Jacuzzi es el nombre de una empresa multinacional italiana que produce bañeras de hidromasajes. Fundada en 1917 por italianos inmigrantes en Estados Unidos, esta firma promueve los hot tub o spa: tinas con agua caliente y diferentes boquillas para hacer mover el agua mediante un motor que permite el hidromasaje. Pero jacuzzi es en Cuba –debido a la nacional “costumbre de llamar a las cosas por sus marcas comerciales”– casi cualquier piscina particular más o menos similar a una tina real con agua caliente…
Jacuzzi es tambiĂ©n una obra teatral escrita y dirigida por el joven dramaturgo y actor Yunior GarcĂa Aguilera, estrenada por la compañĂa holguinera TrĂ©bol Teatro en la sala Alberto Dávalos del Complejo Teatral Eddy Suñol en junio de 2016, presentada en otras ocasiones y repuesta recientemente en la dĂ©cima ediciĂłn del Festival Nacional de Teatro Joven.
La reciente puesta de Jacuzzi viene avalada por las resonancias de varios premios en el ámbito teatral, entre ellos el Villanueva de la UNEAC y la beca Aire FrĂo, de la AsociaciĂłn Hermanos SaĂz (AHS). Partamos de una interrogante inicial: Âżes acaso Jacuzzi teatro polĂtico? Si ir contra la retĂłrica y el manierismo teatral es una acciĂłn polĂtica –quizá la más polĂtica de todas las estrategias teatrales– Jacuzzi es puro teatro polĂtico.
Con Jacuzzi nadie se queda impávido: ni el espectador más apasionado, ni el retrĂłgrado, ni el que solo posee mĂnimas nociones teatrales, porque Jacuzzi es Cuba y en esa Cuba –matices sociopersonales y polĂticos de por medio– vivimos todos sumergidos… aunque “la historia narrada tiene tantos puntos de contacto con la realidad, que la lectura de cada espectador dependerá de cuánto haya nadado en estas aguas”, escribe MarĂa de la ConcepciĂłn y la Pedraja en el programa de mano de la obra.
El italiano Domenico Modugno (1928–1994) canta Nel blu dipinto di blu… y Volare, aquel clásico tema que segĂşn la revista Billboard fuera el mejor sencillo de 1958, se filtra en esta obra extremadamente visceral y por demás, sincera, aunque ocasione más de una desgarradura consiente: Yunior GarcĂa, por suerte para el teatro cubano, es un dramaturgo sincero ante todo consigo mismo y con su arte. Esos son los estandartes visibles de su creaciĂłn: si esta no fuera sincera, si aquello en lo que se cree no parte de cimientos honestos, si la verdad es dicha solo en fragmentos y no en su todo complejo, variopinto y mĂşltiple, entonces las bases se desmoronan, las vigas se oxidan, las estructuras envejecen… y contra eso mismo es lo que se rebela Jacuzzi. Entonces el hombre –no el sistema sino el hombre como centro de su dramaturgia y sus mĂşltiples miradas y acercamientos al hecho teatral– padece la peor de las muertes en vida…
Aquel “hombre nuevo” es ahora un “hombre viejo”. Nacer, identificarse, crecer, es tambiĂ©n parte vital del asunto. Sentirse partĂcipe de un proceso social que a muchos les parece ajeno y extraño. Para eso Yunior GarcĂa plasma aquello que llama “un análisis entre mi paĂs y yo”, que termina siendo la historia de una fragmentaciĂłn “a pedazos”. Ese es el iceberg en deshielo que flota entre la frĂa espuma de Jacuzzi. Yunior parece decirnos que el azul no siempre está “pintado de azul”, como en la canciĂłn de Domenico Modugno…
En la obra –además de la calidad literaria del texto dramatĂşrgico, escrito a manera de mea culpa y revisiĂłn personal de un paĂs– destaca la minimalista escenografĂa de apenas unos metros cuadrados: una bañera, unos pocos objetos, un espejo y una especie de estructura que delimita la habitaciĂłn pero no los movimientos de los actores: Susy (Heidy Torres), Pepe (VĂctor GarcĂ©s) y Alejandro (Yunior GarcĂa) quienes muestran un palpable virtuosismo en escena que hace que sus interpretaciones sean concretas, creĂbles…
A Yunior no le bastĂł escribirla, necesitĂł además actuarla, lacerarse una vez más: no hay escritor más necesariamente masoquista que el dramaturgo que, además, actĂşa su personaje… Él mismo lo ha dicho en otras ocasiones: “EmpecĂ© a dirigir porque escribĂa obras que necesitaban ser dirigidas y comencĂ© a escribir porque como actor necesitaba obras donde actuar”.
