Dos artistas que no creen en fatalismos geográficos

Video: https://youtu.be/puDo44P5QQ8

Ha sido la XIII Bienal Internacional de La Habana un espacio para que el arte fluya en sus diversas manifestaciones y, por supuesto, ha actuado como catapulta de un sinnúmero de artistas jóvenes que han llevado hasta allá su obra para ponerla a dialogar con los más disímiles estilos.

 

En esta amalgama los creadores avileños, Jeosviel Abstengo Chaviano  y Luis Enrique Milán Boza han encontrado espacio para confirmarse como unos de los más inquietos artistas de esa provincia que, a golpe de talento y de perseverar donde quizás otros se retractan, han conquistado ovaciones.

Foto: Cortesía de los artistas

 

Ha sido 2019 un año intenso para ambos, donde las dinámicas actuales los han obligado a permanecer casi más tiempo en la capital que en su natal terruño, ya sea por exposiciones personales o para tantear nuevos modos de hacer.

La galería habanera Teodoro Ramos Blanco fue el sitio escogido para exhibir Sociedades Vigiladas, integrada por ocho piezas de Abstengo, las cuales compartieron la curaduría con el francés Benjamin Gaulon, el español Mario Santamaría y el norteamericano William Betts.

Su búsqueda artística, de gran sentido antropológico, se ha caracterizado por redescubrir la parte menos gentil de las sociedades, con temáticas que se adentran en lo marginal, lo delictivo y los comportamientos humanos.

Sin embargo, sin desligarse de tal poética, propone en esta exposición otra mirada a esas realidades a partir de reutilizar imágenes de cámaras de video-vigilancia, en una suerte de estampa realista que se bifurca con las ondulaciones del pincel.

Con la técnica de óleo sobre lienzo, capta el momento de mayor desinhibición frente a las cámaras, ahonda en los polémicos límites entre lo público y lo privado, y el mito de la seguridad en la ciudad, vulgarizado por la evidencia de una foto o un video digital que registra cada acción hasta en los más insospechados sitios. El artista provoca con su propuesta, empecinado en evidenciar realidades, más que en dar por absoluto un estado de cosas.

Por su parte, las esculturas de Luis Enrique Milán Boza fueron reservadas para la galería Galeano y, una vez más, el público pudo disfrutar de la exquisita forma con que asume dioses, culturas, y hace física la interacción del hombre con su espacio a través de la tridimensionalidad que permite la escultura.

Ganador del Post-it 4 en el 2017 y del Primer Concurso de Escultura Monumental “Bernardo Quetglas”, su obra representa íconos religiosos de diferentes culturas, desvirtuados, amorfos y consumidos en su propio poder. Así sucede con Los rayos, donde se aprecia a Cristo mutilado por rayos en su rostro, o Buda, donde el cabello invade la cara hasta que la fisonomía de esta deidad se desfigura.

Su discurso en torno a lo sagrado, lo mitológico y lo icónico no solo lo asume desde una posición iconoclasta, porque también ha apostado por colocar al espectador frente a sus propias obsesiones.

De momento, podría decirse que estos estados creativos, además de un merecido éxito personal, debieran ser un compromiso para las artes visuales en la provincia, que no solo necesitan más presencia de los creadores en los espacios de galerías institucionales, sino, además, un acompañamiento decisivo en la evolución de estos y otros artistas.

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