El periodismo cultural es un reto formidable

(Conversación con Reinaldo Cedeño Pineda)

Conocí a un amigo que coleccionaba los trabajos publicados por un periodista que se llama Reinaldo Cedeño Pineda. Me los enseñó bien guardados. Soy uno de sus seguidores, me dijo. Este es un hombre muy preparado, y sabe lo que dice, añadió. Después conocí personalmente a Cedeño y desde entonces admiro su capacidad para investigar y contar historias; redactar trabajos que recogen la memoria histórica cultural de este país. Sus personajes pueden ser artistas famosos, pero también dedica tiempo a algunos aparentemente desconocidos que aportan mucho a la vida y al futuro.

Reinaldo Cedeño Pineda ha sido galardonado dos veces con el Premio Nacional de Periodismo Cultural, varias veces con el Premio Cubadisco en la categoría nota discográfica, muchas veces en certámenes periodísticos y otro tanto en concursos de poesía y cuento. Se mueve con facilidad en la prensa plana, prensa digital, la radio y la televisión. Siempre que puede aprovecha los espacios para compartir lo que sabe con los jóvenes estudiantes de periodismo.

 

¿Cuándo descubrió Reinaldo Cedeño el periodismo?

No lo sé exactamente, tal vez el periodismo me descubrió a mí. Desde que tengo memoria vivo rodeado de libros y escritos, pues mi madre era maestra, una maestra enamorada de lo que hacía, y una poeta natural, una poeta de ocasiones. Me transmitió de muchas maneras esa pasión por las letras, por la creación, por el conocimiento.

Yo siempre fui curioso y me interesé por aspectos de la vida que al parecer nada tenían que ver unos con otros. Era un preguntón y me encontraban siempre en los sitios más inesperados. Mis abuelos me sometían de niño a dormir la siesta, lo que consideraba una verdadera tortura, y mientras me creían dormido, yo leía a Verne, a Salgari, a Mark Twain… 

Un día descubrí, ya en el preuniversitario, que a través del periodismo podría acercarme a la gente, a sus pasiones, y que no tenía que sentarme demasiado. No soy de los que se sienta…y a eso aposté.

 

¿Lo ves martianamente como una misión?

Me parece que Martí me habla a mí, que escribió para mí cuando afirma que “a puerta sorda hay que dar martillazo mayor”. El periodismo martiano es un desasosiego perenne. Me conmueve cuando escribe, y quiero pensar con él, quiero hacerlo, que “no son inútiles la verdad y la ternura”.

 

¿Qué género prefieres?  ¿La crónica?

La entrevista es un género hermoso, pero complejo. No me refiero a aquellos minutos que se llenan para salir del paso, sino a esa inmersión profunda dentro de una persona.  A estas alturas he entrevistado a tantos y algunas entrevistas han sido realmente intensas, más por eso mismo es un género que me exprime y que ya no quiero hacer tanto.

La crónica, en cambio, es una ola, un abrazo. Y de todo en esta vida, lo que más me gusta son los abrazos, esos que son como un oasis, como una bandera.

 

¿Qué es lo más difícil a la hora de ejercer el periodismo?

Transmitir el espíritu de lo que te dicen o de lo que ves…  darles a las palabras el color exacto, el nerviosismo, el ardor: eso es siempre difícil. Celebro mucho cuando pienso que me he acercado.

Por otro lado, el periodismo es la conciencia crítica de la sociedad: es eso o no es. Venga el reconocimiento a la crítica oportuna, no al silencio cómplice. Venga, al pensamiento propio, no al papagayo repetidor. Al valor profundo, no al populismo de ocasión.

La prensa cubana ha de convertirse en el espacio público donde se debatan nuestros problemas, todos nuestros problemas, con sus fulgores y sus angustias. Fidelidad no es silencio.

 

Periodismo radial, impreso digital, televisivo… Has pasado por casi todos. ¿Cuál prefieres?

He pasado por la mayoría sí, por imperativos de esta vida. En un momento dado, algunos pudieron creer que serían obstáculos, pero he aprendido a llevar el ritmo del buen saltador.  Algunos se decantan por la visualidad, pero a veces resulta más paisaje que ideas. No hay medios peores ni medios mejores. Lo definitivo es la altura de lo que se dice y el cauce escogido para decirlo.

No soy de los que cree que una imagen vale más que mil palabras, en primera porque imagen es algo mucho más complejo que aquello que entra por la retina, y en segunda, porque creo que una palabra es capaz de evocar mil imágenes.

