Siempre versátil y despierta La Habana Vieja, gracias a Teatro La Proa y sus invitados, ofrece un carnaval titiritero que se inserta en la ciudad y atrapa la atención de los espectadores. La Primera Jornada Habana Titiritera: figuras entre adoquines trajo hasta la capital de Cuba un selección de propuestas nacionales e internacionales que durante una semana acompañaron la vida de la ciudad. Talleres, exposiciones, homenajes y espectáculos ocuparon la agenda del evento. Los grupos se movieron por diferentes espacios y en cada lugar fueron recibidos por un público atento y como es habitual cuando de tÃteres se trata, protagonizado por niños.
Desde la sureña provincia de Cienfuegos llegó la agrupación Cañabrava que ofreció su obra Federico y MarÃa, una historia de amor donde el diseño y el dinamismo del montaje fueron protagonistas. Como puede apreciarse en los diseños de Christian Medina la autenticidad es una condición innegable. Los personajes conservan una coherencia en vestuarios y colores que favorece de excelente manera la puesta, tanto a nivel estético como conceptual. En su nivel más sencillo y primigenio el teatro debe captar y mantener la atención del espectador, eso Medina lo logra gracias a las formas sugerentes de sus figuras y a los colores que combina. En el caso de Federico y MarÃa encontramos en los personajes motivos que todo el tiempo nos recuerdan la naturaleza, exactamente flores y frutas. Pero lo logra con una sinuosidad tal que por mucho que se mire siempre nos resulta atractiva la forma en que lo ha hecho. A las virtudes del diseño podemos sumar la funcionalidad del montaje. Dinámico, entretenido y de soluciones muy sencillas. La obra juega con sugerir los espacios usando cortinas negras que sostienen los mismos actores, lo cual permite una facilidad de movimiento que el espectador agradece mucho. El ritmo en que ocurre todo sobre la escena acompaña las tensiones dramáticas de la historia y hace mucho más llevadera la puesta en escena.
El grupo anfitrión de una de las sedes del evento Teatro El Arca, ofreció varias propuestas a los espectadores. Entre ellas El hijo del viento, puesta en escena de Christian Medina. La cautivante historia de un niño que quiere ser aviador, está plagada de personajes fascinantes por su simpatÃa y sus sentimientos. Esta vez tenemos un retablo, la casa de la tÃa, donde ocurren las travesuras y juegos de los personajes. Se descuelgan mamparas, se descorren cortinas y en el jardÃn de la casa un pino parlante. Todo esto hace las delicias de los niños y niñas que siguen a pie juntillas la aventura del niño por alzar el vuelo para ir en busca de su madre.
El diseño de estos tÃteres está definido por detalles que caracterizan la personalidad de la figura. Rasgos que los delinean todo el tiempo. No es preciso recargar con elementos insustanciales, sino que delinear formas que evoquen el carácter y eso es suficiente. Medina lo sabe y ahà está una parte del éxito de sus diseños. La otra la completan su minuciosidad con los detalles, su curiosidad para confeccionar los tÃteres y su empeño en ser laborioso que dejan fuera toda la chapucerÃa. Los artilugios del retablo logran sorprender una y otra vez, por supuesto combinados con la destreza de los actores que, como en una buena sinfonÃa bien ejecutada, accionan cada cosa a su tiempo.El hijo del viento, gracias a figuras como Colo-colo y las situaciones que desencadena, logra un equilibrio entre la emoción del niño por alcanzar a su madre en los cielos y las persecuciones de la tÃa para atrapar la gallina y guisarla. La obra invita a disfrutar el juego que propone y abre su discurso desde el diseño y el montaje, puesto que lo que no puede decirse en palabras ocurre poéticamente desde los colores y el accionar de las figuras en el retablo.
En esta jornada titiritera no sólo estaban de fiesta los grupos fundacionales creados por los Hermanos Camejo. También estaba celebrando sus veintitrés cumpleaños Teatro de Las Estaciones. Un grupo que como su onomástico indica goza de total juventud, está en la flor de la edad. Siempre tan oportuno Las Estaciones trajo a nuestra fiesta titiritera Los zapaticos de rosa, porque nuestra fiesta está dedicada a José Martà y que mejor que uno de sus poemas más hermosos para celebrar al maestro. El teatro que lleva el apellido del Apóstol como nombre recibió a un mar de público que fue a disfrutar de una puesta en escena de alto vuelo poético. Zenén Calero diseña una hermosa postal decimonónica y la pone impecable ante nuestros ojos. La acción ocurre como un juego de muñecos que juegan con otros muñecos. Una poema de altura tal merece unas manos como las de Zenén. El espacio goza de agradable sencillez. Los tÃteres salen de cajas de regalos y se incluyen en la puesta como los colores son incluidos por un sabio maestro de pintura en una obra de arte. Nada desafina en esta puesta. A medida que avanza la obra se iluminan zonas del poema de Martà que desconocemos, y aunque contribuye a esto el fraseo de los actores y los juegos que entrelazan, la combinación en los diseños de los vestidos y la estética de cada muñeca ofrece una visión del poema que va más allá de una lectura superficial. Al final de la puesta se descorre un gran velo lleno de mariposas y vemos entonces toda la postal cubierta por ese velo. Es el detalle crucial para un cuadro hermoso que se ha pintado trazo a trazo ante nuestros ojos durante toda la obra.
La Primera Jornada Habana Titiritera: figuras entre adoquines, ha reunido un grupo de espectáculos que completan el mapa del teatro titiritero de nuestro paÃs y otras partes del mundo. Aunque este recuento se ha centrado en mencionar algunos detalles del diseño en tres espectáculos invitados, vale mencionar el encuentro e intercambio entre creadores como principal forma de mantener vivo el quehacer titiritero. De algún modo este encuentro también ha sido hecho con las manos.
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