Eldys Baratute Benavides alguna vez fue médico. Nació en 1983, en Guantánamo, la provincia más lejana de la capital cubana. Hoy navega entre la creación literaria y la promoción cultural.
Ha recibido varios de los premios literarios más prestigiosos en el horizonte de la literatura para niños y jóvenes en la isla, entre ellos el Calendario, de la Asociación Hermanos Saíz (2005); La Rosa Blanca, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (2008 y 2012) y La Edad de Oro, de la Editorial Gente Nueva (2013). Su libro Otras tonadas del violín de Ingres (2016) fue considerado por el Instituto Cubano del Libro y el Centro Dulce María Loynaz merecedor del Premio de la Crítica Literaria, concedido anualmente a las mejores publicaciones de las editoriales cubanas.
Él preside la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Guantánamo. Su bitácora está llena de puertos felices, aunque no faltan nubarrones y aires fríos.
¿Qué libros leías de pequeño y cuál es el personaje más entrañable que recuerdas?
Me recuerdo de niño, tirado en cualquier esquina, con un libro en las manos. Incluso en medio de los apagones del periodo especial encendía un candil y me sentaba a leer, o me iba al banco de sangre de mi ciudad (único lugar donde nunca faltaba corriente eléctrica) a hojear cualquier libro. Sin embargo, no me quedan lecturas o personajes que marcaran las primeras etapas de mi niñez.
El recuerdo más claro sobre algún libro o personaje que haya sido importante para mí, es de cuando di una guerra enorme para que mi papá me regalara una novela que costaba veinte pesos. Él trataba de complacerme en casi todo, pero ese no lo quería comprar, decía que era para grandes.
No sé cómo lo convencí, y ese día leí mi primer ejemplar de Gabriel García Márquez, Del amor y otros demonios. Nunca más olvidé a Sierva María de todos los Ángeles, la joven atormentada que encierran en un convento porque pensaban que estaba poseída por un demonio. Después rastreé el resto de su obra y me convertí, entrando en la adolescencia, en fan del Gabo.
En esa época también leí todos los libros de María Gripe, en la biblioteca principal de mi ciudad, los tres tomos del Señor de los Anillos, a Michael Ende y un libro del cubano Luis Cabrera Delgado que me gustó mucho: El aparecido de la mata de mango. A Eliseo Diego, Mirta Aguirre, Nersys Felipe y Onelio Jorge Cardoso, los conocí mucho después, cuando ya era adulto. Si los hubiera leído de niño, seguro hubiesen hecho de mí una mejor persona.
¿Cuándo creíste que además de leer, podías hacer literatura?
Ni siquiera me percaté yo, sino mis maestros. En la escuela primaria me complacía transcribiendo diálogos de novelas brasileñas y haciéndoles algunos aportes, y más tarde escribiendo poemas infames de los que no quisiera acordarme. En octavo grado gané un concurso con uno de esos poemas y una instructora, miembro del jurado, me llevó al taller literario de la Casa de la Cultura.
Mi primer acercamiento con escritores de verdad fue violento, porque después de hacer picadillo el texto que llevé me recomendaron libros demasiado aburridos, así que dejé el taller y me dediqué a hacer lo que hacen los adolescentes normales.
Cuando comencé el preuniversitario me convencí de que si no prestaba atención a las clases para escribir todo lo que pasaba en mi cabeza, definitivamente era escritor. Entonces regresé al taller y leí aquellos autores recomendados, y ya no me parecieron tan aburridos.
¿Cuáles elementos no pueden faltar en tu narrativa?
Dos temas recurrentes existen en mi obra: la búsqueda de la felicidad y el respeto al otro. En cada uno de mis cuentos o novelas trato de inculcar a los niños que luchen por su felicidad más allá de dogmas, imposiciones, falsos moralismos, sistemas sociales, y que respeten al otro, porque en ese respeto también va un poco de felicidad.
Se evidencia en mis personajes: una de mis cucarachas quiere ser una Diva, y otra boxeadora o peluquera; la abuela Rosa se enorgullece de su alocada vida juvenil; Chencha se divierte santiguando a los vecinos de la Comarca; Soledad se tatúa noticias en el cuerpo. Otros tantos se mueven a su antojo entre las páginas de mis libros, haciendo lo que mejor les plazca.
Cada historia tiene su forma de ser contada, pero en todas tiene que estar Eldys Baratute.
¿Qué te propones con tu literatura?
Si tuviera algún propósito más allá de divertirme, sería contribuir con la formación de mejores seres humanos, en un país que tanto lo necesita. Pero no quiero que en mis libros se encuentren recetas para comportarse mejor, estudiar, o “ser bueno, inteligente y aseado”. Quisiera que en ellos la gente descubra la emoción, el sentimiento, la felicidad y la tristeza. Cuando alguien se emociona está prevaleciendo su condición de ser humano, y eso es lo que se necesita hoy.
¿Cómo asumes los públicos infantiles y juveniles?
