La complicidad del hormiguero. Poética de Martha Luisa Hernández

Cada texto provoca erizamiento, la piel se encrespa al tiempo que una tromba, una onda expansiva de cosquilleo —como si el hormiguero (hormigas locas, invasoras, rebeldes, porfiadas, pero vivas)— desandara el cuerpo sin anuencia ni pudor.Esta es la sensación que queda tras la lectura del poemario Días de hormigas. Puesta en escena, de Martha Luisa Hernández (Guantánamo, 1991).

Valiéndose de evidentes ardides teatrales, la autora de este cuaderno propone una estética escritural y del lenguaje que le ha valido el Premio de Poesía David 2017. Poemas que surgen de escenarios ambiguos: a veces desde el atisbo minucioso del insecto que merodea la casa (testigo y partícipe), otras desde una muchacha, una madre, una abuela. Contextos donde familia, amor, erotismo y hormigas permiten una simbiosis entre poesía y teatro, la cual devuelve una voz cuyo estandarte es la autenticidad, esa pujanza que permite traspasar, torcer, desmembrar lo rígido, ir un poco más allá.

Siguiendo el rastro de las hormigas descubro a Martha Luisa. En la complicidad del hormiguero nació esta entrevista.

Quebrar el pudor

(El premio simboliza el hacer pública una parte de mi producción creativa que palpitaba oculta. Su mayor impacto es quebrar el pudor)

Un jurado integrado por Lina de Feria, Jamila Medina Ríos y Marcelo Morales, recién concedió el Premio de Poesía David 2017 a tu cuaderno Días de hormigas. Una puesta en escena. ¿Qué ofrece —más allá de toda efervescencia emocional—este lauro a una escritora joven como tú?

La entrega de este premio se siente atravesada por la gravedad y la excitación.Enfrentaba con mucho pesimismo la idea de mi cuaderno concursando, una reacción casi paranoide de someter a juicio de otros la lectura de mis poemas. Guardarlos con recelo infantil ha sido parte de un necesario autoreconocimiento, para cicatrizar esos miedos y sacudirme de la autocensura.

El premio simboliza el hacer pública una parte de mi producción creativa que palpitaba oculta.Su mayor impacto es quebrar el pudor. Aunque no doy fe de mucha certeza o conformidad, descubro la urgencia de mostrar mis versos, de concentrarme en los procedimientos y modos de mi escritura sin innecesarios ocultamientos. Siento que las hormigas pretenden supervivencia en una época catastrófica, la poesía me anida en el caos y me presenta como testigo sensible, cuerpo que exhibe públicamente su naturaleza (dientes y clítoris magullados por la ilusión del amor).

Las devoluciones que he recibido de Jamila Medina Ríos en el proceso de edición del libro, han hecho gran parte en este determinante tránsito. Ella ha leído la convulsión y la fugacidad del amor como un acto de dolor, asimismo, ha insistido en lo teatral como un flujo cardinal dentro del cuaderno. El Premio David abre un diálogo alrededor de mi obra con autores que leo con vehemencia.

Recibir este galardón impulsó la decisión de montar una obra con mi madre, la muestra de este proceso teatral se tituló Nueve y fue parte del programa de InServi. Residencia de Creación.1 Me obsesionó pensar el nacimiento,2cuyas circunstancias definen el resto de nuestras vidas, pero sobre todo me obsesionó la idea de volver al vientre de mi madre para sanar su epilepsia. La presencia de mi madre, su historia y los objetos que salvaguarda de su vida,sintetizan el más honesto y desgarrador de mis proyectos escénicos. Ella vivió un proceso de sanación a través de una obra que se deriva de Días de hormigas… y me pregunto cómo continuar esa investigación ahora.

En cierto modo, este premio ha significado nacer, con todo lo doloroso y maravilloso que suele ser cambiar de un estado mental a otro.

Camaleónica

(Mi poesía no representa, busca fundirse con una experiencia muy sensorial para hacerse escénica)

Pueden advertirse, desde el título y a lo largo del cuaderno (la complicidad de esta entrevista me ha permitido descubrirlo), marcadas confluencias con el teatro. ¿Cómo estableces esta imbricación entre lo poético y lo dramático?

Yo soy mi teatro, pienso en él como hallazgo personal, aunque la poesía es mi primera lengua, vino de la escena, de la experiencia teatral. En mi práctica lo dramático ha sido un lugar de crisis y cuestionamientos. Cuando empecé a estudiar teatrología, Nara Mansur había puesto en el mundo la perversidad de lo «desdramatizado»,3 mi paradigma fue entonces ese gesto poético de diferenciar su poética de lo dramático, no se trata solamente de transgredir una convención, es una especie de contagio paródico y coqueteo que se asume con lo “dramático” como paradigma.

