Toma este vals con la boca cerrada.
Federico GarcÃa Lorca
Y se servÃan allÃ, sobre la mesa, los platos más gourmet de su niñez, sus viajes, y uno podÃa degustar, dejar al Ãndice acercarse hasta la escena, rozarla y luego llevarlo a la boca abierta,para ofrecer a las papilas ya casi intactas del público holguinero el gusto arrobador del buen Teatro.
Otra vez el diseño de tÃteres y la escenografÃa de Zenén Calero vienen hasta las tablas holguineras y otra vez el público lo aplaude con sus manos grandes y justas.
Hay en esta obra, original de Norge Espinosa y dirigida por Rubén DarÃo Salazar, una búsqueda notable de la belleza; en la puesta se fusionan escenografÃa, luces, interpretaciones, sonido, creando un balance escénico propicio para el desarrollo dramático.
Se les veÃa gozar a los actores, sentir el personaje, entregárnoslo. Eran plateados los chalecos, plateados los delantales, plateados los zapatos atados con cordones plateados. Y venÃan manteles, vengan y vengan manteles, como suertes de historias circulares a cubrir la mesa, lista para ofrecer otras exquisiteces. ¡Qué diseño!
Y qué suerte la del público holguinero, ya asiduo a este Festival de Teatro Joven: poder conocer la vida de este gran cubano, El Bola, sÃ, el gran pianista de esta isla, ese artista total que fue Ignacio Jacinto Villa Fernández, de esta manera tan singular que integra la comedia y rescata el music hall.
Rubén DarÃo Salazar demostró una vez más al público su profesionalidad como director y actor, y la interpretación de su compañero en esa noche de piano y Monseigneur, Iván GarcÃa, fue como para celebrarla durante todo el espectáculo.
Esta obra ha reafirmado el valor de Teatro de Las Estaciones para el teatro cubano actual: la compañÃa ha crecido progresivamente en sus más de dos décadas y cuenta con un repertorio que ha hecho aplaudir las rÃgidas manos de la crÃtica neoyorkina. SÃ, Baudelaire, estos albatros andan sobre los escenarios del mundo y sus alas de gigantes no le impiden caminar.
Por el monte Carulé es ya una suerte de Ãcono dentro del teatro de tÃteres cubano, y homenaje necesario a ese artista que fue Bola.
Esta obra que, asimismo, mereció en el 2010 el premio Villanueva de la CrÃtica, casi una década después de su estreno en el Festival Mundial de Marionetas de Charleville–Mézières, Francia, crea una atmósfera de homogeneidad escénica que provee al público de un espectáculo Ãntegramente cubano.
Yo solo les pido a los camareros que enciendan los candelabros aunque sople el viento, que los enciendan, y vuelvan a servirnos en bandeja de oro esa puesta que obliga a no dejar nada en el plato.
Y por favor,
por favor,
por favor,
que
Él se siente al piano.
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