“Creo que es una de las mejores películas de todos los tiempos y, sin duda, la mejor que se haya hecho en América Latina. […] No conozco ninguna otra película americana de la última década que sea a la vez tan humanamente política y tan orgánicamente honesta”. Así escribió en 1978, David Elliot en el diario estadounidense Chicago Sun-Times, refiriéndose al clásico de la filmografía nacional Memorias del subdesarrollo, del reconocido cineasta Tomás Gutiérrez Alea (Titón), que cumple este 2018 los 50 años de su estreno.
Tal sentimiento encuentra vigencia si tomamos en cuenta también que esta película —que cuenta con la participación protagónica del actor Sergio Corrieri y las actrices Daisy Granados y Eslinda Núñez— es un ejemplo fehaciente de que el cine es arte. Se trata de una obra que funciona a ratos como medio de opinión y a ratos como método de formación de la conciencia individual y colectiva. Asimismo, deviene forma de creación que liquida la ignorancia y reformula problemas y soluciones.
Hablamos de un filme producido en 1968 por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, filmado en un tono realista con una excelente fotografía en blanco y negro cuya construcción narrativa es una mezcla de ficción y realidad, y elaborado con trozos de documentales de la época, las reflexiones con la voz en off del protagonista y una panorámica de la ciudad de la Habana y sus gentes.
Hay algo extremadamente sugestivo en esta película, que tiene una duración de 97 minutos. Por un lado, Sergio (Sergio Corrieri) es un escritor de la rica burguesía cubana que decide quedarse en la Isla a pesar de que su mujer y sus amigos se van para Miami. Por otra parte, es el observador que es testigo de los cambios sociales que le suceden a Cuba desde a la caída de Batista en 1959 hasta la crisis de los misiles, décadas después. Una historia personal que hubiera sido intrascendente de no ocurrir en los vertiginosos días de la Revolución, cuando todas las contradicciones se pusieron al rojo vivo.
Ahí están, por ejemplo, la pobreza del pueblo cubano, el contexto austero, las consignas, el letargo, así como el incipiente desarrollo cultural de un pueblo cuyos preceptos estaban forjándose en el día a día. También se hace referencia al tema sexual. En Memorias del subdesarrollo hay una relación muy distintiva entre Sergio y Elena, esa muchacha joven, a quien él le lleva toda una generación.
Por eso muchos especialistas aseguran que el filme del también director de Fresa y Chocolate tiene un carácter complejo. Al igual que el libro Memorias del subdesarrollo, de Edmundo Desnoes, en el que esta cinta está inspirada, la obra deviene un monólogo que analiza los cambios sociales que le sucedieron a la Isla a principios de la Revolución a la vez que muestra las argumentaciones propias del intelectual y del ser común de esa época convulsa.
Sobre esas ideas, el propio Alea apuntó en 1968, en Karlovy Vary, Checoslovaquia, durante una presentación de la película: “Creo que esta es una buena ocasión para señalar algunos aspectos de la realidad de nuestro país que pueden ayudar en la mejor comprensión del filme que van a ver.
“Al cabo de casi diez años de revolución hemos aprendido que nuestra condición de país subdesarrollado (explotado durante cuatrocientos años, primero por España y después por los Estados Unidos) no se supera, sino a costa de mucho trabajo y muchos sacrificios. No ha sido fácil llegar a esta conclusión, pues durante los primeros años la alegría del triunfo nos hizo creer que el paraíso estaba al alcance de la mano”.
Geniales recursos expresivos, perfecto guión y logradas caracterizaciones, hacen de este filme —que cuenta con la música original de Leo Brouwer— una obra maestra y emblemática. Todo ello lo llevaron en 2011 ha ser incluido en la segunda edición de la Guía de The New York Times sobre las 1 000 mejores películas de todos los tiempos. Pero ya en 1973 había alcanzado el Premio Rosenthal de la Asociación Nacional de Críticos Cinematográficos de los Estados Unidos, y ese mismo año el The New York Times lo eligió como uno de los diez mejores filmes exhibidos.
Otro de los lauros en esa fecha fue el premio Charles Chaplin de la Agrupación de Jóvenes Críticos Cinematográficos de Nueva York, aunque Iberoamérica la distinguió siete años después como una de las mejores películas del área. Como dijo el director de la Cinemateca de Cuba, Luciano Castillo, al servicio internacional de noticias Sputnik, Memorias del subdesarrollo sigue siendo una obra adelantada a su tiempo.
“Quienes la hemos apreciado una y otra vez, y yo he perdido la cuenta de las veces, experimentamos la sensación que nunca la habíamos visto; es una película que siempre digo que Titón la filmó ayer para los espectadores de mañana, y lo digo convencido de que esa impresión que siento es un redescubrimiento, porque sigue siendo una obra magna en la que el tiempo incide a su favor”, aseguró.
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