Muchacha con frío: desde la inquietud y la quietud

La autora Asel María Aguilar Sánchez  presenta en Muchacha con frío un país que no se remonta solo a sus fronteras, sino que busca la diversidad de horizontes en un proceso interior y humano que es común…

La soledad y las despedidas en las tantas terminales donde decimos adiós a amores, ilusiones y recuerdos de una época son los motivos principales que articulan las historias de Asel María Aguilar Sánchez. Al menos, aquellas que la autora presenta en Muchacha con frío, libro publicado por Colección Sur Editores en el año 2018. No es este, precisamente, el texto típico que tantas veces nos hemos acostumbrado a encontrar, distribuido en las memorias de varias generaciones de cubanos que se han visto desmembradas hacia los múltiples confines del mundo. Y no es típico porque, aunque los relatos se imbrican en el recuerdo colectivo —hecho artificio ficcional—, Aguilar Sánchez consigue que Muchacha con frío enlace, a modo de capítulos o viñetas sueltas, un cuento junto a un pasaje que podría denominarse, a falta de mejor nombre, impresión.

De esta forma, el libro es una especie de testimonio poetizado, donde la mejor búsqueda del lenguaje se basa en el reflejo del poema convertido en relato. No todas las piezas que presenta el texto son cuentos sino que se estructuran en una especie de palimpsesto/experimento narrativo que revela, a modo de pasaje o de mirada a través de una celosía; los sentimientos, ilusiones y quebrantos de una voz generacional que habla del eros, de la remembranza, de la familia y, sobre todo, una vez más leitmotiv, de la emigración.

Si bien en Agua pequeña —opera prima de esta autora, publicada en el 2016—, Asel María optó una vez más por develar, a través de otro libro atípico, las historias de la maternidad, el descubrimiento del hijo, la salutación a la vida; en Muchacha con frío se va a la otra esquina del cuarto, se buscan diferentes rincones de la experiencia humana. Aquí, Asel María apuesta por otras rutas que no son las de la bienvenida sino que se pierden en las amplias galerías de los aeropuertos humanos, esos sitios para el adiós que no siempre asumen la forma de un edificio arquitectónico, sino que se alzan también en la disposición de la añoranza. El espacio, para la autora, es siempre igual. El tiempo, para la autora, es solo la sucesión de acontecimientos acumulados en la memoria. Esta memoria —puntal indispensable— vertebra los relatos en una arquitectura que no apuesta precisamente por la tradición del cuento, sino por un fluir de imágenes, deseos, soñolencias del pasado que penetran el tuétano del cuento y, también, el tuétano de aquellos lectores que se enfrascan en este viaje. Un viaje común a todos, debo advertir, porque en menor o mayor medida, cada uno de nosotros hemos sido partícipes de esa nave de las despedidas en que tantos y tantos de los nuestros han dicho hola y adiós.

En diversos cuentos de esta antología, las pérdidas de la infancia —su saldo en los recuerdos— surgen como una necesidad que casi exorciza las memorias del pasado. Asel cuenta también desde un humor sutil y muchas veces amargo que carnavaliza la memoria, pero no a modo de un gran desfile de máscaras sino lo contrario: un gran desfile de rostros al aire libre, un gran desfile de identidades reveladas en sus luces y sombras.

Todo parece indicar que la obra de Asel María apostará —luego de dos entregas que ponen fin a un espectáculo de la memoria— por mayores retos. En Muchacha con frío se percibe, por momentos, un aliento narrativo —evocación también sutil— que bien podría introducir la novela. En sus cuentos Idus de Julio, Muchacha con frío y Expiration date, sin dudas los más logrados de la compilación, ya se percibe la voz de una narradora que ha encontrado —o, al menos, se enrola en las vías del hallazgo— una voz que apuesta por lo íntimo y lo mínimo, sin esos grandes aspavientos ni juegos de equilibrio que obnubilan otras escrituras. Para Asel, la sencillez es sinónimo de economía de recursos y de concreción, la cual enriquece desde la manipulación del lenguaje para obtener una mezcla bien lograda de elementos narrativos y poéticos.

Muchacha con frío habla, sin ambages, de un país que no se remonta solo a sus fronteras, sino que busca la diversidad de horizontes en un proceso interior y humano que es común —si bien no igual— para la historia silenciosa y trágica de varias generaciones. En ese elemento, en esa búsqueda, vuela la poética en construcción de Asel María, una autora que —sin dudas— comienza a contar desde la inquietud y la quietud.

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