A mis espaldas
un muerto florece,
pero me aterra ese puñado de tierra
sobre su párpado abierto.
Detrás nace algún desierto
disfrazado de floresta.
Detrás emerge una puesta de sol
entre los espinos.
La ruina de los molinos
es simulacro de fiesta.
II
¿Qué punto marca el inicio?
¿Y el final,
lo delimita el flamboyán
que dormita en el patio?
¿El precipicio
es real o es artificio?
¿Dónde nace la frontera
en la selva, en la pradera?
¿El horizonte termina
sin aviso en mi retina?
¿El mar es una pecera
edificada por Dios?
¿Los campos de tulipanes
despuntan sobre volcanes?
¿La muerte vale por dos jaulas de plata,
el adiós por las ruinas de un castillo?
¿Se necesita un ovillo
de hilo para el regreso?
Con lentitud atravieso el patio,
como un novillo
que presiente el matadero.
Adivino la salida,
reconstruyo la partida
sin elegir el sendero.
El filo cae y no muero.
Despido a los desterrados.
Venero a los enterrados.
Hay sangre en mis pies.
No lloro.
No puedo avanzar.
Añoro los girasoles cortados.
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