Que los jóvenes lectores y escritores también “ardan en el agua”

Poco a poco, Cómo arder en el agua se ha convertido en un espacio literario habitual en La Habana. El 8 de junio último, en la sala Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) sucedió su más reciente encuentro. Marilyn Bobes y Malena Salazar —dos autoras distintas no solo en sus edades y generaciones, sino también en sus maneras de concebir la escritura— fueron las invitadas quienes, junto a su conductor, Eric Flores, condujeron los diálogos y debates por las rutas casi olvidadas de la cultura del encuentro.

Desde preguntas relativamente sencillas y sin artificios verbales, Cómo arder en el agua invita a buscar los trazos que han ayudado a cada escritor, individualmente, a recorrer el camino de la vocación y el oficio. Otros temas, de importancia por su repercusión en la realidad actual narrativa, fueron también abordados por las invitadas: entre ellos, vale la pena resaltar el valor de lo cubano en la escritura, qué es lo que distingue a nuestros textos de otros foráneos, la repercusión de los premios y su impacto en la vida de los escritores, y la dificultad de ciertos procesos editoriales.

Ambas autoras, desde sus puntos de vista, dialogaron con los saberes del público en una construcción conjunta de la realidad que posibilita la multiplicidad de puntos de vista y el rescate de la cultura del diálogo en los espacios literarios capitalinos.

Cómo arder en el agua nace en un momento puntual dentro del desarrollo del futuro de nuestra literatura y debería, a mi criterio, tener una mayor afluencia de público joven (lamentablemente aún escaso pese a algunas puntuales actividades de promoción y visibilización que ha llevado a cabo la Uneac). Entra, en tela de debate, un punto que considero capital: ¿cómo atraer a los más jóvenes lectores y escritores a espacios como estos, que visibilizan también sus intereses, cuestionamientos, dudas y saberes?

Cabría la pena preguntarse si esos noveles creadores de los cuales hablamos conocen —o no— de la existencia de Cómo arder en el agua y el porqué de los motivos de resistencia que muchos de ellos hacen a estar cercanos a los espacios institucionales donde se debaten, grosso modo, algunos de los puntos más importantes para el quehacer creador en la actualidad.

Es cierto que otros lugares de encuentro existen —incluso no literarios, que devienen tales tras compartir un abrazo— y que no puede ser impuesto, en el gusto del público, un nucleado absoluto en torno a determinado proyecto. No obstante, sirva este breve artículo como llamado para la confluencia y las dinámicas del diálogo que permitan que este espacio —como otros tantos que han existido en el pasado— no caiga en la desidia y el olvido.

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