Vivimos en lo que podríamos llamar una sociedad de imágenes desbordada por el texto visual. La tecnología ha puesto cámaras en dispositivos de bolsillo y, aparentemente, cualquiera es un realizador en potencia. En apariencia basta pulsar el botón grabar, documentar una idea más o menos ingeniosa que, si se tiene un canal en youtube, puede replicarse en los confines más insospechados del planeta en cuestión de segundos.
En medio de semejante bacanal iconográfica, qué queda, qué corresponde al realizador consciente, cómo distinguirse, hacia dónde mirar.
En las sesiones teóricas del Festival Nacional de la Crítica Cinematográfica, aquí mismo en la ciudad de Camagüey, el crítico de cine Luciano Castillo sentenció que los jóvenes realizadores pretenden reinventar la rueda y presentan como novedosas propuestas formales y conceptuales aquello que se ya le ocurrió a Meliès décadas atrás. Consternado, el especialista apuntó que los jóvenes no visitan las fuentes nutricias del cine cubano y universal bajo el pretexto absurdo de evitar una “contaminación” y con el alegato de conservar sus ideas en estado virginal.
He aquí que los jóvenes realizadores se enfrentan hoy a dos desafíos básicos: diferenciarse creativamente de vicios tecnologicistas y cultivar una capacidad creadora sin pasar por alto la herencia cinematográfica de la que, por una lógica generacional, son deudores.
Los jóvenes artistas, dice el Maestro de Juventudes Luis Álvarez, necesitan escoger sus paradigmas para estar luego en posición de romperlos. La tarea del artista ha residido siempre en la creación, pero no hay que temer al influjo. Entonces no importa si tenemos un drone con el que tomar espectaculares vistas aéreas para un video clip, y sí el uso más o menos acertado o provechoso que hagamos de él.
¿Por qué insistir hoy en el desarrollo de un evento cuyo único propósito consiste en la socialización de la obra audiovisual de los jóvenes realizadores? Centenares de producciones llegan a El Almacén de la Imagen lo cual, en el plano denotativo, habla sobre el poder de convocatoria de este punto de encuentro gestado por el propio Luciano Castillo, hace ya 27 ediciones. Y en el plano connotativo grita que existe un montón de jóvenes en toda Cuba y fuera de ella con muchas ganas de construir realidades a través del audiovisual.
De manera que el reto cardinal de El Almacén de la Imagen no puede ser ya el solo servir de plataforma de exhibición con una pura vocación contemplativa, ni la sola oportunidad para que proyectos de audiovisuales emergentes lleguen un día a la pantalla, ni el mero premio o reconocimiento que legitime una obra. Esa época ya pasó. Hoy El Almacén está llamado a proyectarse como un espacio para la confluencia de diversos modos de pensar y crear el audiovisual, la enriquecedora confrontación intergeneracional, el debate que haga posible cambios, la orientación educativa de públicos y realizadores mediante el examen riguroso de la calidad de las producciones en concurso.
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