Pero esto siempre es una decisión autoral, lo dramático lo entiendo entonces como la teatralidad. Es decir, mi poesía está íntimamente conectada al teatro que he leído y que he visto; pero también a ese que me incomoda y aburre. Me siento en medio de un torbellino, mis palabras mezcladas y cegadas por estímulos del teatro, del cine, la calle, lo político, lo sentimental, y la poesía como una traducción de esas interferencias.

Para mí,escribir un poemario es dirigir una puesta en escena. Lo dramático como ejercicio de un saber teatral con el que se estructura o piensa esa traducción del yo en un escenario. Días de hormigas… particularmente, fue escrito en un momento de gran efervescencia dramática en mi vida, empezaba a trabajar con Teatro El Público y a trasnochar teatralmente por la ciudad, entonces lo real y lo espectacular están muy fusionados.

¿Qué le aporta a la creadora que eres esta simbiosis?

El teatro es un arte sensible y la práctica teatral te da herramientas para (de)construir fenómenos eminentemente performativos y culturales.

A veces me sentía camaleónica, cambiando de pigmentación de un lado a otro (del performance a la crítica, a la gestión, a la dirección). Como si en cada lugar tuviera que transformar mi coraza para habitarlos correctamente, con la ilusión de que sólo hay un modo correcto de habitar ciertos espacios. Finalmente una se convierte en una especie de mega-simbiosis. Todo confluye en tu postura como artista, como ciudadana, en el estar ahí y en la fragilidad de permanecer, siendo tú el punto común de un campo de acción mayor.

En mi caso la relación con el teatro se resume en un estado de presentación permanente,a consecuencia de mi formación teatral. Mi poesía no representa, busca fundirse con una experiencia muy sensorial para hacerse escénica (aún cuando esto sólo sea el cimiento de una búsqueda incompleta). Consolidar la escritura en poemas y cuadernos es causa de aceptar esa totalidad de máscaras y percepciones teatrales en el lenguaje que para mí es vital.

Decides incursionar en la poesía aunque tu formación es de teatróloga y escribes reseñas críticas, ensayos sobre el teatro…

La poesía es un lugar de libertad. Lo liberador pasa por un ejercicio íntimo, y a partir de esa posibilidad de expresión interior desde la que escribo poesía, surgen las revelaciones de otro cuerpo dentro de mí.Tampoco se trata de incursión, la poesía estaba allí.

Mi formación como teatróloga posibilitó un detenimiento “crítico”a aquellos primeros poemas y a inscribir en la poesía mi investigación personal, clínica. Para mí la definición genérica de una obra depende de una cuestión autoral, existen normas o “reglas” que definen un ejercicio crítico o la escritura de ficción, a mí me interesan las propuestas transgenéricas, liminales, eróticas: de la crítica lo ficcional, de la ficción lo autorreferencial, de lo paraliterario al diario de navegación.

Durante mucho tiempo pensaba la crítica o el ensayo como un terreno restringido al fenómeno analizado. En la carrera fui criticada y alabada en la misma medida, por implicarme con el objeto de un modo personal, creo que imperaba ahí la inevitable pulsión del poeta dictando sin escaramuzas una experiencia. Desahogarse de los estándares y prejuicios para formular una “voz” en la crítica, la poesía, etc… toma años de trabajo y praxis. Me atrae sentirme en medio de la investigación, en estado perenne de crisis. Mis poemas a veces son largas tesis sobre el teatro, formas de criticar, estudiar un performance o puesta en escena. Prefiero entonces quedarme con el efecto libertario de la escritura, cuyo principio sin letargos es la poesía.

La familia: mi magma originario

(Días de hormigas… simboliza las huellas de la familia en mi memoria)

Advierto en Días de hormigas… una especie de culto a la familia…

Mi mayor trauma en la infancia fue la separación de mis padres. Después de la ruptura se desmoronó mi idea del mundo y la noción de espacialidad y temporalidad. En Días de hormigas… paseo por la casa de mi niñez, la de mis abuelos, en la que vivíamos mi madre, mi padre, mi abuelo, mi hermana y yo. Esa casa es el principio, mi magma originario. Cuando me mudé de allí con 10 años fue como si se desarticulara todo, tenía pesadillas en las que veía mi casa convertida en ruinas, derrumbándose ladrillo a ladrillo.

