Mis criterios para agradecerle siempre a Desiderio Navarro

Siempre quise conocer a Desiderio Navarro. Algo me impulsaba a querer estrecharle la mano, abrazarlo y agradecerle lo mucho que ha aportado a la formación de varias generaciones de críticos, investigadores e intelectuales cubanos. Lo leí cuanto pude, aunque libros suyos como Cultura y marxismo. Problemas y polémicas (Editorial Letras Cubanas, 1986) y Ejercicios de criterio (Ediciones Unión, 1988) sean verdaderas raras avis en las librerías y bibliotecas cubanas. Seguí sus traducciones cuando en la Universidad, a falta de textos teóricos actualizados sobre las distintas materias académicas relacionadas al Periodismo, una carrera teóricamente dispersa que bebe su poco de varias ciencias, estos venían a ser una especie de oasis del conocimiento que muchas veces nos era vedado.

Perseguí, a veces con suerte y otras no tanto, las antologías que preparó en Criterios, como aquella dedicada al debate de la posmodernidad, y otras a temas más específicos, como la semiótica visual, la intertextualidad y los dos tomos de pensamiento cultural ruso. También los textos que llegaban vía correo electrónico, mediante el boletín bimensual Denken Pensée Thought Mysl… E-zine de Pensamiento Cultural Europeo y que los amigos interesados compartían a través del mismo medio. Guardo, incluso, aquel ejemplar de La Gaceta de Cuba donde apareció su citado y entonces polémico “In media res publica”.

Conservo, además, otra Gaceta, la número 3 del 2002, que rinde homenaje a la publicación en sus primeras tres décadas con un dossier titulado “30 años con Criterios. En el principio fue el número 100”, donde reúne comentarios de Magaly Espinosa, Maggie Mateo, Lupe Álvarez, Teresa Delgado, Denia García Ronda, Lázaro Saavedra, Magaly Muguercia, Tania Bruguera y Víctor Fowler, además de textos de Roberto Zurbano, Iuri Levin y Gerardo Mosquera. Y otra Gaceta, la más reciente que ha llegado a mis manos, la número 5 de este año, con el dossier “Todos tenemos Criterios”, al parecer premonitorio y necesario, sobre la revista y su reconocido creador. Es cierto, todos tenemos criterios suficientes para agradecerle a Desiderio Navarro; el texto agrupa textos de Roberto Fernández Retamar, Luisa Campuzano, Basilia Papastamatíu, Jorge Fornet, Teresa Delgado, Astrid Santana Fernández de Castro, Hamlet Fernández y una entrevista, de las pocas que uno encuentra, que le realizara su coterránea camagüeyana Yanetsy León.

Ahora Desiderio no está y mucho se ha hablado y escrito de su vida y obra, principalmente en las redes sociales y medios digitales. Y mucho, espero, estará por hablarse y escribirse todavía: la propia revista; las múltiples incomprensiones que generó la publicación; sus aportes al sustento teórico de las artes visuales, por ejemplo; el Centro Teórico–Cultural Criterios, ubicado en el noveno piso del edificio del ICAIC; la persistencia de Desiderio contra viento y marea; la visita de importantes intelectuales europeos al Centro, entre ellos Manfred Pfister, Boris Groys, Nicolas Bourriaud, Wolfgang Welsh, Anna María Guasch, Hans-Thies Lehmamn… son campos abiertos al debate y la opinión.

Desiderio nos ha dejado en una especie de orfandad difícil de llenar en momentos en los que casi no quedan Maestros. La lista cada año se va acortando y los jóvenes vamos teniendo menos paradigmas a los que asirnos. Este hombre del Renacimiento, poliglota incansable, intelectual crítico de miras anchas y pensamiento universal como pocos, ha pasado a otro plano donde sin reponerse de la muerte, debe estar leyendo, traduciendo, escribiendo, pensando, y haciéndonos pensar al mismo tiempo. Creo también que Desiderio seguramente estará buscando la mejor forma de hacernos llegar ese conocimiento. Criterios le sobran para seguir intentándolo. Yo siempre quise conocer a Desiderio Navarro, estrecharle la mano, abrazarlo, pero eso no pudo ser, aunque le estoy eternamente agradecido por tantas otras cosas que sí me permitió conocer.

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