El ejercicio sistemático de la crítica especializada ha desaparecido de los medios de comunicación de la Isla. Salvo algunos, los públicos han visto cómo esta práctica ha quedado casi exclusivamente limitada al comentario cinematográfico propio de los programas televisivos destinados al séptimo arte. De manera alternativa, en blogs personales como Cine Cubano la pupila insomne, del investigador y ensayista Juan Antonio García Borrero, pueden hallarse las valoraciones, debates y confrontaciones que sobre temas de cine hacen las voces más autorizadas (y no pocas veces polémicas) en la materia.
Alguna que otra vez la prensa impresa nacional dedica también algún espacio en la plana para comentar el último estreno del cine nacional o la telenovela brasileña de turno. La periodista del sistema informativo de la televisión cubana Aleida Piñero Meneses suele enfrentarse con frecuencia a la valoración de las artes visuales, lo cual hace con muchísimo decoro si se tiene en cuenta que debe ajustarse al informativo minuto y medio que le ofrece el tiempo en televisión. Cabe exceptuar casos puntuales en el Noticiero Cultural y el programa Sitio del arte que procuran un acercamiento al juicio crítico sobre diversas manifestaciones.
El fenómeno apunta a la multicausalidad: de una parte resulta complejo incluir en el diarismo un espacio para la crítica porque los criterios de noticiabilidad privilegian otra clase de trabajos y enfoques que suponen un ritmo más veloz de producción y consumo impensables para la pausa reflexiva que supone aquella. Por otro lado prolifera el imaginario del crítico de arte como esa persona dispuesta a hacer trizas una obra sin la menor contemplación y no se reconoce que, incluso si la crítica no es favorable, esta beneficia el proceso creativo a la par que educa a los públicos para enfrentar con mayor propiedad el proceso de recepción de una obra de arte. Y por último, justo es decir que la capacidad de emitir una opinión más o menos festinada sobre arte no enviste a persona alguna como crítico. Ese reconocimiento tiene que estar avalado sobre años de estudio minucioso, sobre la conciencia de la imparcialidad. El crítico de arte avezado sabe, en suma, distinguir el oro de la paja, el subjetivismo de la subjetividad.
En cualquier caso, la crítica dista de proliferar en nuestro universo multipantallas y continúa ceñida al efecto eventista de encuentros anuales como el Taller de la crítica teatral que acoge la provincia de Camagüey que por estos días de abril, también recibe al I Encuentro de Crítica Danzaria.
Estudiantes de tercer año de Danzología de la Universidad de las Artes, profesoras como Mercedes Borges y Bárbara Balbuena se unen aquí a los directores de las compañías más prestigiosas de la provincia: Ballet de Camagüey, Ballet Contemporáneo de Camagüey, Ballet Folclórico de Camagüey y la flamenca Andarte.
De las diversas jornadas de conferencias y talleres queda una conclusión tan obvia como apremiante: más que un divorcio o una relación antagónica, entre crítico y artista debería establecerse una comunión en favor de la obra artística y sobre todo, de los públicos. Eso también es democratizar la cultura.
Dado que en el ISA existen los planes de estudios teóricos sobre arte (musicología, teatrología, danzología, esta última de reciente incorporación), y dado también que en múltiples Casa de Estudio Superior en todo el país figura la carrera de Historia del Arte, vale afirmar que el primer paso (y acaso el más difícil) para contar con una crítica especializada comprometida ya está garantizado.
Quizá entonces, en futuro cercano, esos que todavía extrañamos el Caballete de Lucas con Rufo Caballero, quedemos satisfechos cuando, en nuestros medios de comunicación, vayamos al encuentro de la crítica especializada que contribuya a la formación legítima de una conciencia estética.
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