 

¿Cedeño es un periodista que escribe o un escritor periodista? ¿Cómo te ves?

Lo importante en definitiva es que escribo. Doy gracias por poderlo hacer. Escribo porque no puedo evitarlo. Si un brazo fuese el periodista y el otro, el escritor, figúrate que dilema, ¿debería cortar alguno?

Nunca me libro de ser periodista, incluso cuando gané el Premio Hermanos Loynaz de Poesía en 2011, anunciaron que un periodista había ganado el galardón poético, tal vez con un poco de asombro.

En el mundo se habla con mucha fuerza, con mucha propiedad de la narrativa de no ficción y de la narrativa de ficción. En Cuba solo se habla de una narrativa, de esta última. Urge que nos actualicemos.

Siempre recuerdo, por ejemplo, a la ucraniana Svetlana Aleksiévich, Premio Nobel de Literatura 2015, cuya obra principal, Voces de Chernobil, es un largo reportaje. O en la mexicana Elena Poniatowska, cuya apuesta por la entrevista y el testimonio ha sido larga, y así ha sido merecedora del Premio Cervantes 2013.

 

¿De tus libros de Periodismo cuál te hace más feliz?

Soy insoportable una vez que salen mis libros: no me los leo, pues los quiero volver a cambiar. Libros muy duros de concretar fueron La noche más larga (sobre el huracán Sandy) publicado por Ediciones Santiago y A capa y espada la aventura de la pantalla (Tele Rebelde en el oriente cubano), publicado en una coedición por la Editorial Oriente y la Fundación Caguayo; El hueso en el papel (entrevistas y ensayos), publicado por la Editorial Oriente; fue un libro importante en mi carrera, pero le tengo mucho cariño a Ser periodista, ser Quijote, Ediciones Claustrofobias.

Este último es más breve que todos los anteriores y tuvo una primera versión digital gracias a Claustrofobias Promociones Literarias. Su presentación en la Universidad de Oriente, son de esas cosas que no se olvidan. Luego lo hemos ampliado y Ediciones La Luz, de Holguín, lo ha considerado para su próxima aparición. Es un libro donde resumo de manera comprensible para los diferentes públicos, parte de mi experiencia, e incluso me arriesgo a hacer algunas consideraciones teóricas, a definir momentos sobre la crónica, la entrevista, el titulaje… desde la práctica de casi treinta años de hacer periodismo.

 

Jugando con tus definiciones: ¿Periodismo cultural es criterio?

Sí, es la definición que he propuesto. El periodismo cultural es un reto formidable pues se trata de desentrañar el laberinto infinito de la creación artístico-espiritual, hacer su exégesis y devolver en una síntesis la atmósfera vivida ante un espectáculo de ballet, una descarga musical y una exposición pictórica. Hay que afinar una voluntad de apreciación y una voluntad de estilo muy recias.

Es preciso asumir el hecho cultural no como la presentación de una obra determinada, sino como un proceso de construcción creativa al que se integran de manera natural, artistas, críticos y espectadores como un trinomio que se presupone una y otra vez.

 

   El periodismo cultural no es un elemento sucedáneo o ajeno, no es lo que llega después; sino un componente capital de dicho proceso.  Sin él, la obra artística ―y más― queda en algunos elegidos, se consume en sí misma. El periodismo cultural es esa resonancia. Periodismo cultural es criterio

¿Qué les sugieres a los jóvenes periodistas?

Nunca me han gustado las divisiones por edades, sino por capacidades. A uno de mis jóvenes colegas le dije un día: no sigas la fila, saca la cabeza para ver por ti mismo.

 

Influencias en tu obra periodística…

Un poco de aquí y un poco de allá.

 

¿Y la poesía y el periodismo los llevas juntos?

El periodista es más generoso y cotidiano, el poeta es más egoísta y personal. Hace poco terminé de recopilar varias de mis crónicas. Ahora mismo, estoy revisando mi último libro de poesía y ese es siempre un proceso que genera mucho entusiasmo a la par que muchas preguntas. Me desquito de lo uno con lo otro. Nunca he establecido etiquetas ni muros. Soy hombre de puentes, soy el que escribe.

También ocupo mucho de mi tiempo en la promoción, pues tengo dos peñas a mi cargo: una en pos de la literatura y el arte en general (Página Abierta), y otra por la inclusión, contra todas las discriminaciones (Piel Adentro). Es una labor que roba mucho tiempo en verdad, pero también es muy gratificante. El periodista ha de ser un líder cultural y un activista social. Eso trato.

 

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