El poemario Erosiones (Editorial Letras Cubanas, 2017) de Milho Montenegro, atrapa mi atención por el modus operandi del que se vale su autor, para hurgar/afrontar tópicos un tanto ignorados por el canon literario joven.
Es posible vislumbrar, desde el exergo de Charles Baudelaire (poeta considerado maldito),y en toda la extensión del discurso poético, que a Montenegro le interesan (desde el matiz psicológico, conductual y personológico) algunos seres marginales, segregados por el imaginario social y cultural, así como escenarios donde pueden hallarse individuos que merodean, y encuentran voz aquellos que son sometidos (desde el punto de vista cívico, moral, espiritual o físico); sujetos y experiencias que aportan una riquísima impronta emocional a este libro, el cual llega a convertirse en una especie de ágora donde se reúnen personajes que también podrían ser considerados malditos.
Descubro y logra conmoverme la voz-lamento del recluso, del enfermo, el emigrante, la familia escindida, los que regresan y no hallan el lugar que anhelaban, el hombre estéril, herejes, viejos, el hijo y su padre alcohólico, la realidad apabullante-caótica-tediosa, los que aman sin ser comprendidos: todos como parte de un contexto que ha terminado por dirigir sus pasos hacia la sumisión.
La obra de Montenegro se desliza por ámbitos oscuros, poco manoseados. Ello confiere cierta relevancia al poemario. No son estos tópicos una manera de alcanzar notoriedad ni de atraer miradas sobre algunas zonas más o menos rozadas por la luz. El poeta, más bien, procura observar, examinar y adentrarse en el detritus de las marañas y miserias humanas. Para ello desmenuza capas y armazones, intenta agarrar el núcleo, para luego, en un ensayo de salvaguardar su mejor esencia, erigir la belleza y transformar tanta broza en poemas de cálido y humano aliento.
Entre los poemas que avivan mi atención están Límite y Paria, textos que acontecen en espacios juzgados como malditos, según el pensamiento ensayístico de Mercedes Melo Pereira1. En el primero, el poeta expresa: “El enfermo soporta sus huesos y excrementos/ lo que disfraza la sonrisa del cuidador/ su tiempo que cuelga de una esperanza tan hueca como él mismo/ La espera es el diagnóstico más terrible: angustia que ninguna mano puede extirpar”.
Puede valorarse aquí un atisbo en torno a la condición de estar “enfermo”. Imágenes que llegan a poner al lector en circunstancia, a sentir el peso de una sentencia, un estado que genera asfixia y temor ante lo irrevocable. Tema este apenas tratado en la poesía más emergente y que a su vez es generador de emociones/reflexiones ante la fragilidad de existir.
En Paria, y siendo un asunto tratado con anterioridad por Montenegro2, no deja de inquietarme el interés manifiesto por un tópico que no muchos tratan en sus obras, al menos no como el tema amoroso, el canto a la patria, la muerte y el tiempo, tan recurrentes en la poesía cubana:
“La celda es ámbito de malditos/ insidia para adjudicar el quiebre/ la torcedura/ Ya no habrá ceremonia que arroje consuelo alguno/ mi nombre sirve de alimento a insectos que procuran el desamparo/ cuelga de los hierros que me separan de la realidad (afuera todo fluye a pesar de mí)/ La sentencia corroe el ímpetu de los augurios/ todo artificio ante la espera/ Aquel que fui un día me abandona/ en el hueco de la incertidumbre desvanece”.
La prisión como espacio es utilizada a modo de recurso para erigir el texto poético. Acá se sondea la condición del reo, su inutilidad ante las horas y lo que acontece más allá de las rejas. Se puede respirar el aire tóxico de la celda, el lamento, la sumisión del recluso ante su realidad, un contexto que va disgregando su esencia, hasta convertirlo en otro ser distinto al que un día fue. Poema que se encumbra dentro de este cuaderno por su profunda exploración en la psicología humana.
Por el tono que asume y proyecta la voz lírica en este poemario, así como por los temas de índole emocional/social, podría conjeturarse que se trata de una postura melancólica, enquistada en la derrota, mientras busca un resquicio que le permita, mediante la escritura, una evasiva. Sin embargo, la necesidad de redimirse, liberar tensiones y hallar refugio a través del poema, se me luce como un argumento que subyace a la cuestión capital: mostrar la carencia, lo que lastima y hiede igual que herida purulenta, mientras los moscos de la angustia no dejan de revolotear en busca de su porción para sobrevivir(nos), pero todo en aras de hurgar, hacer ver, señalar, como mecanismo preciso, obligatorio —tal vez—, si se persigue reflexionar sobre aquello que ha dejado un halo de consternación, y esos senderos por los cuales no se ha de volver a andar.
Los poemas que sirven como estribos a la dramaturgia de Erosiones, mantienen un eficaz sentido del ritmo en su totalidad, y un lirismo que no apuesta por complejos andamios del lenguaje, aunque alcanzan a inquietar, seducir, y denotan una evidente propensión hacia rasgos vanguardistas como sello autoral (tensionando la lectura, ofreciendo pluralidad de significados), análogos a algunos coetáneos de su promoción literaria.
No obstante, tomando en cuenta la calidad de algunos poemas y partiendo de una percepción muy personal, encuentro casi obligatorio resaltar que hay un ligero descuido en la ubicación de los mismos. Pueden hallarse poemas contundentes en zonas del libro donde, por su alto valor lírico, no juegan el rol que podrían/deberían, de haber estado situados en otras áreas más estratégicas y que confieren mayor intencionalidad. Pero aún queda mucho camino por recorrer.
Montenegro, aunque joven, ha logrado hilvanar un cuaderno de indudable madurez estilística y temática. Con su prosa poética sabe y logra sugerir. Con ella alza su voz y encuentra, con dignidad, un lugar en la dinámica autoral de la Isla.
1 Las praderas sumergidas (Editorial Letras Cubanas, 2015), Raydel Araoz, p. 36.
2 Revista La Gaceta de Cuba, No. 3, mayo-junio, 2017, Beca de Creación Prometeo, Celda, Milho Montenegro, p. 30.
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social.
Es un poemario que deja lo íntimo expuesto, las heridas sangrantes en cada una de sus páginas. Felicitaciones a la reseñista y al autor por su encomiable trabajo.
Saludos
Veo muy bien este artículo donde se reconocen las mejores cualidades de Milho Montenegro. Siempre me ha parecido que sus obras tienen la virtud de la madurez y llegan a lo profundo de temas complicados. Muchas felicidades por todos sus logros.