En el 2014 me enamoré, y para mí la idea del amor es la imagen de aquellos primeros años. La familia como pérdida y espacio de acumulación esencial, las losas del piso de mi casa, la humedad de las paredes, deambular descalza de un cuarto a otro, quedarme despierta para encontrarme con sombras y rostros en los cuadros de mi padre.

Mi abuela Manuela falleció al poco tiempo de mi nacimiento, ella es una figura que he tratado de fijar en mi vida. Me acerqué a su cuerpo en un poemario anterior El palacio de las ursulinas, y vuelvo a su presencia en Días de hormigas…para descubrir la felicidad. Aunque actualmente parezca ilusorio, la familia de aquellos primeros 10 años significó para mí la felicidad, ¿cómo no hacer culto a esos instantes que aún puedo reconstruir?, ¿cómo no pensar la ritualidad de ese hogar como único ideario sobre el amor?

Días de hormigas…simboliza las huellas de la familia en mi memoria, tarjetas y fotos que han sido visualizadas por las hormigas y que me detengo a besar.

La diferencia

(Quisiera diferenciarme como testigo, cuerpo inquieto y a la vez temeroso. La pulsión de estos textos es la del acto del habla, la de la palabra timbre, física, la de la escena)

En una entrevista anterior4 expresaste en relación a tu libro: En realidad, lo produje desde una posición muy performativa, muy de textos escénicos. Entonces, yo creo que eso le da otra cosa. Desde estas consideraciones, ¿crees que tu escritura, tu propuesta estilística marca alguna diferencia en lo concerniente al trabajo de los autores emergentes en la Isla?

Creo que lo performativo es una condición que emerge de textos para el teatro muy conscientes de su posibilidad escénica de presentación. Pienso en Nara Mansur, Rogelio Orizondo y Marien Fernández Castillo. Sus poéticas no pueden leerse cómodamente, la lengua se inquieta y si no pronuncias en alta voz esas palabras sientes que falta algo. Al escribir tengo el impulso de leer, de pronunciar, la idea de dar voz y escuchar están muy presentes en mi proceso de escritura.

Quisiera diferenciarme como testigo, cuerpo inquieto y a la vez temeroso. La pulsión de estos textos es la del acto del habla, la de la palabra timbre, física, la de la escena. Cuando escribí Días de hormigas… no era muy consciente de esto, pero pienso que es una investigación que puede encontrarse en el corpus del poemario. En La Marca5 leí algunos poemas del cuaderno acompañada por dos músicos y una video instalación, las palabras acontecían como un manifiesto hablado sobre el teatro, aspiro a seguir produciendo desde esta “diferencia”.

¿Consideras que tu trabajo como teatróloga, crítica y asesora te ha servido —como plataforma— para encausar y hallar tu propia voz dentro de este heterogéneo universo que es la poesía?

Un universo muy heterogéneo y vasto, tantas voces y autores interesantes produciendo textos, palabras, formas poéticas disidentes, extremas.

Mi plataforma es el teatro, la idea del escenario, en ello no he de contradecirme; pero no quisiera ser distintiva por poseer referentes tan marcados de la escena, porque si las clasificaciones petrifican también me «desteatralizo». Me interesa una poesía con la inventiva teatrológica de penetrar en el efecto que tienen los fenómenos en el receptor, ese erógeno momento de estar frente al otro me obsesiona como idea para leer y compartir experiencias.

Ahora estoy finalizando un cuaderno sobre la relación de un maquinista que no leyó el manual de la máquina, pienso en el escenario de una fábrica abandonada, su cuerpo desgastado, el flash de la luz a través de galerías grasientas, la aparición de palabras que no memorizó del manual, el enjambre de signos teatrales de un lugar desconocido (lo fabril como gran idea del mundo), los órganos secándose en un gelatinoso y grasiento interior, el maquinista fundido a la máquina que le dio muerte. Pudiera decir que la plataforma es teatrológica, observadora, crítica, pero el descubrimiento es el poema.

¿Qué espera Martha Luisa Hernández de este primer cuaderno?

La invención de un álbum familiar, sexual y sensual.Me inquieta pensar en el futuro de este cuaderno; pero sé que será el testimonio de una joven de 23 años burlándose del agotamiento de un país y su teatro, recuperándose de la epilepsia de su madre mientras persigue a una muchacha. Quizás sea una invitación a seguir el rastro de las hormigas y aprender a amar a James Franco.