Prefiero que preguntes a ellos cómo me asumen a mí. Para mí los niños, adolescentes y jóvenes son tan diversos como la humanidad toda. Hay demasiados para categorizarlos e incluso los gemelos se diferencian entre ellos. Sí te puedo decir que son más inteligentes que los adultos. Debemos demostrarles respeto con lo que escribimos.
¿Hay temas tabúes para ellos?
Antes de pensar en los temas habría que hablar de los lectores. Existen diferentes tipos, influenciados sobre todo por el medio social en donde se desarrollen. Dos niños de edades similares, aunque estudien en la misma escuela, pueden demandar libros y temas diferentes, porque su formación como lector es distinta. Y la formación se debe sobre todo a la influencia de los mediadores y al contexto en donde se desarrolle ese niño, lo que para uno es “fuerte” quizás para otro no tanto. También hablamos de un rango de edad bastante amplio, en el que se va desarrollando la personalidad de los seres humanos. Siempre habrá un lector para cada libro.
Me han pasado cosas simpatiquísimas, sobre todo con los libros Marité y la Hormiga Loca (Editora Abril, 2007) y Cucarachas al borde de un ataque de nervios (Editorial oriente, 2010). Cuando publiqué el primero muchos maestros ponían cara de indignación porque la niña-personaje tiene más de un novio al mismo tiempo, o se burla de sus maestros, o la perra duerme cerca de ella en la cama.
Con las Cucarachas… fue peor. En Jiguaní una señora fue a la Dirección Municipal de Cultura a quejarse porque supuestamente ellos permitían que se publicaran esos libros. En Guantánamo, un pastor protestante llevó la edición a la misa y lo prohibió a sus seguidores. También una lectora de Trabajadores envió una carta al periódico, con copia a la editorial, insultada con lo que se estaba escribiendo en el país. Todo sucedió porque en dos cuentos, de los nueve del libro, hablaba del amor sin barreras y de otras formas de orientación sexual que no son las más tradicionales. Sin embargo, mientras algunos adultos tienen lecturas alarmantes, sus hijos, nietos y vecinos pequeños, disfrutan las narraciones y simpatizan con esos personajes condenados por los mayores.
¿Será que la niñez es más inclusiva? ¿Quizás en las nuevas generaciones habrá mejores seres humanos que nosotros?
Nunca me he sentido una víctima, y cuando me pasan algunas de esas situaciones duermo con la seguridad de que alguien me leyó y se emocionó, para bien o para mal. ¡Ah! Y además ayudan a hacerme famoso (Ríe).
¿En Cuba respetan a los creadores de literatura para niños y jóvenes? ¿Hay suficientes espacios en las editoriales, concursos y en los medios de comunicación?
Creo que sí, aunque muchos autores digan lo contrario. Yo no puedo quejarme. La mayoría de las puertas que toco se abren, y cuando no salto la tapia y entro por la cocina. Apuesto mucho por el sistema de concursos y premios, de cierta forma garantiza una publicación y al mismo tiempo –aunque no ganes– posibilita que tres o cinco personas te lean y se hagan un criterio de tu libro. Si sumas las editoriales territoriales, las de la Asociación Hermanos Saíz, las colecciones de Abril, Oriente, Unión, Gente Nueva, Cauce y otras, te percatarás de que hay mucho espacio para publicar. Los jóvenes tenemos que buscar la forma de llegar a ellos, primero escribiendo, y después convirtiéndonos en promotores de tu obra la de los demás. El respeto se gana con la obra.
¿Qué autores lees por estos días?
Acabo de leer un libro y me encantó: Wakolda, de Lucía Puenzo. Me gustó tanto que compré algunos ejemplares y los regalé a mis amigos. Después he tenido que parar la lectura de placer para ser jurado en algunos concursos, y eso me tiene ocupado hasta ahora. Como jurado leo también con placer, pero con un bolígrafo en las manos.
¿Recuerdas el último libro que dejaste sin terminar de leer?
Dejo muchos libros sin terminar. Cuando empiezo y no me atrapa lo suelto, tengo muchos ejemplos, pero no los menciono porque al otro día podría aparecer muerto en una esquina.
¿Hay un retroceso en el gusto por la lectura? ¿Qué responsabilidad corresponde, en ese escenario, a escritores y a promotores?
No he hecho estudios sobre el gusto por la lectura hoy, pero no soy ingenuo y sé bien que el mundo marcha a la velocidad de la luz y esa misma agitación con la que viven los seres humanos es antagónica al disfrute que provoca un libro. También sé que el audiovisual se ha vuelto muy atractivo y si a eso le sumas Google y Wikipedia, el libro tiene la competencia difícil.
Sin embargo, como ya te había dicho, cada libro encuentra su lector y los escritores inteligentes deben tratar de contextualizar su obra y que ese mundo de hoy (con todas sus ventajas y desventajas) se refleje en ella. Y con eso no estoy negando la fantasía, por el contrario, se puede vivir en un mundo mágico donde los lectores inteligentes descubran también el mundo real del que son parte.
Acabas de recibir un premio de la crítica. ¿Qué historias propusiste en el libro galardonado?
