Muchos han hecho alusión al personaje Salomé: Oscar Wilde, Gustave Flaubert, Rubén Darío, Julián del Casal y otros, por solo hacer mención en la literatura. Pero lo que nos propone Elaine Vilar Madruga, joven y exitosa escritora cubana, es un nuevo arquetipo. Ya no estamos en presencia de Salomé, la princesa idumea hija de Herodía, ni Salomé la seguidora y discípula de Jesús, presumiblemente hermana de María, sino ante un ser dotado de belleza absoluta. Presentada a través del género ciencia ficción, ha sido cazada y traída desde un mundo virgen, distante de los hombres, un mundo olvidado.
Y aunque no es ninguna de las Salomés anteriores, de algún modo, tiene de todas, pues como arguye el escritor de ciencia ficción habanero Yoss, en la contracubierta de la edición anterior de este libro: “Salomé no tiene rostro ni aspecto propio porque los tiene todos”.
Sí, ostenta la apariencia que cada quien desea otorgarle, pero a la vez posee una amplia gama: de la gran ramera a la inocencia, de la dominacióna la obediencia. Caras poliédricas de la lucha por el poder, la venganza, lo prohibido, o podríamos decir, de una enumeración sigilosa de los pecados capitales: lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia, orgullo.
Su autora es perceptible, poeta. Está hilvanada esta cuentinovela con las hebras de un fino lirismo. Ahora en una nueva edición publicada en Chile por Editorial La Pollera, llega al público internacional el volumen que fuera galardonado en 2013 con el Premio Calendario de Ciencia Ficción y Agustín de Rojas de la Crítica especializada a la mejor novela de ciencia ficción: un exquisito trabajo argumental de corte historicista y religioso.
Existe un viejo proverbio que versa: “los ojos ven lo que quieren ver”. ¿Ocurre esto con Salomé? Más o menos. No conocemos hasta qué punto la protagonista de esta obra tiene poderes para convertirse en lo que desea cada quien, o si tan solo es una ilusión óptica creada por los otros en el afán de compensar lo que les falta. Y es que ella es una suerte de espejo en el que se refleja el alma del resto de los personajes, sus más ansiados y ocultos deseos.
Con un vuelo sobre las escrituras del Nuevo Testamento, Elaine no solo nos regala una nueva Salomé sino también un Ero Antipas (Herodes, rey de Judea), un Arrlen el bautista (Juan, hijo milagroso de Zacarías en la vejez, profeta que anuncio la llegada de otro más grande que él). Tal cual dice en las páginas de este volumen: el Dios que viene después de mí, un Cristo de nuevo cuño, porque el profeta de Madruga también se ha convertido en Mesías y a su vez encarna al personaje de Jesús, que proclama a un Dios único.
Arrlen está cuidadosamente matizado con rasgos de ambos. Juan predicaba en el desierto. El desierto es un terreno peligroso como nuestra protagonista, quien es una suerte de espejismo entre dunas de intrigas, al cual los hombres se aferran. Refiriéndose a lo que ve en Salomé, Yayne cometa: Es mentira… un juego de mi mente…y Ero: A veces me pregunto qué eres, y es que ella parece ser el mecanismo de una ilusión.
En los evangelios sinópticos, Salomé luego de bailar para el rey Herodes, y ante la promesa de él de darle lo que pidiera, solicitó la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja de plata. En la novela de Vilar Madruga, Ero le expresa a su cachorra: Baila para mí… Pídeme lo que quieras… el deseo que no me atrevo a cumplir. Herodes quería dar muerte a Juan, pero no lo hacía por miedo a las represalias del pueblo. En el presente volumen es la propia Salomé la que trae la cabeza del bautista ante Ero.
Ante los hechos que se avecinan, comenta un personaje de la novela: Ya no solo será la guerra sino el caos y la destrucción. Este pueblo, como Babilonia, ha disfrutado del placer oculto y lo oscuro y necesita purificarse a través de las llamas: en este caso, el fuego metafórico de la guerra. Sin embargo, Salomé sale ilesa como lo hiciera Jean-Baptiste Grenouille en la novela El perfume, de Patrick Süskind.
Cada vez que Grenouille (el protagonista) cambia de “dueño”, el anterior muere, como si la Parca le viniera siguiendo los talones y él no estuviera dispuesto a acompañarla. Salomé solo deja muerte tras de sí porque para empezar nunca debió de ser arrancada de su hogar. Fue pagada, sí, y la moneda, como aquellas que vendierona Cristo, resultó ser traicionera.
Mucho más se hablará de este libro que es también una crítica a la esclavitud, a la discriminación de clases, géneros o preferencias sexuales, y sobre todo al egoísmo humano que centrado en ilusiones pierden la perspectiva de la vida verdadera.
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Excelente novela, la disfruté mucho en su edición del Calendario, no recuerdo el año, 2014 creo. Ojalá se hiciera una segunda edición en Cuba.