Pocas metáforas reúnen en sí tanto ingenio para nombrar buena parte de la poesía joven cubana que la seleccionada por Verónica Aranda (Madrid, 1982) para titular una antología aparecida bajo el sello de la editorial española Polibea: Lenguas de marabú. Poesía cubana del siglo XXI.
No imagino hablas más duras que las de marabú: sinónimo de fuerza, resistencia, filo, dureza, adaptabilidad a un entorno ajeno, sobrevivencia… como ha sido parte importante de la poesía hecha por las nuevas generaciones en las últimas décadas. Son lenguas con madera dura, espinas puntiagudas, flores que pueden ser incluso bellas, similares a la planta Dichrostachys cinerea, nativa de África, la India, el sur de Tailandia y Malasia, pero introducida en varios puntos de América, a mediados del siglo XIX.
No hay quien pueda con el marabú: considerada una especie indeseable (que afecta producciones económicas) e invasora (que perjudica ecosistemas naturales o seminaturales) poco valen brigadas de macheteros, fuertes herbicidas, ganadería extensiva en sus terrenos… Como esa planta invasora, los jóvenes poetas han ganado terreno progresivamente, creando sus propias cosmogonías, incluso, a riesgo de resistencia, empuje, exclusiones, sobrevidas…
Por tanto, no considero un nombre más apropiado —semánticamente su contundencia es innegable— para la antología que Verónica Aranda (licenciada en Filología Hispánica, gestora cultural y traductora) presentó en el holguinero Centro Cultural Lalita Curbelo Barberán como parte de un recorrido que realiza por ciudades de la Isla.
Lenguas de marabú. Poesía cubana del siglo XXI. —presentada en la Feria del Libro de Madrid a finales de mayo— reúne la obra de 24 autores criollos nacidos entre 1975 y 1992, residentes dentro y fuera del país. Luis Yuseff abre la antología y la cierra Antonio Herrada, ambos holguineros. Otras voces del panorama lírico insular, entre ellas, Jamila Medina, Legna Rodríguez, Gelsys García, Kety Blanco, Zulema Gutiérrez, Yunier Riquenes y Moisés Mayán, aparecen en la cuidada compilación, cuyo prólogo realizó también Verónica Aranda.
En el texto introductorio la poeta española explica que Lenguas de marabú es el resultado de un trabajo desarrollado en dos viajes a la Mayor de las Antillas y tras “un largo período de investigación y consulta de antologías de poesía cubana actual, blogs y poemarios publicados en los últimos años”.
En el prólogo del texto se puede leer: “Son la denominada Generación Cero, que empieza a publicar con el nuevo milenio. Una nueva generación que se resiste a clasificaciones y etiquetas y que no tiene sensación de pertenencia a un movimiento concreto, de ahí que esta antología busque dar una pequeña panorámica de la amplitud y variedad de propuestas estéticas, texturas, imaginarios y polifonías.
“Propuestas estilísticas que van desde el apego a la tradición clásica del soneto y la décima, con una renovación temática y transgresora, al largo versículo neobarroco, característico de las poéticas del Caribe, pasando por el poema conciso de esencia oriental, el coloquialismo o las poéticas que experimentan con el lenguaje y la sintaxis, creando neologismos y nuevas formas de expresión para trascender los límites de la isla”.
Asimismo añade Verónica Aranda, autora de los poemarios Poeta en India, Tatuaje, Postal de olvido, Otoño en Tánger y Épica de raíles: “Más que detenerse en la cubanidad o en el omnipresente motivo poético de una insularidad ontológicamente angustiosa, como negación o afirmación, la Generación Cero amplía horizontes y busca un cosmopolitismo literario y geográfico como parte de un proceso de identidad que en los últimos años ha logrado salir del encerramiento y la enumeración de las carencias”.
Además de la presentación en el Centro Cultural Lalita Curbelo Barberán, donde leyeron sus versos Luis Yuseff, Katy Blanco, Moisés Mayán y Zulema Gutiérrez, Verónica Aranda compartió la lectura de textos de sus poemarios más recientes, en compañía del poeta Luis Yuseff, en el Salón Abrirse las constelaciones de Ediciones La Luz, prestigioso sello de la AHS en Holguín.
“La fe está ahora puesta en el lenguaje, en la renovación del lenguaje y sus combinaciones infinitas, para adaptarse a la realidad poliédrica actual, a su ritmo vertiginoso. Fe en poéticas de lugares devastados que se vuelven a fundar y reconstruir a través de la palabra. Estamos ante voces disímiles, que trascienden el discurso político o ideológico, donde a veces converge en una mirada común reflexiva y de desencanto. Imágenes de unos trópicos alucinados, donde el sol abrasador y la humedad cubren de óxido los objetos y los edificios y desembocan en lo irónico, lo sarcástico o en un espíritu díscolo que juega con el lector”, subraya la escritora española en el prólogo.
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