Los “Cuentos en flor” de Habana Titiritera…

La Habana jamás fue tan picaresca como en la 1era Jornada Habana Titiritera: figuras entre adoquines, celebrada en las fechas del 7 al 13 de agosto, en un choque cultural entre la familia cubana y una amplia muestra de lo más relevante del teatro de títeres en la isla, y de las compañías extranjeras asistentes de países como México, Estados Unidos, Chile y Venezuela. El escenario fue propicio para acercarse a este arte milenario, dialogando desde sus distintas experiencias y dinamismos estéticos, en una aquiescencia encantadora con la añeja ciudad, y teniendo como órbita vital el Centro Histórico de La Habana Vieja.

Bajo la égida del grupo Teatro La Proa, la jornada convidó a un oportuno homenaje al oficio titiritero, y en algún sentido nos permitió reparar en la existencia de una productiva escena titiritera nacional. Esta primera jornada fue, sin dudas, un suceso que el público supo corresponder como mejor lo sabe hacer, con sus enternecedores aplausos luego de cada representación.

Habana Titiritera: figuras entre adoquinesfue un evento agradecido, no solo por los participantes, sino también para el público que se dio cita en la sede principal de Teatro La Proa, y en las distintas subsedes que albergaron y garantizaron una programación efectiva. Pero no hablo solo de una programación que resultó efectiva, sino también con un criterio de selección -aspecto que en muchas ocasiones lleva a la muestra de un evento a deslucirse.

El comité organizador del evento sale airoso y con resultados notables, tanto en términos de gestión como en las propuestas artísticas. No puedo decir que se excedió o que se careció de algo en la muestra de la Habana…, – estoy seguro de que los organizadores del evento tienen sus discrepancias conmigo y, además, un grupo de notas de lo que consideran pudo atentar contra el buen funcionamiento del programa para mejorar en próximas ediciones-, para mí cada pieza fue clave alechar andar esta tremenda mecánica titiritera durante toda una intensa semana de trabajo.

A lo que a mí compete, y según persiguió la muestra “Cuentos en flor”, estuvo dedicada a José Martí, nacido entre los adoquines de la añeja ciudad, quien desde La Edad de Oro fue el primero que le habló a los niños sobre el Teatro Guiñol. La muestra aspira a mostrar a los niños obras de teatro que les alboroce, les instruya y aliente intelectualmente, les cuente historias atractivas desde la escena, siempre inspiradas en cuentos del Héroe Nacional.

Con este fin fueron programadas las obras Los dos ruiseñores, por Teatro Escambray; El príncipe de los colibríes, por Titirivida; Bebé y el Señor Don Pomposo, del grupo Okantomí; y Los zapaticos de rosa, por Teatro de Las Estaciones. Cuatro propuestas escénicas abarcadoras de la obra del Apóstol, unas más certeras que otras, pero con una misma expectación: mostrar al niño actual las riquezas de la obra martiana y sus universos heterogéneos, desde refrescantes lecturas teatrales.

Los dos ruiseñores, la versión libre de José Martí sobre el cuento de H. Ch. Andersen, en una creación colectiva del mítico Teatro Escambray y dirigida por Rafael González resultó ser una propuesta interesante, sobre todo porque se afincó en un efectivo trabajo de fisicalidad de los actores. Algo poco visto en el teatro para niños que se hace en Cuba, y no hablo de la preparación del actor titiritero, que bien se sabe tiene que ser exigente, sino de una fisicalidad palmaria donde los actores cubren el espacio escénico y son capaces de contar la historia en imágenes, apoyándose en un lenguaje corporal que es limpio a la vista del espectador. El acierto de Los dos ruiseñores radica precisamente en el cuidadoso diseño escenográfico, a cargo de Pavel E. Arribas, y en el desempeño del elenco. Aplausos especiales para el actor Roberto Águila, quien demostró admirable histrionismo y dominio de la voz, del espacio y del cuerpo en la interpretación de los distintos roles que le fueron atribuidos.

El príncipe de los colibríes, por el grupo Titirivida, con la autoría y la dirección artística de Nelson Álvarez es inspirado en el cuento Meñique y cuenta una de las fábulas más conocidas del Héroe Nacional. Esta es una puesta en escena suculenta, visualmente atractiva a la vista de los niños y hasta de las más tradicionales de la muestra, por la estructura escénica que comprende. Sin embargo, el director deberá atender el ritmo de la acción dramática hacia la mitad de la representación, donde la obra se torna aburrida y el niño/espectador –impaciente en su butaca- puede perderse de la historia que le intentan contar. Es una deficiencia razonable, aún cuando exista un derroche actoral, buenas manipulaciones, canciones en vivo, títeres suntuosos, cambios escenográficos o de luces que bien son solucionados en la representación.

El grupo Okantomí trajo a la muestra Bebé y el Señor Don Pomposo, bajo la dirección artística de Marta Díaz Farré. Ciertamente es una historia donde la bondad, el amor y la nobleza del alma infantil se muestran en su forma más bella y espontánea. Lamentablemente la puesta en escena que le acompaña en esta ocasión no está  a la altura de dicho cuento. Pocos buenos momentos –imprecisa la composición, la dramaturgia y las soluciones escénicas del montaje- logré salvar de la representación, sin dejar de mencionar el desatento trabajo de los actores. Pero lo que pudo haber sido mucho peor, fue salvado por la atendible manipulación y el trabajo vocal en la caracteriza- cióndel personaje de Bebé,cuando en pocas oportunidades pude sentir un hálito martiano decoroso. 

Para cerrar la muestra “Cuentos en flor”, de esta 1era Jornada Habana Titiritera: figuras entre adoquines, el Teatro de Las Estaciones abarrotó el histórico Teatro Martí en sus dos funciones especiales de Los zapaticos de rosa, versión dramática y dirección artística de Rubén Darío Salazar. Estrenada hace diez años, el 13 de octubre del 2007, y presentarla hoy en el renovado coliseo era una cuenta pendiente del grupo de Matanzas. ¿Qué mejor escenario para recitar –en un gesto escénico delicado y pícaro- los hermosos versos del Apóstol? El tejido teatral sutilmente bordado por el director, y conceptuado visualmente por su camarada de tantas contiendas Zenén Calero, es lo que hace que el espectáculo acaricie las fibras más íntimas de los espectadores en la platea. Rubén vuelve a impresionar a su auditórium, esa es una de sus tremendas gentilezas, conduciendo magistralmente a un elenco que no solo entiende y traduce en la escena sus manías de director “caluroso” por la literatura refinada, como al calor de ese verano donde ocurre esta sensible historia estacional; sino que hace posible que veamos –en esta tonada martiana sin precedentes- lo que está más allá de cualquier esencia que sea invisible a nuestros ojos.

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