Contra todo pronóstico, mi poesía insiste siempre en respirar

Puede que conozcas a Noel Alonso Ginoris, al autor o al poeta que vive tras el seudónimo naGinoris: al fin y al caso, son la misma criatura. Puede incluso que hayas encontrado patria y soledad en sus versos, explosión e implosión. La poesía es sabia y elige.

Noel responde esta entrevista sin pensar en esa circunstancia maldita del agua que nos rodea a todos, aunque conoce tanto al agua como a su circunstancia. Descubrir su poesía –escucharla primero, leerla mucho después– despertó mi interés en acercarme al joven que habla de la isla como una oquedad insondable.

 

En tu poesía existe la constante presencia de la isla. Una isla que es flor, raíz y muchas veces, la metáfora de un narciso que se ahoga al contemplar su propio reflejo. ¿Crees que el concepto de isla, de país, es una de las constantes de la creación joven? ¿Cómo experimentas tu relación poética con la tierra, con el terruño, con este espacio que vives?

La constante isla-país, isla-pez, isla-hombre pertenece a la filosofía del hombre insular. Vivir en una isla, “en la maldita circunstancia del agua por todas partes”, es una explosión de sentires, de metáforas. A veces reutilizadas, como dogma, otras veces reescritas desde un tiempo otro. Creo en la pertinencia del tópico isla, incluso pienso que falta aún por decir desde la metáfora.

En mi caso soy autorreferencial, aunque mi Yo es más expansivo que individual. Mi cuerpo es mi patria, donde soy libre, y la poesía es la lengua sacra que desmaterializa todo y arma el corpus idílico que yo deseo. Mi cuerpo es también una isla, una soledad, una amalgama de lenguas y hombres en toda mi soledad. Pero soledad al fin. Sin fronteras y con oleaje. Y mi cuerpo-isla tiene oquedades insondables.

 

Entonces, ¿el verdadero país de un poeta es la poesía?

Sin dudas. La idea de revitalizarnos de la calcinante cotidianidad es esa: crearnos y crear el exterior. El resultado de toda la poesía que cada uno escribe conforma la sintaxis del país interior, del país recobrado/restaurado por la palabra.

Convergen muchas generaciones de poetas en Cuba. Esta polifonía generacional, ¿la ves como ventaja o desventaja? ¿Hasta qué punto consideras importante, en la promoción del arte joven, el apoyo de otras generaciones? ¿Existe tal?

Es una ventaja maravillosa. Se necesita esa polifonía, esa convergencia de varias poéticas. Por ejemplo, el Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe es uno de esos momentos donde uno se junta con las generaciones pasadas y con las nuevas. Se aprende mucho mientras se escucha a las viejas generaciones. Sobre todo, se aprecia en grado sumo las diferencias estéticas de hace unos años y las de ahora. No hablo de superioridad, me refiero a las distinciones que hay epocalmente. Eso se disfruta mucho. También es importante conocer la generación de cada uno, saber sus intereses idioestéticos, sus maneras a la hora de crear. Todo esto es necesario.

Sin embargo, con respecto a la promoción del arte joven, no creo que exista un apoyo real y concienzudo a las nuevas generaciones, salvo ciertos festivales y ciertas personas. Realmente falta visibilidad de los jóvenes, y no de los jóvenes con una obra ya colocada en el mainstream; se necesita también que los jóvenes, que no han publicado, tengan la posibilidad de leer sus versos en festivales donde la invitación no sea restringida. Pienso de nuevo en el Encuentro de Jóvenes Escritores de La Habana, con un equipo maravillo que le da voz a los que no se conocen aún. Se necesitan festivales más ecuménicos y menos restrictivos.

 

Tres libros has publicado: dos en Chile, uno en Suecia. ¿Por qué no has llegado al campo de publicaciones en Cuba?

Antes no lo hacía por miedo, lo confieso. Me daba pánico acercarme a una editorial o a un concurso. Ahora ya no, aunque sigo con cierto pánico. Estoy esperando la oportunidad para publicar en mi país y, cuando eso pase, seré feliz. Publicar en Cuba es una dicha enorme. Todos los amigos que tienen sus libros publicados en la isla lo dicen, amén de los desmanes de ciertas editoriales y, en algunos casos, la falta de presupuesto. Publicar en Cuba sería maravilloso para mí. Lo sumo a mi lista de deseos.

 

¿Cómo transcurre tu proceso de trabajo?

Bueno, con respecto a los estudios literarios, el proceso es el usual: leo la bibliografía del tema, escarbo bien para encontrar los puntos de contacto, y luego me siento a escribir. Con la poesía no tengo una metodología tan bien definida. Es casi caótico. Me paso meses sin escribir, solo leyendo y escribiendo ensayos. Claro, siempre una idea aparece y se anota. Pero la poesía sale cuando menos me lo espero. A veces estoy tres meses sin escribir y en una semana escribo un libro de un tirón. Así sucedió con Las causas de la humedad, publicado en Suecia recientemente. Mientras sucede la poesía, mientras se escribe, en mí hay solo silencio. El resto del mundo puede romperse. Es un trance divino. Nadie que haya pasado por ello quiere salir. El viaje de la primera palabra a la última, del primer sonido al último: esa es la gramática del acto de escribir. Creo que también sucede con el resto de los géneros.

 

¿Valoras la investigación como parte de la poesía, o piensas que este género marcha por otros derroteros donde intuición y práctica son más importantes?

