Las múltiples lunas de Liuba María Hevia

Un hermoso y atractivo libro tiene en sus manos el lector amante de la cancionística cubana: Luna del 64, cancionero de Liuba María Hevia (1964) publicado en 2016 por Ediciones La Luz, sello holguinero de la AHS, recoge buena parte de la obra lírica de la autora de temas imprescindibles como “Ángel y habanera”, “Algo”, “Con los hilos de la luna”, “Puertas” y “Tu amor es el canto mío”.

“Este libro pone a disposición del lector sesenta y cuatro de las muchas obras de la trovadora, textos que abarcan un período de más de tres décadas, y lo mismo aparecen temas primigenios que otros más recientes e inéditos. Se trata de la posibilidad de adentrarse en el mundo literario de las canciones de Liuba, leer estas letras, y advertir su ¨poesía¨ que seduce porque recuerda que bastan con unas pocas palabras…”, escribe Roxana Fuentes en las palabras de presentación de Luna del 64, libro con edición de Luis Yuseff, corrección de Yailén Campaña y diseño y composición de Frank Alejandro Cuesta.

Hay dos presencias constantes en las letras de Liuba María Hevia, muchas otras habrá sin dudas, pero estas resaltan a los sentidos cuando leemos Luna del 64: precisamente las múltiples alusiones a la luna y el carácter citadino, urbano, más bien habanero, que expanden sus líricas letras.

Roxana Fuentes comenta también: “Luna del 64 es una alusión, personalísima, al nacimiento de Liuba María Hevia, a una de sus canciones, al concierto de celebración por sus 50 años de vida, y ahora a este cancionero que forma parte de esa suma de voluntades por socializar su obra, como parte de lo mejor de la canción cubana de todos los tiempos”.

Pero además de estas cuestiones que menciona Roxana Pineda, la luna viene a orbitar como elemento común y unificador en los textos de Liuba. Bastan unos ejemplos extraídos del propio cancionero, donde precisamente varias canciones llevan la palabra en su título: “Con los hilos de la luna (El abuelo)”, “Luna de abril” y “Réquiem de luna”. En la primera de las canciones que recoge el volumen y justamente en la estrofa inicial leemos: Llegas, serena y desmedida/ luna temprana, abriendo el corazón/ guajira mía, cadencia singular/ a tres por cuatro, sin rejas ni guardián (“A tres por cuatro”).

Los ejemplos son muchos y además de la luna, encontramos alusiones a otros múltiples elementos de un “imaginario cósmico”, entre ellos el cielo, la lluvia, los ángeles, las nubes, la noche, el sol, el eclipse…

Aunque en versos de canciones como “Naturaleza”, “Como un duende”, “Vidas paralelas”, “Travesía mágica (La calabacita)” y “Serenata bendita”, está presente la luna y su reflejo, los siguientes ejemplos vienen a confirmar una especie de obsesión perenne en la trovadora habanera:

La multitud es el encuentro/ con la más tierna soledad/ el techo igual, el cielo nuestro/ igual de luna y de silencio (“Agosto bajo la piel”).

La guitarra retoza y se desayuna/ la canción que en la noche tejió la luna… (“Algo”).

Con una luna que se desgrana/ y en nuestro lecho inventa un tapiz/ mi amor me espera así (“Con un ramito de mejorana”).

Se fueron, se fueron/ la nube dulce algodón de azúcar/ tocar el cielo desde una rama, besar la luna (“Se fueron”).

Es como si la obra de Liuba estuviera signada por elementos cósmicos y fuera al germen de la poesía misma, a su esencia, guitarra al ristre, como aquellos cantos ancestrales donde el hombre agradecido interactuaba con la naturaleza y los misterios del cosmos.

En “Con los hilos de la luna (El abuelo)” Liuba retorna a una luna que viene a ser hilo conductor de la melancolía y la añoranza que transpira el conocido tema:

Mi abuelo llegó en un barco/ pero se trajo la luna/ dibujada en un pañuelo/ que un día colgó en mi cuna/ La inmensa luna diamante/ era la mejor fortuna/ que acompañó al emigrante/ de aquella España lorquina y dura. Cantaba con ese acento/ que tanto lo distinguía/ risueño me revelaba/ la copla que así decía: “Niña, nunca te enamores/ si hay luna cuarto menguante/ que puede robarte el sueño/ un asturiano emigrante”.

Lo mismo sucede en una canción como “Réquiem de luna”: En Cádiz y La Habana/ la luna se desgrana/ quién sabe qué habanera te conquistó/ que se muere de luna diciembre.

Y aquí sobresale otro de los elementos que quiero subrayar en la amplia y valiosa obra de Liuba María Hevia: el carácter citadino de su lírica, la mención a La Habana como urbe ideal, ciudad utópica y real, sitio de encuentros, amores, ilusiones y también desilusiones.

Liuba en sus inicios –y eso nos recuerda el actor Luis Alberto García en una especie de prólogo sencillo y hermoso que antecede al cancionero– estuvo vinculada a la mejor tradición guajira, incluso ha mantenido la esencia de lo cubano a lo largo de su carrera, y después grabó un disco de habaneras, ese hermoso género casi olvidado y que ella ayudó a renovar con sus temas. En cambio me refiero a que en la obra de Liuba María Hevia hay un aire de ciudad, único, irrepetible y que ese aire cosmopolita, en ocasiones invisible y en otras muy palpable, rondándolo todo, en conspiración con la luna y sus reflujos, vienen a congeniar buena parte de lo mejor de su lírica sencilla y sobrecogedora: “Trovada en La Habana”, “Tan solo un bolero”, “Si te vuelvo a encontrar”, “Mi vieja Habana”, “Memoria y testamento”, son ejemplos de ello, aunque, como señalaba, ese aire dulcemente citadino está presente en buena parte de la obra de Liuba, en textos donde también rinde homenaje y se apropia líricamente de la obra de autores como Dulce María Loynaz, Mario Benedetti, Jesús Orta Ruiz, Silvio Rodríguez, Teresita Fernández, Ada Elba Pérez, Eliseo Diego, Miguel Hernández, Gabriela Mistral, Carilda Oliver Labra, Eliseo Alberto Diego, María Elena Walsh, Juan Manuel Serrat…

Por su parte, las lustraciones de Lidia Morales, trabajadas desde la sencillez y la belleza de la plumilla, le aportan al libro una originalidad poco vista en este tipo de volúmenes y sin el que Luna del 64 no fuera el mismo texto: las obras de Lidia han sabido interactuar como pocas veces he visto con los versos de un texto e interpretarlos en su esencia abarcadora, abordando incluso los tópicos esenciales en su discurso, como hemos visto la luna, pero además la propia figura de la trovadora, relojes, farolas, sombrillas, hojas, la ciudad y sus estructuras…

En textos dedicados al ser amado, correspondido o no, soñado y vívido, a los niños, destaca aquí su hermoso trabajo con los poemas de Ada Elba Pérez, a la familia, a La Habana… Liuba se nos muestra como una mujer pasional y sincera, lírica y soñadora una de las voces imprescindibles y necesarias de la cancionística cubana e iberoamericana y al mismo tiempo una luna pletórica, sabia, una luna nacida en 1964 que nos observa y al mismo tiempo nos arrulla con los temas salidos de su guitarra de luz.

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