Choco: maestro de la colografía

La creación ha sido una constante para Eduardo Roca Salazar (Choco), Premio Nacional de Artes Plásticas en reconocimiento a la obra de su vida. Entre esculturas, pinturas y colografías transcurren gran parte de las jornadas de este artista nacido en un barrio humilde de Santiago de Cuba, el 13 de octubre de 1949.

Para Choco, la Habana Vieja es una parte sustancial de su existencia. Me sorprendo dentro su taller de la calle Sol No. 20, entre Avenida del Puerto y los Oficios, rodeada de obras realizadas en disímiles formatos y con variados materiales como la madera o el bronce. Me invita a conversar, de manera informal, mientras trabaja en una de sus más recientes obras.

Choco se considera un hombre afortunado. Para el hijo de un haitiano y una española la llegada del triunfo revolucionario significó un cambio radical en su vida: “Hice todos mis estudios de artes plásticas, en La Habana. Comencé por el plan especial creado por la Revolución, en 1960, que se llama Instructores de Arte. Me sentí privilegiado porque como no tenía edad para trabajar entré directamente a la Escuela Nacional de Arte (ENA), sin pasar exámenes de ingreso”, confiesa Choco.

obra-eduardo-roca-chocoSu tránsito por la ENA tuvo lugar entre 1965 y 1970. Representa a una generación que hoy ocupa un lugar protagónico en el movimiento de las artes plásticas nacional. En esa lista no pueden dejar de mencionarse nombres como los de Nelson Domínguez y Flora Fong. A Choco lo unen con esos artistas fuertes lazos de amistad. Con algunos de ellos comparte similares presupuestos estéticos.

“Me parece que en todos los sentidos, la generación de los 70 es clave dentro de la cultura cubana. Mucha gente de esa generación ha contribuido a mantener vivas las artes plásticas, la música cubana y la danza. Fue una época difícil, convulsa, interesante, porque se estaba desarrollando la llamada Zafra del 70, un momento importante dentro del proceso revolucionario.

“Todo ese movimiento político, económico y social, fue parte de nuestras temáticas tanto pictóricas, danzarias, como musicales: los cañeros, los campesinos, los hombres de pueblo. Nuestra obra es el producto de una vivencia física que tuvimos en los campos del Oriente cubano; en Pinar del Río o en el Festival de la Toronja, en la Isla de la Juventud”.

Cuando se graduó de la ENA lo enviaron a realizar el Servicio Social en su provincia natal. Ese regreso fue una suerte de viaje a la semilla que lo llevó a incorporar a su poética lo místico, la religiosidad popular, el folclor y el legado familiar. Sin embargo, advierte, que no practica ninguna religión de origen africano.

“Creo que ese regreso a Santiago de Cuba fue sumamente importante porque pude conocer mi pueblo, mi ciudad, y la religión que también es parte de nuestra cultura. Por eso estoy obligado, como artista, a representarla en el plano pictórico o tridimensional”.

Reconoce que la religiosidad forma parte de sus vivencias diarias en la Habana Vieja. Sonríe justo en el momento en que escuchamos música, a altos decibeles, que se filtra al interior del taller.

“La Habana Vieja es muy importante para mí. Las personas pasan frente a mi taller y me saludan. En las puertas de sus casas hay un amuleto para espantar las malas lenguas y los malos espíritus. Eso forma parte de la cultura callejera pero tiene un sentido muy fuerte para la población cubana. Aunque no practique esa religión no puedo negarla. Sus collares, la forma de tocar la rumba, su forma de hablar, han hecho que mi obra se magnifique con ese colorido”.

No puede hablarse de Choco sin mencionar una técnica de grabado conocida como colografía, que lo ha llevado a obtener importantes lauros nacionales e internacionales. En el año 2000, alcanzó el Primer Premio en la Bienal de Grabado de Kochi, Japón con una pieza titulada Eleguá.

“Conocí esa técnica durante la década de los 80, cuando viajé, por primera vez, a los Estados Unidos. Ya en Santiago de Cuba otros artistas estaban incursionando en ella. Quizá Belkis Ayón y yo fuimos los que más la universalizamos.

“Como he experimentado y la he enriquecido tanto, muchas personas piensan que soy el descubridor de esta técnica llena de muchos contrastes temáticos. Producto del Período Especial he tenido que utilizar materiales que encuentro en la calle: latas o pedazos de madera”

Choco no se guarda nada para sí. Por eso muchas artistas se acercan al maestro con la intención de aprender la técnica de la colografía. De igual manera lo han invitado a impartir conferencias o cursos de verano en los más recónditos parajes de Asia, Europa o América Latina.

Actualmente es maestro consultante del Instituto Superior de Arte. A su taller asisten estudiantes de la Academia. También lo visitan grabadores de otras latitudes interesados en conocer todos sus secretos.

Para el venidero año tiene el compromiso de inaugurar una exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes. Asegura que ha laborado, sin parar, desde el día en que egresó de la ENA. Esa es su filosofía de vida. No quiere mostrar una retrospectiva de su obra sino realizar una pequeña panorámica de lo que ha hecho en cada etapa creativa.

“No me gusta trabajar por encargo. Cada día vengo al taller. Cuando se presenta algún concurso o exposición escojo lo que ya tengo hecho. Para organizar una buena muestra con veinte piezas uno debe tener listas 50. Lo único que necesito es seguir vivo para poder sacar afuera todo lo que tengo en mi mente”, concluye el artista.

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