No, la investigación es importante para la poesía; sin embargo, no es crucial. La investigación la llevo en la sangre, si leo un poeta y tiene más de un libro, pues busco el resto, y siempre me descubro indagando por sus poemas más fuertes (de acuerdo a mi gusto, claro), marcando la página con notas y esbozando un miniensayo sobre lo leído. Así descubrí que la poesía no es esos tres tristes versos que le dan a uno en la escuela. Que hay mucho más, pero hay que buscar. No es que sea necesario investigar primero, para escribir poesía después. Sin embargo, creo que debe ser un ejercicio simultáneo: mientras más se lee, más se escribe, porque habrá luego un horizonte enorme de posibilidades estructurales que se pueden seguir o desestimar para crear otras. Asimismo, sucede con las palabras que hacen el vocabulario del poeta (un vocabulario personal que defina su mundo, su cosmos discursivo).

 

¿Alguna vez te has quedado con un libro pendiente, un libro en pausa, que temes no le haya llegado su tiempo preciso?

Sí. Mantengo inéditos cuatro libros. Inéditos se dice rápido, pero realmente siempre voy a ellos, les cambio alguna palabra, los dejo respirar meses, luego regreso y borro poemas enteros y los rehago. Si no los publico a tiempo creo que van a desaparecer. Pero, ya en serio, creo que a algunos de esos libros les falta su tiempo para madurar. Y que sea cuando ya estén listos, cuando sean “mayores”.

 

Existe una cierta angustia existencial en algunos escritores por llegar al campo de las publicaciones. Una vez allí, se incorpora la angustia de permanecer publicando en un terreno donde la competencia y las carencias económicas son la orden del día. ¿Cuál es tu mirada sobre la creación y el fenómeno de la sobreexposición de un autor? ¿Esta angustia por publicar más y más deteriora el acto literario?

La creación es, ante todo, un fenómeno expresivo individual. La creación literaria no necesita ser libro a priori. Yo hago poesía, buena o mala, no importa, la hago y eso no significa que deba ser publicable todo lo que he escrito, tampoco significa que quiera publicarlo todo para poder respirar tranquilo. Me siento activo en el acto comunicativo de escribir, amén que las editoriales lo validen o no. Debe ser agobiante estar siempre publicando, estar cazando editoriales para que publiquen cada palabra. También el arte tiene un presupuesto contemplativo, donde uno se halla reconociéndose en pleno goce de su obra. A veces es necesaria la pausa y salir a caminar: mirar el mar, leer (leer mucho), aprender un idioma, sembrar un árbol. Es preciso salir a la calle, ver a las personas, a la ciudad. Todo habrá cambiado y deberá ser reescrito después de la pausa. De lo contrario, la creación literaria se verá en la angustiosa manía de repetir exactos rótulos que nada nuevo tienen que aportar.

 

Nuestra generación poética, ¿de qué carece o qué le sobra?

Nuestra generación tiene algo que me parece insoportable: la levedad con la que se desarrollan los temas. Yo creo que los grandes temas de la humanidad ya están, ya son. Es decir, el amor, la muerte, la vida, la infancia, la isla, la vejez. No los vamos a inventar. Lo que varía es el procedimiento, la manera particular de desarrollar el tema. El tema existe, pero las miradas son distintas. Y creo que hay una inmanencia discursiva en nuestra generación. Hay un espacio acomodaticio del cual pocos han logrado saltar. Eso también convierte en cotidiana asfixia el proceso creativo. Y nadie quiere leer lo mismo dos veces, imagínate cien.

 

La poesía, ¿es solo una plataforma virtual para devorar y devolver ideas o, en tu criterio, tiene otra función? ¿Cómo sucede en tu caso?

Harold Bloom habló de las relaciones intrapoéticas en La angustia de las influencias. Esa influencia primera es como el primer tatuaje, nunca se va. Siempre reconozco a Virgilio Piñera como mi gran inspiración, mis primeras líneas de versos fueron por él y para él. Y así ha pasado con muchos. Sin embargo, uno debe encontrar su voz, que la influencia no sea para plasmar la idea de otro, sino para alimentarte de estructuras, de maneras. En mi caso sucede que intento romper con lo cotidiano. Si creo que la muerte es azul, pues azul será, y no verde porque lo dijo Fulanito. La poesía creo que tiene que desautomatizar lo que vemos normalmente como algo bello o feo, útil o inútil; de paso también escindir todas las categorías conocidas para nombrar. Creo que la poesía abre el espacio a que las cosas se vean desde otra óptica y, si cada poeta la describe a su manera, pues esa cosa (que puede ser desde una piedra hasta un cadáver) tendrá un valor y no quedará en el olvido cotidiano. La poesía es más que una plataforma virtual, y como Dios o la muerte, no tiene rostro. Aún queda mucho por decir de los grandes temas universales y eso es muy atractivo.

 

Si tuvieras que hablar de las fortalezas de tu poesía, ¿qué te gustaría mencionar?

Lo perseverante que es. Contra todo pronóstico, insiste siempre para respirar. No importa que nadie la lea, que nadie la publique, ella insiste. Y creo que he tenido resultados gracias a esa perseverancia.

 

Por simple curiosidad, ¿por qué el seudónimo? ¿Continuarás publicando bajo la firma naGinoris?

Esta pregunta me ha hecho reír. Sucede que antes de recibir tu correo, justo el día antes de recibirlo, me preguntaba lo mismo, por qué me pongo este nombre casi impronunciable, que no tiene pregnancia, nadie sabe cómo llamarme. Para los amigos de siempre soy Noel. Y creo que está llegando el momento de ser Noel Alonso Ginoris, el autor. Al principio me cambié el nombre por naGinoris para diferenciar al poeta del ensayista. Hoy, sinceramente, no encuentro factible esa dualidad. Creo que sí, que está llegando el momento de publicar con mi nombre real.

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