Pedro Franco y María Laura Germán parten de un reciclaje de conceptos teatrales, válido en esta especie de work in progress en que se ha convertido CCPC, la República Light en su tercera temporada (enero-abril/2019) para reafirmar algo conocido por quienes siguen la obra de El Portazo: su capacidad de adaptabilidad y metamorfosis, su dominio para reutilizar herramientas en pos de un crecimiento a la par de los cambios sociales.
Ese “cabaret político” que es CCPC, que recuerda la tradición del cabaret político mexicano a mediados de los setenta, resulta escenario posible/ideal de convergencias y rejuegos teatrales (a partir de las posibilidades de la sátira, la revista, el burlesque, el bufo criollo) en un intento por romper/modelar/sacudir las reglas del establishment ¿teatral?
Dentro de CCPC todo es posible… parecen decirnos constantemente. Y esa “posibilidad democrática” –altamente deseada y por demás casi utópica– resulta agradecible por un público necesitado, precisamente, de este tipo de “descarga sociopolítica” y soñadora.
Como work in progress la obra –a la par de los cambios del país mismo: la aprobación recientemente del Referendo Constitucional para aprobar una nueva Carta Magna; la inclusión del matrimonio igualitario dentro de la misma, entre otras– puede correr el riesgo de la repetición, la redundancia de ideas… CCPC, la República Light puede ser “eterna” en cuanto a una exploración epocal, pues el propio país así lo sugiere, pero en esa especie de mutabilidad teatral puede, incluso, para quien haya visto las demás puestas, sobre todo la paradigmática de 2015, rozar la precoz monotonía y el aburrimiento.
Rozar, pues CCPC –en su escencia de show todoterreno, vodevilesco y trasgresor– pretende todo lo contrario: sus sugerentes personajes, como sacados de la commedia dell’ arte y aderezados con una estética camp que exagera (potencia) algunos de sus rasgos, ponen al ruedo nociones como Patria, identidad, Nación, historia… Resultan una especie de bisturí farsesco-analítico de la vida social y política de la Cuba actual, pero que va más allá y se remonta a los orígenes de sus rasgos identitarios, esos que, como asegura Pedro Franco, vienen de un Villanueva, un Virgilio Piñera, un Antón Arrufat: la pionera de María Laura Germán, esa que ha sido tubo de ensayo para revisiones ideológicas; la miliciana de un magnífico Iván García; la luchadora de Betiza Bismark; la madre de Williams Quintana; la Patria de Juan L. Prado… son también la historia.
El guion de Franco y María Laura, a partir de textos de Norge Espinosa, Manuel Hurtado, Iván Camejo, Maylan Álvarez, Abel González Melo, Isabel Cristina López Hamze, Antonio Herrada, Yunior García, Israel Domínguez, entre otros, suma a esta “espectacularización de lo político”, escenas, coreografías y canciones de sus anteriores puestas se han ido “recomponiendo” de la misma manera en que la sociedad cubana va “enfrentando” pérdidas y hallazgos, incisiones y renovaciones en su devenir. Esa “recomposición” puede palidecer la obra o, work in progress al fin, sostenerla.
La historia –y la necesidad de ella: la necesidad incluso del mártir, del atrevimiento, de la rebeldía a costa de la vida misma: el derecho al grito y el pataleo– no es un busto de mármol anclado sobre un pedestal incólume, a riesgo de amontonar sobre sí cientos de cagadas de palomas. La historia tenemos derecho a escribirla todos, incluso los perdedores. Promesas, ilusiones, decepciones, ansiedades, esperanzas… componen también CCPC, la República Light.
Mella, Villena y Guiteras –tan osados como ellos o ¿al revés?– se descuelgan de los marcos de sus retratos, a riesgo de que otros mártires integren el próximo mural del aula colectiva.
Política y gozadera.
Patria y music hall.
Identidad y vedetismo.
¿Alrededor no hay nada?
Historia y reguetón: Que es lo mismo que Historia y “la luchita”…
Celia Cruz en el altar de la Nación.
Quemadera y sincretismo.
Quizás, quizás, quizás/Cambia, todo cambia/Bajanda, bajanda, bajanda.
¿Y tú como si nada…?
Y tú… ¿cómo si nada?
¿Y yo?
¿Yo?
Intérpretes jóvenes junto con otros más experimentados, entrenados en el baile y el espectáculo, dueños de una energía arrolladora y contagiosa, se apropian de textos y temas musicales (la voz de La Lupe) para concluir la etapa light de CCPC, pero sobre todo para reafirmarnos que el teatro, en toda la amplitud de sus posibilidades, trasgresoras o conservadoras, pesimistas u utópicas, es además una manera de soñar la Patria. Y también una forma posible y por tanto real de construir nuestros propios destinos.
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