Escaleras al cielo. El rock en Holguín (Ediciones La Luz, 2017) de los investigadores Raúl Cardona y Zenovio Hernández, aporta nuevas visiones a los pálidos estudios sobre uno de los géneros que menos suerte ha corrido en los estudios de este tipo: el rock de factura nacional y en este caso específico, el rock realizado en y desde la Ciudad de los parques como plataforma aglutinadora de eventos y festivales.
Este territorio oriental es una de las provincias con más tradición en este género de raíces negras que tuvo sus inicios en el rock and roll de la época de la Guerra Fría, con músicos como Chuck Berry, Little Richard y el recientemente fallecido Fats Domino, quienes lo mezclaron con diversas formas musicales como el rhythm and blues y el country.
Escaleras al cielo… está estructurado en cinco capítulos que vienen a recoger los principales momentos de la historia del género en la Ciudad de los parques, y además, el contexto social, político y cultural de las etapas analizadas: Orígenes. Del cine norteamericano a Los Century, De la década oscura al rock socialista, 58 en Rock abre sus puertas desde la radio, Metal HG: un festival para la historia y Rockmerías: un nuevo espacio para las bandas y su público.
Además, el libro —presentado en la reciente edición XX del Festival de Rock Metal HG, realizado en Holguín del 4 al 7 de octubre—, incluye una amplia relación de las bandas de rock en la Ciudad de los parques, una cronología del devenir del género en la provincia y una galería fotográfica que viene a ser compendio gráfico de los mencionados capítulos.
En el primero de ellos, apoyándose principalmente en las publicaciones periódicas de la época, Raúl Cardona y Zenovio Hernández estudian los inicios del rock en Holguín, relacionados a la venta de las primeras grabaciones en la tienda especializada en discos California High Fidelity y la proyección de películas como Celos y revuelos, Rock Around the Clock y Bamboleo Frenético.
Igualmente, enfatizan en la fundación de la sociedad de aficionados Rocking Club y aunque afirman no arriesgarse “a indicar el nombre de la primera banda roquera, pues entre la pepillada local de inicios de los años sesenta más de una afirma ser la pionera”, sí aseguran que “la formación de Los Morlocks, por el guitarrista Andrés Aguilera en 1962, es el primer referente significativo de la historia del rock en Holguín”. Añaden que al año siguiente, con la adquisición del instrumental indispensable y ya con el nombre de Los Century, el género comienza a trascender en la ciudad.
La siguiente etapa estuvo matizada por los estragos del llamado quinquenio gris en el ámbito artístico, lo que conllevó al éxodo de importantes músicos como Juanito Márquez, y por las presentaciones en la provincia de diversos grupos de rock del campo socialista, entre ellos Neotón, Schturzite, Lokomotiv G. T, Express, Kreis y Motorock.
También, en ese período surgieron y se mantuvieron bandas como Los Cankas, Los Astros y Los Beltas, pero “el rock, ya estigmatizado como la música del enemigo, se fue excluyendo de la vida cultural, unas veces se presionaba a las agrupaciones profesionales a eliminar obras de sus repertorios, otras se retiraba el apoyo a los grupos aficionados, de los cuales, independientemente de su calidad, ninguno alcanzaría el estatus de profesional hasta bien avanzada la década de 1990”, explican los autores.
Asimismo, Escaleras al cielo… destaca la importancia en la diversificación del género y sus seguidores en la provincia, del programa radial 58 en Rock, creado en la emisora provincial CMKO Radio Angulo en 1989. Los aniversarios del programa fueron celebrados bajo el nombre Escaleras al cielo —de donde proviene precisamente el título del libro— y resultaron apoteósicos encuentros de bandas y seguidores de diversas partes del país.
Al mismo tiempo, aseguran los estudiosos que en ese período “lo más importante fue la aparición de otras bandas que comenzaron a asumir las corrientes vanguardistas del rock internacional”, entre ellas EPD y Destrozer, liderada esta último por uno de los aglutinadores del rock en la provincia, el músico y narrador Alexander Jorge La Mole.