Es Yunior quien nos habla de su vida en “una pieza que –nos confirman las notas del programa– juega con la autoficciĂłn, donde se hace difĂcil crear distancias entre la biografĂa del personaje y la vida del actor/autor”. Vemos en la obra constantes referencias al propio Yunior: Cierra la boca, el libro que publicara por Ediciones La Luz en 2010, es regalado ahora a los amigos que regresan… Observamos guiños a los anteriores trabajos con TrĂ©bol: Cierra la boca, Semen, Pasaporte…
Jacuzzi –donde se mezcla, al menos estructuralmente, el teatro de arena con los asientos de la sala Dávalos– narra la historia de tres jĂłvenes amigos (“si no los somos estamos bien jodĂos”) que se reencuentran en un apartamento habanero, luego de cuatro años de distanciamiento. Dos han estado en Roma (Susy y Pepe). Uno (Alejandro) entre La Habana y HolguĂn. Ellos cuentan sus vidas sumergidos en una bañera que funciona como improvisado jacuzzi: lo que hicieron antes y lo que son ahora –el resultado, la sumatoria de los e/afectos– a travĂ©s de diferentes confesiones; cada personaje posee disĂmiles conflictos, variadas “relaciones” con el medio social y polĂtico que les rodea e incide, sin dudas, en ellos y en sus relaciones con los demás y con la sociedad.
En ese sencillo espacio, apoyado por un adecuado e intimista sistema de luces con diseño del propio Yunior, fluye la historia y se desencadenan los diferentes grados de intensidad en la obra: miedos, incertidumbres, verdades entrelazadas por matices sociales, polĂticos, sexuales, econĂłmicos… AllĂ la intensidad es de otro tipo, casi telĂşrica y palpable: “Yo cambiarĂa todos los discursos del mundo por un abrazo tuyo…”, dice uno de los actores. Yunior GarcĂa sabe que “el teatro no puede cambiar al mundo, pero puede sacudir a una persona”, y en esto se basa tambiĂ©n su trabajo como dramaturgo y director al frente de TrĂ©bol Teatro.
Uno acaba pensando: ¿cuánto puede afectar a un actor, aunque rebusque en sus entrañas y “las más profundas emociones”, obras como Jacuzzi? ¿Cuán desgarrador puede ser, sin importar las lecturas y estudios del distanciamiento brechtiano, el método Stanislavski, el teatro–laboratorio de Grotowski y las obras de los Angry Young Men –Jhon Osborne, Harold Pinter–, entre otros, enfrentarse a textos como este ofreciendo el pecho abierto?
Insisto en esto: Âżes Jacuzzi teatro polĂtico en todo el sentido abarcador del tĂ©rmino? Reconducir la escena al instante donde el actor escucha al otro y reacciona al unĂsono con Ă©l es uno de los actos más polĂticos que el teatro puede asumir desde su propio centro y estructura. Además, lograr que no desaparezca el rostro del actor tras la máscara absoluta del personaje que interpreta, nos devuelve el teatro como espacio polĂtico donde ejercer la necesaria y casi ausente civilidad. No lo digo solo yo: me apoyo en palabras del Premio Nacional de Teatro Carlos Celdrán, director de Argos Teatro, una de las plataformas del teatro polĂtico en Cuba, pues mucho de esto palpamos en Jacuzzi.
No se trata de inconformidades y osadĂas injustificadas. Tampoco catarsis. ÂżAcaso el teatro –el arte en sĂ y en su compleja totalidad– debe justificar sus formas y expresiones? Jacuzzi en su totalidad es una obra de amor a Cuba. Un ejemplo de cĂłmo defender lo que se cree sin importar miedos y posibles consecuencias. Una muestra de cĂłmo ser consecuente con tu paĂs y con el arte, aunque nos sumerjamos en una simple bañera creyendo que es un jacuzzi…
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