La exposición Reverso, del joven fotógrafo y diseñador holguinero Oscar Gordillo Gómez –inaugurada en la pasada edición de la Feria de Trovadores en el bar Rino del Callejón de los Milagros– me hizo repasar una vez más algunos de los ensayos más conocidos de la reconocida escritora, novelista y ensayista estadounidense Susan Sontag (Nueva York, 1933–2004).
No es que la obra de Susan Sontag se relacione directamente con el trabajo fotográfico de Oscar Gordillo, las obsesiones de uno parecen estar alejadas de las del otro, al menos a simple vista, pero Susan nos da útiles herramientas conceptuales para la observación e interpretación –y esa es la palabra que presupone el acercamiento con la sugestiva y en ocasiones surrealista obra de Oscar– de la fotografÃa y de las artes en sentido general.
“La interpretación presupone una discrepancia entre el significado evidente del texto y las exigencias de (posteriores) lectores†y al mismo tiempo “pretende resolver esa discrepanciaâ€, sabiendo que “comprender es interpretar†e “interpretar es volver a exponer el fenómeno con la intención de encontrar su equivalenteâ€, nos dice Susan Sontag en su conocido ensayo Contra la interpretación (1964). En la ambivalencia de esta comprensión de la que habla Susan, ambigua como toda obra de arte y amplia en horizontes y visiones desde los recursos de la fotografÃa y en ocasiones, su posterior intervención, se mueven las doce piezas que componen la exposición personal Reverso.
Desde el mismo nombre –y la utilización del prefijo re en el tÃtulo– las piezas de Reverso nos muestran la otra parte de una realidad medianamente cognoscible y también, por eso mismo, poética. Aunque no siempre veamos el fragmento opuesto al visible, ese otro lado de la moneda que apostamos más de una vez a la obra de artistas jóvenes en el panorama nacional, observar piezas como “Dos de ciudadâ€, “Conexiónâ€, “Las aguas del mar†y “Colgado en el cieloâ€, nos demuestra que Oscar es un poeta de la cámara: un artÃfice de fotografÃas como estas debe estar poseÃdo, necesariamente, por una sensibilidad poética –lÃrica en su esencia y en su amplitud– detrás del hecho aparentemente sencillo de obturar y atrapar una imagen cualquiera.
Inanimadas sÃ, pero no inamovibles, sin la presencia humana como protagonista fundamental –aunque su paso perdurable hasta cierto punto es presencia constante y lo que vemos es precisamente resultado de ese transitar humano–, las obras de Oscar Gordillo, muestran una sensibilidad urbana, minimal, detallista, como si en eso, en ese instante dúctilmente atrapado, y en ocasiones trabajado, superpuesto, mezclado, en el detalle mismo, en esa fuga apresada en su cámara fotográfica, en el ojo y en la mente del artista, le fuera la existencia.
Nos dice Sontag que los contextos, las intenciones y los resultados articulan la esencia de la fotografÃa, al menos en los grandes fotógrafos del siglo XX que estudia la ensayista norteamericana: Arbus, Cartier–Bresson, Evans, Avedon, Warhol… y añadirÃa, además, a Robert Mapplethorpe. En las fotos de Oscar Gordillo, en blanco y negro, muchas veces intervenidas, y ahà subrayo su trabajo como diseñador y además, como estudiante de dirección de fotografÃa en la Facultad de Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA) del ISA en HolguÃn, los contextos son variables, como deben serlo en una muestra pequeña pero abarcadora como esta: el mar, las costas de Gibara, el Cristo de La Habana, la ciudad en su amplitud, vista en ocasiones desde arriba en su amplia dimensión, algunos instrumentos musicales: la guitarra –las manos sobre las cuerdas–, el piano, la percusión, estos en piezas como “Alejandroâ€, “Dentro del focoâ€, “Cariciaâ€, “Escudoâ€, “En partesâ€, “Te veo claramente†y “Touchâ€. Las intenciones, y claro que las tiene Oscar, tendrÃamos que preguntárselas al propio autor y seguro distaran un poco –como debe ser también en estos casos– de lo que podrÃamos nosotros interpretar, las necesarias “discrepancias†de las que hablaba Susan Sontag en su mencionado ensayo. Los resultados, en cambio, son apresables y distinguibles por todos los que visiten la muestra fotográfica Reverso y se adentren en un universo interrogativo y soñador y no por ello menos abierto a la multiplicidad de respuestas e interacciones.
Varias de las piezas funcionan como resortes semióticos abiertos a múltiples significados e interpretaciones –sÃ, en ninguna de ellas hay nada de ingenuidad–, entre ellas “Discursoâ€, una de las fotografÃas más interesantes de la muestra, al menos para mà y que recuerda, por momentos, aquella obra enigmática y cuestionadora de Antonia Eiriz (1929–1995) donde presenciamos/estamos frente a una tribuna: al Cristo de La Habana –sÃ, es el Cristo– el joven artista ha superpuesto un micrófono o la sombra de un micrófono cerca de una cabeza ausente pero no por ello menos interrogativa, inquietante. El Cristo, desde su prédica y su pedestal que funciona como tribuna y rodeado por verjas aislantes, que parece guiarnos en su discurso hacia una salvación distante y no por ello menos apreciable y necesaria.
“El verdadero arte tiene el poder de ponernos nerviososâ€, nos recuerda la autora de Sobre la fotografÃa, Bajo el signo de Saturno y El amante del volcán, y estas fotografÃas –ajenas a sentimentalismos, destellos innecesarios y redundancias poéticas– nos inquietan, sÃ, y seguramente nos seguirán inquietando desde la belleza de las sencillas cosas, esas cuyas esencias son más difÃciles de atrapar con el lente, mientras desentrañamos/interpretamos los reversos fotográficos que nos ofrece Oscar Gordillo Gómez.
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