Trova íntima con los barrios santiagueros

Eduardo Sosa se siente como en casa cuando llega a Santiago de Cuba. Y no solo porque haya nacido en la sinuosa geografía de Soledad de Mayarí, sino porque conoce las profundidades de esta ciudad. El reconocido artista ha cantado en grandes escenarios, pero siempre vuelve a las raíces porque algo mágico sucede allí, cuando público y artista se descubren mutuamente.

 

Es gente sencilla la que asiste a estas presentaciones de su gira nacional. Para muchos de ellos, la vanidosa parafernalia de un teatro les resulta inaccesible y acogen con mayor gozo esa entrega artística que llega hasta sus comunidades. No es la primera vez que la Ciudad Héroe abraza esta experiencia. Es la tercera etapa de una gira que ha aportado experiencias interesantes en comunidades intrincadas de varios municipios, centros penitenciarios y barrios periféricos.

Annie Garcés es cómplice habitual en estas travesías. Conociendo de antemano su encantamiento sobre el público santiaguero, la también delegada al 3er. Congreso de la Asociación Hermanos Saíz, vincula este periplo con el trabajo de la vanguardia juvenil en las comunidades de toda Cuba.

 

Sin guion preconcebido, vuelven ahora para el cierre del verano. La Casa de Cultura José Manuel Poveda, de la barriada del Nuevo Vista Alegre y el cine Turquino en el poblado El Cobre, los recibieron con especial entusiasmo. El repertorio se conformó con inspiraciones súbitas, peticiones postergadas, clásicos de la cancionística cubana y un poco de su repertorio, heredero de las mejores tradiciones trovadorescas y deudor del trabajo de las Casas de Cultura.

 

Maestro de profesión, Eduardo Sosa encuentra una atractiva intimidad en los momentos de descarga sobre estos escenarios menos convencionales. Apuestan entonces por un formato minimalista, con la guitarra como único acompañamiento y por las anécdotas musicales que sostienen cada nota en la tarde salpicada de confidencias.

El dúo, ya consolidado en el gusto del público santiaguero, completó cada velada con temas de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés como Pequeña serenata diurna y Yolanda. Fueron conciertos a múltiples voces. Para la despedida, el tema-himno de los agradecidos, arreglado a dos voces para complacer al público eventual.

Ambos insisten en la singular felicidad que provoca estar en Santiago de Cuba. Cuna de la trova, la ciudad musical de Sosa y el sitio del cual Annie se propone como “hija adoptiva”, también retribuye la presencia de estos músicos, confirmando el poder del arte para transformar realidades.

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