El hormiguero

(Siento que las hormigas son el corazón mismo del cuaderno, son lo vital en mi deambular por la ciudad, los amantes, el cerebro de mi madre y las manos de mi abuela)

Ahora que —inevitablemente— tus poemas/versos pronto llegarán a manos de posibles lectores, ¿cuáles emociones despiertan en la escritora esta realidad?

Me erotiza la idea de caer en manos de otros, será como mirar al vacío y perderme allí. Un abismo de exquisitas violaciones, ser tocada por los ojos de un desconocido y no saber si su asco o goce consiguen un efecto sanador. Hasta ahora la sensación del abismo me hace feliz.

Me acorrala la idea de no escuchar cómo se leen o sienten, sin siquiera saber si esta incertidumbre tiene algún sentido. Quisiera añadir comentarios y notas al pie de página para los lectores-espectadores, pero esto es tener una idea demasiado didáctica de la poesía y mi poesía está bastante lejos del didactismo. Por ello, me libero de ese sentido ecuménico de (pre)sentir, me quedo con la idea de lo abismal que no tiene más lógica que la de ser devorada.

En otro sentido, mis temores provienen de cierta desesperanza, cuál es el destino de un objeto como el libro en un contexto global mediado por Facebook e Instagram, cómo le irá al libro en Cuba (dentro de un diseño editorial que puede vagar en las librerías nacionales y hundirse en rebajas y permanecer años empolvado en estanterías clausuradas). Si mi cuaderno fuera leído y gastado por el tacto sería más que suficiente.

“y la hormiga, desde mi dedo hasta la lengua, ha creado un mundo mirando dentro de mí”.

“Mirándome temblar involuntariamente, casi dormida, dejando que la hormiga me haga feliz, totalmente feliz. Un poco viva, dejo que mi lengua sea un paraíso para la hormiga”. Fascinado por la belleza de estos versos, todavía alcanzo a preguntar, ¿por qué las hormigas como metáfora cardinal para hilvanar este cuaderno?

El hormiguero, lo hormigueante como el orgasmo o el éxtasis, como el estremecimiento de muerte. El estado de hormiguez que es estar enamorado. El amor como un parásito que te hace cuerpo sospechoso, cuerpo devorado. Las hormigas como la huella más vívida de mi infancia. La hormiga como una efervescencia colectiva de sostener felicidades. El amor y la hormiga como esporas de placer y fracaso.

Las hormigas sobrevivientes, invasoras, atravesando los poros e inundándonos las arterias. Las hormigas como diminutas huellas del tiempo. Apretadas unas contra otras tras la hecatombe. Siento que las hormigas son el corazón mismo del cuaderno, son lo vital en mi deambular por la ciudad, los amantes, el cerebro de mi madre y las manos de mi abuela.La hormiga interior paradisíaca, extasiada por tus resonancias, tu humedad, tu imaginación.La hormiga que te succiona la saliva para alimentarse.

¿Metáfora? ¿Inspiración? ¿Metamorfosis observada porentomólogos mutiladores? ¿Hormigas himnos, plagas, insectos? Resaca de hormigas en la orilla de la playa, mis pies caminando sobre las hormigas, batallando contra la desilusión de mi generación y los venenos esparcidos sobre nuestra especie. Tu lengua sigue anidando el hormiguero.

Tu poesía es del tamaño de esa hormiga que no incendiaste con un fósforo.

 

1-Esta es una residencia de creación coordinada por el Laboratorio de Experimentación Escénica y Social, LEES. La residencia fue organizada por: Yohayna Hernández, Dianelis Diéguez La O, Marta María Borrás y Martha Luisa Hernández. Durante el mes de octubre este proyecto sirvió de plataforma a investigaciones procesuales, transgresoras y firmadas por jóvenes autorías.

  1. 2-Gracias a la ayuda de neonatólogas: Yahima Gómez Monzón, Yilian Fuentes Pereira y testimonios de amigos: Nara Mansur Cao, Yaismel Alba Garith, Joanna Montero, Ovidio Hurtado, Robertiko Ramos y Rogelio Orizondo, se ordenó una especie de museo sobre las ficciones y crudezas del relato del nacimiento.
  2. 3-Cfr. Mansur, Nara. Desdramatizándome. Cuatro textos para el teatro. Editorial Tablas Alarcos, 2009.
  3. 4-Cfr. «El mejor premio posible para mostrar mis poemas». Sitio Web de la UNEAC. (http://www.uneac.org.cu/noticias/el-mejor-premio-posible-para-mostrar-mis-poemas)
  4. 5-Galería y espacio cuyo centro es el arte del tatuaje, el programa cultural es coordinado por el diseñador Robertiko Ramos.

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