Medea en el jardín, de Rafael González Muñoz (Cienfuegos, 1987), se aparta de todas las líneas temáticas de la dramaturgia de teatro para niños en Cuba, para asumir personajes y argumento de la tragedia griega, dando continuidad a una larga tradición en nuestra dramaturgia para adultos, desde que Virgilio Piñera introdujo, el “bacilo” que nos ha contaminado – al menos un poco – como autores, hasta el día de hoy.
Lo diferente en este texto (Premio José Jacinto Milanés, 2016) es la perspectiva, la búsqueda de alcanzar con eficacia, que el mito griego llegue a nosotros – como lectores y futuros espectadores- desde la visión del niño (léase, recepción, perspectiva sensorial, cognitiva, afectiva e ideológica) y que este asuma el imaginario de lo que constituye un canon de la cultura occidental, el mundo mítico que hizo parir “monstruos de la imaginación primitiva”, como apuntó Antonin Artaud.
Rafael lo hace arriesgándose, en la espesura de signos que Eurípides nos propone en el original, encontrando las claves esenciales, que propician la subversión del mito, con los referentes que dialogan con el niño, a partir de personajes que “se abren paso entre los dioses”, con los elementos y recursos expresivos que le son afines a ciertas poéticas de vanguardia en la dramaturgia para niños contemporánea.
Son diversos los aspectos que denotan el riesgo contra las convenciones, porque el niño “siente” diferente al adulto, y por lo tanto recepciona de manera distinta el diálogo, las imágenes, los símbolos que provienen de los antiguos, en una atmósfera primitiva como es el caso, que se nos hace contemporánea por las perspicacia autoral con los que son manipulados estéticamente; asumiendo y alejándose inteligentemente del mito, cuyo lenguaje es el símbolo y la alegoría.
González Muñoz, en este instante uno de los más jóvenes autores para niños, revela en esta provocación académica que es su Medea, elementos que contribuyen a lo afectivo, a la empatía o no con su propuesta, algo que siempre es subjetivo y desbordante para el pensamiento intranquilo y curioso del niño, y lo hace a partir de la recreación del lenguaje, de la mixtura entre el diálogo versificado, (con diferentes métricas y el más coloquial, dramático y lírico; pero asumiendo códigos, referentes lúdicos, que se relacionan con el niño, sus vivencias, aspiraciones, experiencias estéticas, que en lo vivencial provienen más del audiovisual, que de la literatura); y también con ciertos códigos de la aventura, que provienen de las grandes epopeyas y como en este caso de Homero y los clásicos de la tragedia; así como por la construcción de sus personajes, un Jasón, una Medea, una Circe o un Quirón, que conservan la simiente de su origen, pero revelados con sensibilidad, desde otra arista creativa, que subvierte, que relee de manera inédita.
Medea en el jardín, trabaja con lo ideológico, (en su más amplio sentido de referencialidad, en la que no podemos obviar lo ético) de lo que no puede apartarse la tragedia de Eurípides y el mito, como embrión, que sigue siendo hasta hoy la Medea, cuyo destino es asesinar, ¿a los hijos, a las flores, nacidos de la simbiosis con Jasón?, por polémicos motivos y extrañas conmociones.Medea sigue siendo polémica, contradictoria, marcada por su Destino, como anuncia Circe, constantemente.
En los griegos, están sin dudas, los elementos esenciales, que condicionaría muchos de los aspectos reutilizados por la literatura universal, durante siglos, pero es Circe, la primera hechicera y Medea, una fiel discípula. En Medea en el jardín, González Muñoz sintetiza personajes, que sin dudas, en su recreación, pertenecen al imaginario del infante, para desafiar al propio Eurípides y la esencia simbólica del protagónico; pero también las diferentes revisiones de un mito, que nos persigue como especie humana como un síndrome, porque los clásicos griegos nos legaron modelos insuperables de la conducta humana; atmósferas, personajes, sucesos que en sus dos cuadros, denotan originalidad perturbadora, desafío creativo, dominio y desenfado en el tratamiento del material dramatúrgico. En la a veces conservadora estética del teatro para niños, Medea, la hechicera, la traidora, la asesina, la víctima, es en este caso, una auténtica niña monstruo, visceral y potentemente dramática en su tragedia alucinante. El mito poetizado en el siglo XXI, para un niño de la contemporaneidad, es una relectura que propone un modelo, un camino, otra vía de comunicarnos con un público lacerado, por su existencia y contagiado por la violencia del mundo, que lo habita, lo cerca, impuesto y cruel.
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