Poco a poco, agregan Raúl Cardona y Zenobio Hernández, el rock en Holguín comenzó a dejar de ser un estigma, sobre todo cuando la Asociación Hermanos Saíz “acogió en su seno a los integrantes de esas bandas, las cuales desde entonces organizan peñas, conciertos y festivales en las instalaciones de esa organización”.
De la misma forma, ambos investigadores resaltan la importancia de las Romerías de Mayo y posteriormente el espacio Rockmerías dentro de este megaevento, en la socialización y legitimación del género, desde que en la primera edición de las Romerías en 1994 participaran Athanai, Síntesis y las locales Los Beltas, Abstracto, Aries, SOS y Destrozer. De esa fecha hasta el momento Rockmerías ha reunido en la ciudad a importantes bandas exponentes de diversas vertientes del género musical, con la holguinera Mephisto como anfitriona.
Por su parte, el Festival Metal HG —de quien Raúl Cardona es uno de sus organizadores y que este año alcanzó “mayoría de edad” con sus dos décadas— se encuentra entre los más longevos y significativos del circuito de eventos rockeros en la nación. Esta cita posee un espacio teórico donde convergen presentaciones de libros y lecturas de narrativa y poesía relacionadas con el género. También ha recibido a agrupaciones como Necrófago, Mr. Dominus, Combat Noise, Zeus, Blinder, Agonizer, Escape, Ancestor y Estigma.
Escaleras al cielo…, libro con edición de Irela Casañas y atractivo diseño de portada de Frank Alejandro Cuesta a partir de una fotografía de Lino Valcárcel, bien podría funcionar como monografía para los investigadores y amantes del género, pues recopila una valiosa información que procesada y en su conjunto hubiese sido prácticamente imposible obtener de otra manera. Ese es uno de sus mejores y principales logros: reunir varias décadas de historia y pasión hacia el rock en una provincia.
Como ensayo —de haberse valido de otras herramientas de análisis en busca de profundidad y no del dato quizá tibio y analítico del periódico consultado en los archivos— hubiese aportado mucho más al conocimiento de la evolución del rock en Holguín. Aunque sé que los investigadores se valieron de la entrevista como método se extraña, por ejemplo, encontrar conversaciones directas a miembros de estas agrupaciones fundadoras, pues muchos de ellos aún viven.
¿Qué los motivó a crear sus bandas? ¿Qué problemas enfrentaron en sus inicios? ¿Qué temas tocaron entonces y cómo fue la recepción de los mismos por el público ávido de rock? Pueden ser muchas las preguntas y más cuando la investigación se acerca en el tiempo y los grupos están en activo. Ellas aportan la dosis de subjetividad que un investigador, aún por muy científico que sea su estudio, necesita poner en boca de un entrevistado, aunque muchas sean indirectamente respondidas.
Asimismo, varias agrupaciones solo son mencionadas en los capítulos del libro como parte de un todo epocal, sin el necesario despliegue, aunque leamos sus datos completos en la relación de agrupaciones que se anexan. El ensayo, como sabemos, analiza, profundiza, cuestiona, compara y se interroga, al mismo tiempo, su esencia libre de esquematismos, poseedora de lo que muchos llaman, además, una visible marca de estilo.
Escaleras al cielo… —quien toma como referente Hierba mala. El rock en Cuba, un texto del investigador Humberto Manduley— es un detallado estudio monográfico que abunda en información y provoca, al mismo tiempo, más preguntas y múltiples abordajes sobre el tema. Se trata de un libro esclarecedor, válido además por la apertura de miras que provoca y porque se convierte en una especie de piedra de toque en los estudios de ese tipo en la provincia.
A la vez, resulta un primer y necesario escalón para futuras investigaciones que profundicen en aspectos del rock provincial desde otros enfoques, ámbitos y disciplinas. Estos complejos peldaños, como compleja y variada ha sido la propia evolución del género, nos ayuda a ascender sin miramientos, con el oído y los sentidos atentos, la escalera del rock en Holguín, parte ineludible de la nacional y sus derroteros, en busca del cielo o tal vez de algo más terrenal y eterno.
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