El Premio de la Crítica Literaria llegó en un año en el que no había recibido ningún otro, solo menciones. Aunque resulte cliché decirlo, no me lo esperaba. Sin embargo, que lo haya ganado Otras tonadas del violín de Ingres me anima a continuar con proyectos nobles como este.
En él aparecen nueve historias inspiradas en obras de pintores de la vanguardia cubana. Me refiero a Fidelio Ponce con “Los niños”, Amelia Peláez con “Flores amarillas”, Víctor Manuel con “Gitana Tropical”, Marcelo Pogolotti con “El Intelectual”, Wifredo Lam con “El rey del juguete”, René Portocarrero con “Retrato de Flora”, Mariano Rodríguez con “Las Comadres”, Carlos Enríquez con “Rapto de la guajira” y Eduardo Abela con “La joven de la mano verde”. La idea era crear narraciones que reflejaran mi lectura sobre la pintura y al mismo tiempo incorporarle elementos de la vida del pintor. Como debes de suponer fue un libro que demandó un largo proceso investigativo, pero al final valió la pena porque a la gente le ha gustado, se han publicado varias reseñas y ahora resulta que se ganó el premio de la crítica. Ha corrido con mucha suerte.
¿Qué escribes ahora?
Trabajo en dos libros de cuentos. Uno muestra a los adolescentes y jóvenes cubanos en su medio, con los conflictos habituales que se tienen a esas edades, enfatizando mucho en el tema del amor. En el otro se recrean historias de los héroes de la patria, de su infancia y juventud. Quiero mostrar cómo eran personas con defectos y virtudes. Así trato de acercar a nuestros niños a la historia y que vean a estas personas como referentes.
Lamentablemente hemos “heroizado” tantos a esos hombres que los deshumanizamos, por eso nuestros pequeños salen a buscar sus referentes en los protagonistas de las series de ficción o las películas, y no en la rica historia de nuestro país. Este proyecto me tiene investigando mucho y sé que encontrará muchos detractores, pero ya estoy acostumbrado.
¿Quién es tu novelista favorito de todos los tiempos?
Sigo prefiriendo a Gabriel García Márquez, ojalá yo logre algún día construir ese mundo mágico que él creó.
¿Cuál es el último libro que leíste que te hizo reír?
A la verdad que no me acuerdo
¿Cuál te hizo llorar?
Llorar, llorar, no. Entristecerme mucho: Wakolda.
¿Qué libros relees una y otra vez?
El vino del estío, de Ray Bradbury, Cien años de soledad, del Gabo, y otros muchos. Los míos no. Después que los publico me provoca pavor leerlos.
¿Qué libros te avergüenzas de no haber leído?
Paradiso. cada vez que comienzo lo dejo, y gran parte de la obra de Carpentier. Ahora es cuando muchos encenderán una hoguera para echarme.
¿Que ha sido la AHS para Eldys?
Hace más de diez años es mi casa. Mis primeros libros se escribieron en la computadora de la presidencia y se imprimieron allí mismo. Mis personajes más queridos han florecido allí, mi personalidad –con lo bueno y lo malo que tiene– se ha forjado dentro de la Casa del Joven Creador de Guantánamo. Convivir entre bailarines, actores, músicos o artistas de la plástica me obliga a beber de referentes que después salen en mis libros.
Además, como no tengo formación de carreras de humanidades, vivir entre ellos me ha obligado a estudiar para tener criterios a la hora de tomar decisiones, no sólo en lo referente a los artistas, sino también a las instituciones culturales. Si a esto le sumas que después de conocer a tanta gente distinta, fuera de lo común, uno termina escribiendo sobre su mundo, que también es el mío, el de los artistas que me rodean, que van a mi oficina todos los días, comparten conmigo las fiestas de año nuevo, los cumpleaños y también mis tristezas. Son primero mi familia y después mis personajes.
¿Cuáles satisfacciones, e insatisfacciones, has tenido durante tu labor como líder de proyectos y creadores en la AHS?
¿Satisfacciones? Que junto a mi equipo de trabajo hemos logrado visibilizar a jóvenes que de otra forma ni siquiera se conociera su trabajo. ¿Insatisfacciones? Que con otros muchos no hemos logrado hacerlo.
¿La organización promueve como debiera a los jóvenes escritores?
Aunque se hace mucho, todavía nos quedan cosas por hacer. Es cierto que tenemos nuestro sistema de Becas y Premios (incluye, por supuesto, a los de literatura infanto-juvenil). También es cierto que en todas las provincias se desarrollan jornadas de programación que permiten la visibilidad de los jóvenes en los territorios.
Sin embargo, de nada sirve que la Dirección Nacional diseñe esta estrategia de promoción si no se enteran todos los asociados del país, si las oportunidades no son iguales para todos. Ese trabajo debemos hacerlo desde los ejecutivos provinciales, las oportunidades tienen que nacer del conocimiento en los territorios de las potencialidades de sus asociados. Cuando seamos capaces de llegar hasta el último de ellos, entonces podremos estar satisfechos. Mientras tanto, no.
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