Apuntes para un Congreso sin eufemismos

Tomado de Granma

La Asociación Hermanos Saíz agrupa a una buena parte de los jóvenes artistas de Cuba, una representación de ellos nos encontramos para exigir y trabajar por una organización que trascienda los tiempos y se comporte a la altura de sus afiliados.

En un congreso hay muchos congresos, y cada pequeño encuentro fuera de los salones de conferencia o debate se convierte en célula para el análisis de temas inagotables. Allí se discute sin tapujos sobre la promoción artística, la relación con las instituciones culturales, el papel de las nuevas tecnologías en la conformación del gusto, la estética y la ética popular, el funcionamiento de las Casas del Joven Creador en el país, la calidad en la enseñanza artística, pero también sobre nosotros mismos.

Conscientes del error dogmático que significa confundir el ser con el deber ser, los miembros de la AHS ejercitamos la organización para que el título de «vanguardia» no le quede grande, para que la consigna sea una práctica constante que repercuta en el trabajo diario, única forma de ser consecuentes con la necesidad de defender la Revolución Cultural fundada, hace casi 60 años, por los jóvenes de entonces.

Puestos a mirarnos en un espejo, varios convenimos en que al funcionamiento de la Asociación lo pervertirían métodos repetidos en otras esferas de la sociedad. Hay que erradicar el personalismo, el amiguismo o cualquier lógica de comportamiento que procure beneficiar a los más cercanos a estructuras de decisión.

La AHS tiene que problematizar sobre su contexto, ser una fustigadora contra la banalización, incidir en que el arte auténtico no pida favores, tenga las puertas abiertas de los medios de comunicación y las instituciones culturales. Una organización para luchar contra la burocracia e ineficiencia de aquellos comisionados que obvian la política cultural trazada por el país y actúan como censores de lo nuevo y auténtico.

El combate no es contra los organismos, sino contra los que llegan a ellos para robar, mentir, prohibir, negociar esencias y de paso manchar la imagen de un proyecto justo y revolucionario que tiene la cultura como blasón.

Los jóvenes artistas no solo sienten ser el futuro, también son el presente, el reto de la organización que los agrupa es enaltecer su obra, fundar su propia épica, construir su propia historia, reflejar en contenidos el arte que defienden. Combatir desde la acción el prejuicio establecido de que a la juventud hay que «orientarla», como a un animal perdido por un camino incoherente, o «apoyarla», como a un niño que apenas se sostiene por sus pies.

Que no se sorprendan los otros con los razonamientos críticos y responsables de los investigadores, músicos, artistas escénicos y visuales, que integran la AHS; que nadie sospeche que la juventud está encontrada en espacios como estos, multiplicados por toda Cuba, pisando fuerte y cerrando filas desde el compromiso con la Patria.

Después del Congreso, donde también existe el intercambio con los maestros de juventudes, aspiramos a crear desde los sueños, no desde los condicionamientos de una realidad actual. Para fundar el «hombre nuevo» hay que empezar ya, en las postrimerías de un encuentro o manchados de pintura, con una cámara a cuestas para sugerirlo todo, con una guitarra para cantarlo, un bolígrafo para cuestionarlo, viviendo como seres activos de un proceso mayor que nosotros mismos, con seriedad, esperanza y voluntad, como lo hicieron los jóvenes del 30 y del 53.

Sin eufemismos ni grandilocuencias, sin vanidades, terminó un congreso de creadores, listos para salir al mundo y hacer.

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