Escribir con miedos, pero escribir al fin

Transformar el aula en un espacio donde se compartieran conocimientos, dialogar con hondura, trabajar de modo participativo en las comunidades, crear guiones para programas infantiles de televisión, cursar un diplomado en Periodismo, trabajar como promotor de salud y hasta cambiarse el nombre para incluir el de su padre fueron algunos de los afanes a los que Leonel Daimel García Aguilar dedicó su tiempo.

Mientras, permanecía inédita su pasión por escribir sofocada por el inmenso miedo al fracaso o el temor a ser incomprendido. Algunas líneas permanecían escondidas y otras se compartían en secreto hasta que una experimental aproximación al mundo de la fantasía y los niños terminaron por redondear su vocación.   

Sería El niño en la burbuja una noveleta apresurada escrita de un tirón, en unos intensos 15 días, donde se narran las peripecias de un pequeño “raro” y retraído que cae en una burbuja, llega a la Red de Ferrocarriles Poco Comunes y se encuentra ante la disyuntiva de elegir entre dos caminos: algún lugar y ninguna parte. Vaga durante un tiempo y conoce gente de todo tipo, hasta que encuentra y acepta a otra persona en su vida, aun cuando al resto del mundo le parece raro e improbable que funcione.

“Siempre me pareció demasiado pretencioso enviar este texto a concursar porque creía que no valía la pena, pero varios amigos me alentaron por ser una de las pocas opciones existentes para lograr una publicación, la valoración de un jurado prestigioso, o al menos, sopesar el calibre de la literatura joven en el país”.

El premio Pinos Nuevos para un joven escritor significa un incentivo o un compromiso…

Recibí este reconocimiento con mucha sorpresa. Imagínate que localizarme fue difícil porque en medio de la premura ni siquiera completé mis datos adecuadamente. Nunca había tenido contacto con la Asociación Hermanos Saíz o con algún taller pues estaba muy prejuiciado, no tenía el valor de acercarme y mostrar mi trabajo. Fue la escritora Masiel Mateos, quien había leído antes mis textos, la persona que dio mis contactos y así supe la noticia.

“Me invadió un miedo inmenso a volver a escribir y no conseguir un buen resultado y me cuestioné qué era lo que había visto el jurado en la noveleta. Pensé que podía pagar cara mi novatada. Después reflexioné y me vino una mezcla de incentivo y compromiso. El sueño de mi vida siempre ha sido publicar, si lo conseguía bajo el sello Gente Nueva, mejor aún”.

¿Cómo llega el profesor universitario a escritor?

Me gradué como licenciado en Estudios Socioculturales en la Universidad Máximo Gómez Báez, donde trabajo como profesor en el departamento de Extensión Universitaria. Allí me vinculé al trabajo comunitario, pero el bichito de escribir siempre estuvo ahí, solo hacía falta cultivarlo. Tenía recortes, líneas por ahí guardadas, cuentos y en una ocasión Masiel había revisado algunas historias y me las devolvió llenas de señalamientos. Entonces, menos aún pensé en la Literatura como algo serio a lo que dedicarme.

“Mis amigos me estimularon a experimentar, vino una etapa de calma profesional y lo intenté. Paralelamente cursé estudios de narrativa en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y la experiencia fue magnífica, no solo por los conocimientos, sino por la socialización. Me tocaron las palabras de despedida y recuerdo que le dije al claustro de profesores: «¿cómo agradecerles por tanto?» y la respuesta fue súbita: «ganen premios»”.

¿El niño… es autobiográfico?

No es autobiográfico ni fantástico, pero trata temas que me interesan, me preocupan y con los que me identifico desde la fantasía y la recreación de la realidad. Con las herramienta narrativas correctas y siendo creativos se pueden lograr buenas historias para disfrutarse en familia. Esa es mi mayor aspiración.

Tratas tópicos como la violencia de género, la marginalidad y los estereotipos desde motivos infantiles ¿no temes ser incomprendido?

Los temas que para los adultos pueden ser complejos o problemáticos los niños suelen asimilarlos con facilidad. Tampoco existen estudios que nos ilustren cómo los pequeños recepcionan estos tópicos o la construcción mental que hacen de ellos. Si algo afecta la producción de literatura infantil actualmente es escribir pensando en los adultos. El criterio de selección de los pequeños siempre está mediado por los mayores, que son, en realidad, los prejuiciados.

“Por eso, es normal la resistencia o la incomprensión, y es preferible calificar al público infantil como demasiado ingenuo, antes que enfrentar la inmensa realidad de que nuestros niños son cada vez más inteligentes y merecen, por tanto, buenos libros que eduquen, preparen para la vida y diviertan, sin caer en clichés o cursilerías”.

¿Cómo calificarías el panorama actual para los jóvenes escritores que buscan publicitar su obra?

Cada día surgen más personas con cosas valiosas que contar y la competencia ha crecido. Es alentador conocer un montón de escritores con volúmenes de calidad acumulados por años y triste saber que solo han conseguido una o dos publicaciones.

“Por otra parte se ha avanzado mucho en la preparación, el asesoramiento, y las búsquedas temáticas y estilísticas son intensas. Sin embargo, las limitaciones en la industria cubana del libro son muchas todavía.

“Me identifico con autores contemporáneos de mucha valía como Eduardo Heras León; Mildre Hernández Barrios con Mundo de Plastilina y Diario de una vaca; o Eldys Baratute con ejemplares transgresores que han dado mucho de qué hablar en los últimos tiempos. Cuando escribo pienso en una historia que me gustaría leer”.

¿Dónde busca la inspiración un muchacho hiperquinético?

Siempre he leído, pero no me gustaban los textos grandes porque me desespera no llegar al final. En el preuniversitario y la universidad relegué un tanto la Literatura en función de la bibliografía académica y el estudio.

“Los mejores textos los concibo cuando estoy inspirado, pero también es cierto que la musa, a veces, es necesario enlazarla y traerla a la fuerza. Realmente soy muy regado cuando concibo una historia. A veces empiezo por el final y tengo que rearmarlo todo, anoto en cualquier papel, o incluso, en el celular. Me empecino y hasta no quedar complacido no termino. También permanezco ajeno a lo que pasa en casa y me pongo de mal humor cuando me interrumpen”.

¿Quienes se inician en la literatura suelen recibir críticas y elogios ¿qué has recibido tú?

He encontrado un ambiente muy sano en Ciego de Ávila, gente buena y sencilla que en cada taller literario te incita a trabajar más y mejor, lo cual me ha hecho perder el miedo a compartir en público mis obras. He recibido apoyo, respeto y más elogios que críticas.

-Escribir ha despertado una parte de mí que estaba dormida- explicó Leonel Daimel García

 

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