural, en un entorno muy diferente con influencias del mundo digital, a veces convertido en selva, y nuevos actores sociales, algunos de los cuales privilegian la comercialización por encima de cualquier elemento de calidad artística o cuando la batalla en lo simbólico adquiere dimensiones muy superiores a las de hace casi seis décadas.
Cuando uno lee o escucha los planteamientos realizados a lo largo del amplio proceso de reflexiones y debates en todas las provincias como parte de este cónclave, percibe la profundidad de los análisis y el propósito de aportar a la sociedad y al país, mucho más allá de una organización, algo que deberá distinguir siempre a las vanguardias artísticas e intelectuales de cualquier generación.
El discurso de clausura, pronunciado por Díaz-Canel, debe ser guía permanente para los dirigentes de todos los sectores y para los trabajadores de las instituciones culturales, para creadores y cualquier ciudadano relacionado con la vida artística, literaria e intelectual de la nación.
Los aplausos fueron más numerosos por la capacidad de Díaz-Canel para hablar de las diferentes problemáticas, con mezcla de belleza formal y verbo directo, adjetivos exactos y análisis profundos.
Refirió la pertinencia de una labor conjunta para perfeccionar el proyecto cultural de país de manera que irradie más en todas las direcciones; mencionó anhelos generales y aspectos específicos sobre los artistas y también las funciones y el compromiso de las empresas y las instituciones con ellos.
Alertó que debemos estar “atentos a los que ponen por delante el mercado y no la cultura, el egoísmo sin compromiso social…”. Y aseguró que “los límites comienzan donde se irrespetan los símbolos y los valores sagrados de la Patria”.
“Construir y defender un proyecto socialista como el cubano significa defender el humanismo revolucionario. Como en los tiempos de Palabras a los intelectuales, la Revolución defiende el derecho a su existencia, que es la existencia de sus creadores y de su pueblo”, dijo el mandatario, quien criticó con fuerza el incumplimiento de algunas empresas de la cultura en su función social.
En momentos en que la administración de Estados Unidos destina más fondos a la subversión, “no vamos a limitar la creación, pero la Revolución que ha resistido 60 años no va a dejar sus espacios institucionales a quienes sirven a sus enemigos”, dijo.
Lo mejor sería que este Congreso no termine nunca y su espíritu renovador se mantenga siempre como elemento indispensable para superar disímiles retos.
Quienes deseen tener una visión integradora de la cultura cubana en Revolución, sus desafíos y proyecciones, necesariamente deben analizar los dos discursos, hijos de contextos diferentes dentro de un proyecto social eminentemente humanista, inclusivo, artístico y revolucionario.
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