Con tres años recién cumplidos, La Marca, es un espacio que resalta en una de las populosas calles de la Habana Vieja. El estudio-galería de arte corporal, fundado en 2015, prefiere identificarse como proyecto artístico y no como grupo de cuentapropistas. Desde allí, se fusiona música, plástica y literatura y crece un sólido movimiento cultural.
Conciertos, exposiciones, muestras cinematográficas, puestas teatrales y talleres de creadores nóveles, artistas independientes, poco reconocidos y otros con más popularidad llegan hasta la sede para exponer sus obras.
Los festejos de su más reciente aniversario trajeron a la luz el trabajo de uno de estos exponentes que permanecen entre las sombras. «Respeto pá los mayores», es el nombre de la muestra que se expondrá por tres meses en la institución; como un tributo a la memoria del tatuaje en Cuba y al artista reglano Julián González.
Este hombre no tiene premios, pero tampoco lo ostenta. No aparece en la lista de los artistas cubanos contemporáneos, pero es un hombre virtuoso. No tiene ostentaciones, a no ser el amor por sus cuadros. No busca reconocimiento, pero La Marca le brindó un homenaje.
Aunque, su trabajo se exhibe por primera vez en Cuba, ya es conocido en otros países como Alemania; ciudad en la que se presentó en 2001 como parte de la exposición Altares del Mundo, un megaproyecto destinado a inaugurar el remodelado Kunsthalle Düsseldorf.
A sus 68 años, Julián es uno de los más longevos tatuadores de la provincia y ha “marcado” a más de 2000 personas desde que se inició en este camino. Su técnica es rústica, de formación autodidacta y muy ligada al sincretismo religioso.
“Yo nací en Regla y desde niño me llamó la atención la pintura. “Salaito”, un vecino mío que se dedicaba a pintar fue quien me enseñó las primeras técnicas, pero no era nada de academia. Un día lo vi haciendo tatuajes y eso me llamó la atención.
“Entonces, con su ayuda y algunos trucos, empecé a practicar en la piel y me di cuenta que podía dejar la tinta en la epidermis. Yo empecé conmigo. Me pintaba los brazos, las piernas, los pies y luego llegaron amigos que me pedían algún dibujo. Se me reunían en casa 13 y 14 personas diarias”, explica mientras me enseña los trazos que tiene en su piel.
“Si me preguntas que tipo de artista soy no sabría decirte. Yo hago lo que me gusta, lo que me inspira. Lo mismo puedo pintar en la piel que en lienzo, papel o cartulina”, dice convencido.
Julián se siente orgulloso de la aceptación que tiene el tatuaje, la evolución y el impulso que existe en Cuba, donde la práctica dejó de ser exclusiva de ciertos sectores sociales, para formar parte de la cultura y los nuevos modelos estéticos.
Pero está claro que aún hay algunos detractores.
“Yo fui uno de los marginados por tatuar en la década de los setenta. Nosotros (los que tatuábamos) éramos vistos como lacras sociales, quizás por la asociación que siempre ha tenido el tatuaje con las cárceles y los presidiarios; y aún hay quien mantiene ese pensamiento”, apunta.
Pero él insiste en rescatar el arte corporal como expresión artística. Julián ha hecho de su casa una galería de arte o un santuario al arte, como algunos prefieren llamar, y es que su obra tiene una profunda espiritualidad.
Julián es tatuador, pintor, artesano y Abakuá. Muchas de sus obras se encaminan también a rescatar la riqueza cultural de esta religión que con el paso de los años ha sido tergiversada. Una de sus creaciones es el Ireme, parte de la tradición y orgullo de los Abakuá.
“He hecho muchos Iremes para las personas que lo solicitan. El IremeAbakuá es una especie de resguardo o protección, es un muñeco que representa el espíritu de la Sociedad. Los hombres Abakuá visten el traje de Ireme o diablito durante las ceremonias y se ha convertido en un símbolo de cubanía”, revela.
Su pincel refleja las rebeliones y los festejos de sus antecesores africanos que trajeron esta hermandad a la Isla. Viaja en el tiempo y ayuda a revivir una historia a veces olvidada. Por eso La Marca lo ha traído a su casa.
Y como Julián muchos otros llegan; lo mismo de provincias cubanas como de algún país extranjero. Allí están presentes los diseños de Nelson Ponce, las fotografías de Chris Erland y Hansel Leyva Fanego, los cuadros de Rolando Díaz, la música de Frank Mitchel Chirino Hernández y la poesía oaxaqueña de Clyo Mendoza.
Según nos comenta Ailed Duarte, integrante de este colectivo, el estudio acoge disímiles proyectos creativos y sigue sumando gente, sobre todo los jóvenes talentos. Sin embargo, confiesa que para ellos también es una deuda reconocer el trabajo de los más experimentados.
“Por eso decidimos homenajear a Julián. Él es uno de los grandes artistas-tatuadores y como tal debe reconocerse”, afirma.
La Marca, proyecta una visión futurista positiva y cargada de buenas energías. Su trabajo está enfocado en el tatuaje de autor,más que en referencias de catálogos. Se trata de crear nuevos diseños y explotar el potencial de los tatuadores, muchos de los cuales son artistas plásticos, graduados de academias y escuelas de arte.
Con tres años, ha participado en eventos como la Convención de Tatuajes en Mérida, Yucatán 2018; espacio para interactuar con artistas foráneos, siempre en busca de retroalimentación y nuevas propuestas.
Ubicado en Obrapía 108C (bajos) e/Oficios y Mercaderes, puro corazón de La Habana Vieja, su intención sigue siendo resaltar el tatuaje cubano contemporáneo y sus más genuinas expresiones.
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social.