El joven pianista y compositor santiaguero Aruán Ortiz ofreció en Fábrica de Arte Cubano una conferencia magistral, a propósito del Coloquio Internacional de Jazz “Leonardo Acosta in memoriam”.
No todos los compositores son capaces de fragmentar en público una de sus creaciones y mostrar al desnudo las interioridades de sus obras, esas criaturas nacidas luego de varias horas de búsqueda y experimentación que, muchas veces, ven la luz en las contextos más inverosímiles. Ese es el caso del joven pianista y compositor santiaguero Aruán Ortiz quien ofreció en Fábrica de Arte Cubano una conferencia magistral, a propósito del Coloquio Internacional de Jazz “Leonardo Acosta in memoriam”.
Ante un público muy selecto, integrado en su mayoría por melómanos y músicos, el instrumentista radicado en Nueva York, Estados Unidos, disertó acerca del Afro-Cubismo musical de Aruán Ortiz: desde la música de cámara al jazz de vanguardia.
Él no olvida sus orígenes ni el barrio donde creció rodeado de tradiciones franco-haitianas con sus comidas, su manera de hablar, sus cantos, toques y bailes ancestrales. “Todo eso ha sido para mi un caldo de cultivo”, confiesa quien estudió durante muchos años en Europa y los Estados Unidos pero no ha logrado desprenderse de su identidad caribeña que ha sido su fuente de investigación constante, la voz interior que lo define como músico vanguardista.
Ha transitado por diversos estilos dentro del jazz y se ha nutrido de las artes visuales –en especial del estilo cubista y de la obra de Wifredo Lam– para conceptualizar sus composiciones pletóricas de cubanía, pero donde lo cubano no está a la vista, hay que buscarlo en las capas más profundas de cada composición. “Es algo jocoso descontextualizar la melodía”, dice quien ama entrañablemente el danzón y la charanga.
Para Aruán, el concepto de la diáspora africana radica en movese de forma circular, en espiral constante. Una célula rítmica lo acompaña, a manera de obsesión, casi desde el claustro materno. Explica que es un ritmo natural del África occidental que se instaló en el argot musical del Caribe.
En su opinión, para componer es necesario ser muy racional y analítico. El secreto –advierte– radica en intentar trabajar con el menor material posible y hacer uso de un gran poder de síntesis. Cada nota debe tener algún tipo de correlación con la anterior. A las nuevas generaciones de compositores les aconseja desarrollar sus propias narrativas sonoras, entrenar bien el oído, e intentar llegar tan lejos como te lo permita tu imaginación. También se requiere de mucha paciencia para poder visualizar el resultado.
Otro músico cubano con su propia receta es el percusionista Dafnis Prieto, también radicado en los Estados Unidos. En la sesión De la idea a la praxis. El drums en el jazz ofreció una presentación ilustrada y clase magistral a partir del libro Un mundo de posibilidades rítmicas. El músico donó algunos ejemplares del texto a varias escuelas de la enseñanza artística de la capital. Dafnis Prieto expresó ante una gran concurrencia que cuando estudiaba batería en Cuba no sabía cómo lograr el control de las baquetas. “Entonces me creé mi propio método, hice el bombo, la caja y la batería. Aprendí a tocar la clave, la cáscara, la campana, a un ritmo estable en la mano derecha y todo eso me ofreció una independencia que me permite tocar dos o tres ritmos, con diferentes compases y medidas”.
Aruán Ortiz y Dafnis Prieto son dos jóvenes y experimentados creadores del patio que residen allende los mares pero mantienen viva la base de la música popular cubana como horcón que los sustenta ante cualquier temporal.
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