Que muera el malo, el personaje, no la novela

El personaje negativo —el malo— aprovecha cada situación y espacio que el guión le permita para crear conflictos, para generar drama. El bueno contrarresta sus embates y tiene como misión ser ese personaje ideal que habita en la ficción de cada televidente que, invariablemente, alrededor de las nueve de la noche esperan las peripecias de ambos.

La telenovela es un fenómeno global. Hemos visto como títulos brasileños, colombianos o mexicanos han tenido éxito en todas las latitudes y países antes insospechados como Filipinas o Corea presentan en la actualidad productos muy competitivos en ese mercado.

Siempre que aparece una novela cubana nueva genera criterios de todo tipo entre la familia y especialistas del medio audiovisual. Todos opinan. En la mayoría de los casos los puntos favorables que he escuchado son los menos, pero aunque “esté mala” sigue acaparando espectadores en ese espacio estelar.

Sucede que este tipo de material cumple una función específica muy necesaria en el modo de vida actual del cubano, de igual manera que el noticiero o la película del sábado que merece un punto y aparte del que prefiero no hablar.

Sin embargo es cierto que los estudios sobre ésta son escasos y más raros aún los libros publicados. En revistas y periódicos generalmente aparecen trabajos críticos que aportan luces acerca del tema. Se trata de artículos esporádicos y generalmente de opinión que en algunos casos no están realizados por especialistas y tampoco creo que respondan a una investigación a profundidad.

Esta es una deuda que tenemos con este producto cultural específico que en cierto momento ubicó a nuestro país a la cabecera de su desarrollo mundial. También considero que se debe ganar en especialización, tanto de las casas o sellos productores, como del elenco, realizadores y personal técnico. En este sentido otras formas del audiovisual como el videoclip o el cine están más adelantados.

Confieso que no soy un gran seguidor de la novela. Como pasa con la literatura, en los guiones hay pocas variantes: a los malos los castigan y los buenos —bonitos y bonitas siempre— se las arreglan para salir victoriosos. Soy de los que se detuvo cuando Doña Beilla cabalgaba su corcel blanco y solo en ocasiones he seguido algunos capítulos de las que se televisan de turno cada año. A esa hora generalmente tengo otras ocupaciones.

Como si fuera un buen “malo de telenovela” aproveché que coincidí con Yunior García para conversar sobre algunos temas relacionados con la novela cubana. Le prometí brevedad. Atento y acostumbrado a la cámara no puso peros ante la prontitud de esta propuesta y solo demoró en acomodar una silla de estudiante. 

¿Interés por la telenovela?

Tengo que ser honesto. Primero estudié actuación y cuando uno es adolescente y estudia una carrera como esa… en aquel momento me interesaba mucho más hacer televisión que hacer cine porque, obviamente, la vanidad del actor de que más personas lo vean y lo conozcan se lograba en Cuba con la televisión, y el producto estrella de la televisión era la telenovela. Por lo tanto, cuando en 1999 comencé a estudiar actuación uno de mis mayores sueños era hacer una novela como actor.

“El tiempo fue pasando, mis intereses también fueron cambiando. Ya mi prioridad más que actuar es escribir y me llegó la oportunidad de escribir un proyecto de telenovela que finalmente fue Latidos compartidos. Luego comencé a impartir clases de Guión y desarrollo de historias y me interesaba sobre todo, ver cuáles eran los problemas que tenía el género en Cuba, un país donde siempre nos dijeron que era donde había surgido la telenovela.

“Se trataba por lo menos de despejar algunas dudas y también entender las causas de por qué la telenovela en la Mayor de las Antillas había caído en una especie de decadencia. Traté de buscar información —lo cual es muy difícil de localizar—, en parte porque se ha escrito poco sobre el tema. Por suerte eso da luces sobre las zonas que hay que seguir investigando, de las cosas que hay que seguir sacando del baúl, sobre todo para mejorar una producción que creo puede tener mucho y muy buen desarrollo”.

¿Puntos loables o que se deben mejorar?

Creo que la telenovela en Cuba no es del todo mala. Hay algunos aspectos positivos. Quizás nos apartamos de ese modelo que creamos, demasiado melodrama, demasiadas historias de cuentos de hadas, secretos bien guardados, hijos que no saben quienes son sus padres…creo que nos fuimos alejando de eso y en el periodo de la Revolución nos interesamos por temas más sociales. Lo que pasa es que no fuimos lo suficiente inteligentes para crear un equilibrio y mantener un producto interesante, un producto que siguiera gustando y que se mantuviera en los estándares de gusto que la población exigía y también un producto que pudiera ser exportado.

“Los mayores problemas están en volver a esos orígenes, saber qué es lo que funciona, no desechar algo que sabemos que puede ser muy funcional dentro del desarrollo de una historia y encima de eso mejorar también la calidad. Otro aspecto que hay que tener presente es la preparación técnica, artística… Falta una carrera como guión en nuestras facultades de artes de los medios de comunicación audiovisual, falta introducir la actuación para medios dentro de nuestras escuelas de teatro, de actuación. Mejorando los aspectos técnicos y la producción podemos llegar a un producto mejor que el que ahora tenemos”.

¿Telenovelas cubanas que permanecen en el recuerdo?

Cada persona te dirá un título diferente. Entre las novelas que recuerdo están, obviamente las que se transmitieron muchas veces y mi madre decía que eran las mejores, Sol de batey y Tierra brava. Otras telenovelas, como por ejemplo, Doble juego o La cara oculta de la luna, que son más contemporáneas han tenido impacto en el público. Una de las novelas que más recuerdo y que me interesó muchísimo fue Cuando el agua regresa a la tierra. Me parecía que era una novela excelentemente bien escrita, con una fotografía impecable, unas actuaciones a las que no se les podía pedir más pues eran técnicamente lo mejor de las cosas que se han hecho en Cuba, y me gustaría que ese tipo de producciones arriesgadas, ambiciosas, distinta, se siguieran haciendo.

¿Qué no harías?

Tratar de no repetir los mismos errores de otras telenovelas. No sería un trabaja apresurado ni rápido. Me tomaría mi tiempo, le daría mucha más importancia a investigar, sobre todo a investigar las faltas de otros para no volverlas a realizarlas. La máxima sería crear un producto interesante, un producto que pueda aportar algo al género, un producto que no solo se concentre en lo que se cuente sino en cómo se cuente, en ser un poquito más arriesgado en las técnicas narrativas, en la estructura; por supuesto, no volviendo loco al espectador.

“Entiendo que un espectador necesita sentarse y tener un momento agradable frente a la pantalla y no un rompecabezas delante de él. No quiero una novela que eleve los niveles de migraña en Cuba, sino una que eleve los niveles de satisfacción. Lo malo de ser «el malo de la novela» es que todos te odian y al final siempre sales perdiendo. Así está pactado. Pero al género hay que quitarle la cruz. Que muera el malo, el personaje, no la novela”.

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